One.

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El café siempre le gustó.

Aunque muy a su modo, debía hacerlo el para que le gustara, sino, lo tiraría en la cara de quien se atreviera a darle otro.
Sus pasos eran pesados, contundentes y fuertes, la suela de las botas negras chocaban contra el frío suelo, acompañado de las cadenas que colgaban de estas mismas. Todos en el pasillo lo evitaban, por miedo o desagrado, no le importaba una mierda lo que pensaran pero sentir tanto ojos encima era tan hirritante.

El frío azotaba su gruesa chaqueta, y pegaba justo en su puta nariz, maldecir internamente por no llevar algo que le tapara más allá del cuello, maldita sea.

El vapor caliente del café aliviaba un poco la heladez en su cara, al igual que la de sus manos.
El día había estado pesado desde que se levantó, peleó con su mamá y luego a un imbécil del Oxxo se le ocurrió pagar con un billete de 500 pesos un gansito a plenas 6 de la mañana.

El día no le sonreía, aunque el nunca lo hacia, pero ese día iba mal, simplemente se levantó con menos humor del de costumbre y con unas pequeñas cosas ya estaba hasta la madre, y con ganas de golpear al primer imbécil que se le pusiera enfrente.

Y para acabarla de chingar ¡SU CAFÉ NO LE SABIA PUTAS BIEN!

- ¡Mierda! - sus propios pensamientos lo habían saboteando de nuevo, actuando por instinto golpeando su casillero cuando este no cerró.

- Hola, hey... - una voz masculina atrás de él habló. - ¿Estas bien, amigo? - volteó al sentir una mano sobre su hombro, encontrándoselo ahí.

Un chico que le sacaba casi una cabeza de alto, con el cabello más brillante que puro haber presenciado a pesar de la poca luz que entraba a los pasillos, con ojos grandes y rojos, y una sonrisa tranquila.

Pudo reconocer su chamarra, roja y con el loco de la UA, eran del equipo deportivo de la preparatoria, de leía perfectamente "Kirishima" en la parte del lado de su pecho, miró de nueva cuenta sus orbes carmín.

- ¿Te sientes bien, bro? - apretó un poco si hombro.

-¿Que te importa, pelo de mierda? Sueltame y largate. - removió su hombro, girandose de nuevo a su casillero.

- Tu nariz se ve muy roja, te puedes enfermar con este frío, hermano, ¿No traes una bufanda?

- No, adios. - y se apresuró a irse rápidamente, el que una persona que no conocía le hablara le parecía jodidamente incomodo, y mas si le recalacaban el echo de que su nariz se veia de la verga.

- ¡Espera! Aquí tienes. - un calor agradable rodeo su cuello, y cuando menos lo espero, estaba en medio del pasillo parado mientras un desconocido le envolvía desde el cuello a la nariz, tapandolo bien con la tela roja, aliviando el frío. - Eso te ayudará, yo no le necesito.

- ¡Hey! ¡Kirishima! - una voz le llamó.

- ¡Voy, Tets! ¡Adiós! - le sonrió nuevamente, acarició un poco su hombro en señal de despedida y se marchó.

Y ahí quedó Bakugo, tieso en el pasillo que apenas empezaba a iluminarse, con un calor indescriptible no sólo en su cuello, sino hasta sus mejillas y orejas, sin poder dejar de visualizar los grandes ojos carmín que tenía en frente hace apenas un momento.

Tomó un sorbo de café, y curiosamente no le sabía tan mal ahora...

Imbecil Bonito; Kiribaku ᵠᵘⁱʳᵏˡᵉˢˢ ᵃᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora