Ágata.

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Todo estaba borroso. De pronto una gran vibración de la tierra me hizo abrir los ojos de golpe. Lo primero que pude ver, entre toda aquella oscuridad, fue la cara de Rees, que yacía a mi lado, entre una montaña de lo que parecía ropa sucia. Me levanté tambaleándome. Apenas podía caminar, el suelo se hundía a mi paso.

- Rees, Rees - susurraba a ciegas - ¿Estás ahí? - seguí caminando buscando algún punto donde estabilizarme.

- Estoy aquí - oí entre todos aquellos trajes.

- ¿Qué es todo esto?

Mientras me preguntaba a mí mismo dónde habíamos acabado, me agaché a recoger una de esas chaquetas del montón. Tenía bordado un logo, pero no podía distinguirlo demasiado bien. Parecían chaquetas militares, pero todas estaban sucias o rotas.

- León, ayúdame - decía una voz ahogada por la tela.

Me giré a ver de dónde venía y pude ver, a duras penas, una mano zarandeándose entre toda aquella marea de tela azul marina.

Me acerqué y tiré de aquella mano que imaginaba que era de Rees. Esperaba ver emerger su cabellera blanca, pero, para mi sorpresa, no fue así.

- Tu... pelo... no...

Rees se llevó las manos a la cabeza.

- No chill...

Antes de que hubiese podido terminar la palabra, Rees estaba ahogando su grito con las mismas manos con las que había comprobado que su larga melena blanca ya no estaba.

En su lugar, había un corte de pelo bastante corto, casi rapado, aunque seguía siendo blanco, le daba un aire mucho más serio y mayor.

Mientras Rees aceptaba aquel cambio, yo intentaba buscar algo donde mirarme y poder ver qué había pasado conmigo.

- Tu estás igual - dijo Rees con tono enfadado - a algunos la Luna les trata bien...

Sonaba bastante decepcionado. A decir verdad, podía entenderlo, su melena blanca le hacía bastante justicia.

Me giré hacía él. Se había puesto un sombrero que había encontrado entre la ropa, para disimular su nuevo corte de pelo. No le quedaba mal.

El verlo así me dió una idea.

- Tenemos que integrarnos, no sabemos donde estamos, tenemos que pasar desapercibidos - dije mientras rebuscaba entre toda aquella tela algo que pudiese ponerme.

- Tienes razón, vamos.

Rees se quitó la camiseta rápidamente y se empezó a quitar los pantalones, dejando todo su torso, blanco y perfecto, a la vista. Apenas había luz, pero lo poco que podía distinguir, ahora que mis ojos se estaban adaptando a la oscuridad, parecía musculado.

Rees ya estaba medio vestido y me miró como esperando a que hiciera lo mismo.

Nunca me había gustado enseñar mi cuerpo, pero supongo que tenía que hacerlo. Me giré y empecé a desnudarme. Lento, muy lento, pero deseando que todo aquello pasara muy rápido.

Tenía la camiseta a medio quitar cuando de pronto Rees me tiró hacia abajo fuertemente. Caí bocabajo, intentando tapar con la camiseta mi torso. Miré sin entender nada a Rees y él me hizo un gesto muy claro de silencio.

Ni dos segundos más tarde, los haces de luz de lo que suponía que eran unas linternas volaban por encima de nuestras cabezas, como rebuscando algo en toda aquella ropa y oscuridad.

- Limpio - gritó una voz desde lo que entendimos que era la puerta de aquel sitio.

Era la primera vez que algo de luz entraba y podíamos distinguir más o menos donde estábamos. Levanté un poco la cabeza del suelo y pude ver que fuera, era de noche y que la poca luz que percibíamos era de unos focos exteriores. Pude ver también que donde estábamos no tenía muros sólidos, si no que era más parecido a...

El gran ciclo lunar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora