7. 𝔑𝔬 𝔱𝔢 𝔞𝔪𝔬

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Aún lo veo, lo siento en mi pecho cuando estoy en el borde, cuando sólo quiero terminar todo... Lo tengo presente. Después de años, de todo lo ocurrido, aún pienso en sus palabras, en cómo sus lágrimas corrían por sus mejillas y sus delgados brazos abrazándome tan fuerte como para pegar mi alma de nuevo al cuerpo.

Era tan cálido, tan reconfortante... Era lo único que me hacía sentir que la vida no se trataba de sólo dolor, a veces me hizo pensar que, aunque fuera imposible, podía regresar a probar el sabor de la felicidad. A su lado, el negro era gris y el rojo ya no lo creía tan necesario.

Lo extraño, porque fue el único que pudo quedarse a mi lado tanto tiempo. Él me quería, mas no podía corresponderle como deseaba. Cada vez que hacía algo fuera de mis normas, una cosa me obligaba a remediarlo, y empezaba a recordar que yo no merecía ese trato, porque yo sólo debía sufrir... Y por consecuente, hacerlo sufrir también.

Johan era un buen chico, y creo que esa es la razón del por qué mi mente entraba tanto en conflicto.

Tras esa noche donde tuve sexo con él y me confesó que le gustaba, no supe nada de él en la mañana, salió de casa antes de que yo despertara; sin embargo, volví a verlo, pero esa vez fue esperando el metro. Recuerdo que le observé fijamente a lo lejos, él sintió mi mirada y mantenía la vista baja, como si quisiera protegerse de algo o la vergüenza le comía por dentro.

Me acerqué con paso firme, sentándome a su lado en la sucia banca mientras llegaba el vagón.

Su pequeño cuerpo empezó a temblar, y sus mejillas se tornaron tan rojas como un tomate. No pude evitar pensar en aquella noche, si la recordaba o simplemente sabía que lo habíamos hecho y eso le daba vergüenza.

—Ya no te volví a ver. —Hablé en voz baja, sin quitarle los ojos de encima. No obtuve respuesta, así que añadí:— Quería hablar contigo en la mañana.

—N-no tenemos nada q-qué hablar. —Murmuró, y percibí cómo la ansiedad se apoderaba de él al clavar y rascar con sus uñas el dorso de su mano.

No me importó lo que dijo, así que solté lo que tenía que decir.

—Me dijiste que te gustaba. —Al decir aquello, se levantó rápidamente con la intención de irse, pero le tomé del brazo con la suficiente fuerza como para no dejarlo avanzar. Esa acción me molestó, nadie me había ignorado cuando me dignaba a hablar, y esa no iba a ser la primera vez.

Mi ceño se frunció y mi mirada se tornó más oscura, como si con ella le ordenara un "siéntate, ahora"; al girarse y verme, tembló y procedió a sentarse. Como siempre, lograba mis objetivos aunque fuesen tan pequeños.

—No te conozco, no sé quién eres. —Proseguí, soltándole el brazo— Me dijiste que fuera tu novio y cosas más. Ahora: ¿Qué quieres hacer? —Y al decir eso, escuché como suspiró entrecortado, tembló con más fuerza y tomó una ligera posición fetal.

Percibirle tan frágil, como un pequeño ciervo frente a su depredador, me hizo sentir con poder, que podía hacer y deshacer a mi antojo porque él era tan débil que no se iba a oponer... Y quise tenerle, lo desee tanto que por un segundo tuve depravadas fantasías.

Estiré mi mano y la posé con tanta suavidad sobre su mejilla que, al sentir mi tacto, dejó de temblar tan violentamente, y llevó sus pequeñas manos a mi brazo.

—Y-yo... —Murmuró, y guiandole lento con mi mano, hice que por fin me viera. Me mantuve en silencio, esperando su respuesta.

Y el vagón llegó.

Se levantó lento para entrar, y fui tras él, olvidándome de dónde iba, sólo quería respuestas.

Me senté a su lado, desgraciadamente no estaba tan solo a pesar de ser altas horas de la noche: un par de chicos al fondo, una muchacha en su celular a unos asientos de distancia, un anciano dormido con el periódico aún en las manos.

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⏰ Última actualización: May 30, 2022 ⏰

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