Luna creciente.

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La luna creciente.
- Tu brazo - dije mientras me remangaba mi manga - enséñame tu brazo.
Diana estaba perpleja.

-¿Qué dices León? ¿Para qué quieres ver mi brazo?

Antes de poder contestar a su pregunta, ya había terminado de remangarme la manga y mi tatuaje quedaba al descubierto.
Rees entendió lo que estaba haciendo. Sonrió, aunque seguía un poco aturdido por todo lo que estaba sucediendo. A los pocos segundos, su tatuaje lucía también en las tinieblas de aquella campaña.
Diana nos miraba sorprendida. Casi sin darle tiempo a reaccionar, empecé a remangar su chaqueta militar, para dejar al descubierto el tatuaje que yo suponía que debía estar allí.

Pero no.

No había ningún tatuaje. Tampoco ninguna marca. No había...

- Nada - terminó la frase- no hay nada.

Rees entendió entonces que es lo que estaba haciendo. Rápidamente fue a remangar el otro brazo de aquella soldado.
Para nuestra sorpresa, tampoco había marca allí.

- ¿Qué estáis buscando? - susurró Diana, que ya debía haberse dado cuenta de que andábamos tras algún tipo de señal.

Suspiré, por cuarta o quinta vez aquella noche. Estaba exhausto, necesitaba respuestas y no las encontraba. Con todo lo que había acontecido en estas últimas horas, ni siquiera sabía qué hora era, pero sí que tenía bastante sueño.
Eché una ojeada rápida a la carpa donde estábamos. Sonreí para mis adentros, pues ahora entendía muchísimo más el por qué "aquel soldado" se escondía allí.
La miré. Parecía aún nerviosa mientras hablaba con Rees y él le mostraba su tatuaje. Parecían tener una conversación bastante entretenida. No quería molestarlos, pero necesitaba saber que estaba pasando, o mejor dicho, que iba a pasar.

- Perdona Diana- dije metiéndome en medio de aquellos dos - ¿podríamos escondernos aquí hasta que supiéramos que hacer o cómo... volver?

Ella me miró extrañada pero asintió con la cabeza mientras se apartaba a un lado, como señalándonos todo el espacio que había allí.
Dudó unos segundos, pero cuando yo estaba acostándome ya en el suelo, cerca de su esterilla, su voz sonó bastante alta.

- Volver ¿a donde?- aunque la pregunta iba cargada de dudas, su voz sonaba extrañamente segura.

La miré de reojo. Levanté un poco la mirada, pero acto seguido volví a recostarme, haciéndome un poco más ovillo si podía, y pensando para mis adentros que ojalá supiese a donde teníamos que volver.
Rees seguía de pie. Perplejo. Lo poco que podía intuir de él era que estaba quieto. Y llevaba quieto en el mismo sitio quizá unos.. diez minutos.
Recordé entonces aquella lacrimosa despedida que había presenciado, en lo que mi línea temporal era, hacía escasas horas.
Recordé los grandes ojos marrones de Enzo alejándose de nosotros, siendo arrastrados entre las manos de aquellos soldados hacia la puerta secreta de debajo de su barra. Recordé el beso de despedida que jamás había esperado entre Rees y Enzo.

Creo que había sido el beso más sincero que había visto en mucho tiempo.
La frase que siguió a ese beso, asaltó mi mente.

"Volveré a por tí, te lo prometo".

El gran ciclo lunar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora