MD| ¿Que pasaría si una simple mujer cambia el rumbo de la historia? ¿Y si el Sehzade Mehmed no fallece gracias a una mujer, y lo lleva al trono?
Anna era una campesina, hija de un vendedor de fruta, hasta que un día, los bárbaros llegan a su pequeñ...
Mientras estaba caminando delante de las nuevas criadas, una cabellera rubia me llamó la atención, y me detuve frente a ella.
Un par de segundos después ella levanto la vista, permitiéndome ver sus ojos, que sin querer ser exuberante, eran bellos, tanto como los de mí querida Mihrimah.
—Sultana porfavor ayúdeme, no deseo estar aquí—Me dijo con un tono dulce pero a la vez seguro de voz. Aunque observe como ese valor que tuvo para hablarme, se esfumaba de sus ojos al ver a Sumbul.
Y lo único que se me vino a la cabeza al verla y oirla fue Bingo.
—¡Insolente! ¡Como te atreves a hablarle así a la esposa de nuestro sultán!—Sumbul parecía que le daría un ataque al corazón de la impresión— Te das una idea de lo que acabas de hacer. Por esto te podriam—
Lo interrumpí levantando la mano, en señal de que guardara silencio—¿Cómo te llamas querida?
Ella, insegura observo a Sumbul, quien asintió un poco serio, dándole permiso para hablar —Me llamo Anna sultana, vengo de un pueblo en Roma.
—Bueno Anna, estás en tu día de suerte—Le sonreí, y camine hasta donde estaba Sumbul, viendo la cara incrédula de las mujeres del Harem, incluida la de Mahidevran.— Mándala conmigo luego de bañarla, deseo hablar con ella— le dije a mí fiel compañero en un susurro.—Parece que hemos encontrado a la indicada para mí príncipe.
—Sabia que le gustaría Sultana—Me sonrió mientras le hacía una seña a las chicas para que lo sigan
••• P
OV ANNA
Mientras nos dirigíamos a los baños todas me miraron sin poder creer mí valentía, o tal vez mí estupidez al hablarle así a la Esposa del Sultán, pero ya no había tiempo para arrepentirme.
Al llegar, nos duchamos y nos examinaron, fue de las cosas más horribles y humillantes que pueden pasarle a cualquiera, aunque Sumbul se acercó a una de las que yo creo que son doctoras cuando era mí turno y les dijo algo, fueron mucho más amables conmigo que con el resto.
A diferencia de lo que pensé, Sumbul parecía bastante contento conmigo, y luego de vestirnos con unos vestidos simples y todos iguales, parecía como una especie de uniforme o algo así, nos dieron tareas. Aunque a mí me dijeron que podría cumplir las mías después, ya que debían llevarme con la Sultana Hurrem quien parecía impaciente en querer verme.
—Puede que este sea tu camino dorado querida.— Sumbul me sonrió mientras me guiaba hasta los aposentos de la Haseki.
—¿A qué se refiere?
— Yo solo digo, si haces lo que nuestra Sultana dice y eres leal y eficaz, lograrás grandes cosas—Me explicó Sumbul como si fuera lo más obvio del mundo.
Y después de eso no volvimos a comentar nada hasta que llegamos a las puertas de los aposentos de la Sultana Hurrem.—Estas del lado y en el lugar correcto querida, no dejes que te nublen las ideas.— Me susurro Sumbul antes de darme un ligero empujón para que entrara en los aposentos de la Haseki imperial.
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