IV

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Evan mantenía el ceño fruncido al estar concentrado esperando a que el lanzador hiciera su movimiento, tenía el bate colocado a un costado, sus rodillas estaban ligeramente flexionadas y las ondas de su cabello caían con suavidad sobre su cara, su compañero lanzó la pelota y finalmente pudo golpear la pelota, aunque sin demasiada potencia.

—Resultó ser bastante buen jugador —comenta Samantha sentada en las bancas junto a Mark.

—Eso veo —asiente Mark mirando con admiración a Evan.

Al terminar de practicar se reunió con Mark, sentándose a su lado y suspirando con cansancio, pasó una toalla húmeda por su frente y cuello.

—¿Cómo te encuentras? —Inquiere Mark, con su vista posada en él, prestando por un momento especial atención a su uniforme provisional que era una camiseta blanca de botones y unos pantalones que van a juego, dándose cuenta que no tenía idea de que el club de softball tenía uniforme.

—Estoy bastante cansado —responde luego de darle un trago a su botella de agua—, debí haberme metido en el club de música.

—Siempre puedes cambiarte.

—¿En serio?

—Si el cupo no está lleno, sí.

—Bueno lo pensaré, porque también ha sido un poco divertido.

Por alguna razón Mark no podía quitarle la vista de encima, de cierta forma seguía anonadado por el desempeño que había tenido, aunque tal vez eso no lo era todo.

—No lo haces mal.

—Lo hice horrible —suelta una risita—, tenía mucho tiempo de no batear o tan siquiera correr, además nunca lo hice de forma profesional.

—Bueno, yo creo que lo hiciste bien para ser principiante.

—Gracias —baja la mirada.

Al terminar su entrenamiento, caminaron juntos a casa como era de costumbre, separaron sus caminos en la calle de siempre y Evan al llegar a casa encontró a su abuela muy emocionada en el pequeño jardín trasero, por lo que decidió acercarse inmediatamente.

—¿Qué es lo que pasa? —Cuestionó acercándose a la caja de madera que su abuela observaba emocionada.

—¡Oh, Evan no lo vas a creer! —Le tomó del brazo y lo acercó a mirar.

—¿Están creciendo las fresas? —Visualiza un pequeño brote de hojas verdes y los ojos le brillan— ¡Eso es genial! ¿Cuánto tardarán en crecer?

—Todavía le quedan semanas, pero que exista un brote ya es buena señal, hay que seguir cuidándolas.

—¿Y cómo está la planta que se cayó? ¿Lograste salvarla?

—Sí, está aquí —se levanta y va hasta ella, señalando un palo de madera atado a la planta para que se enderece—, ahora sólo hay que tratarla con mucha delicadeza y esperar a que mejore.

—¿Necesitas ayuda en tu jardín?

—Sólo riega las plantas que están por crecer, por favor.

—De acuerdo —toma la regadera y la llena de agua, procediendo a quitar algunos hierbajos que comenzaban a crecer alrededor.

—Por cierto, Clark me dijo que éste fin de semana vendría de visita a darnos buenas noticias

—¿En serio? —Pregunta con ilusión, a lo que su abuela asiente sonriente— Estaré aquí entonces.

—¿No quieres invitar a tu amigo...? —Se queda pensando— ¿Cómo se llamaba?

—¿Mark?

—Sí, podríamos invitarlo a comer ya que se ha portado muy amable contigo.

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