× The storm ×

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Sinopsis: El destino reúne a Childe y a Zhongli en un momento crítico.

Contenidos: angst

Advertencia ⚠️: se tratan temas delicados, no se busca romantizar los mismos. Proceda con precaución.

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Odiaba absolutamente a su compañero de piso. Definitivamente. Era ruidoso y molesto. No lo dejaba ni un segundo en paz. Estaba al pendiente de él constantemente, ni respirar tranquilo lo dejaba.

Es por eso que se encontraba en la azotea de su edificio, escondido tras un muro disfrutando un buen cigarro. Le ayudaba a desestresarse de su complicado compañero, suficientes problemas tenía él como para preocuparse de él también.

Miró a los grises nubarrones y aspiró del cigarrillo. Le dolía la cabeza. Suspiró dejando el humo salir sus pulmones. De pronto sintió algo húmedo en su nariz. Las primeras gotas comenzaron a caer paulatinamente.

- Mierda -dijo al tiempo que apagaba el cigarro y se ponía de pie. Debía volver si no quería empaparse. Tal vez, con mucha suerte, el molesto de su compañero se había marchado.

De pronto, la puerta de la azotea se abrió. Rápidamente volvió a su escondite, no quería ser descubierto en una área restringida.

- Mierda -volvió a decir.

Se asomó por la esquina y analizó el panorama. Había un hombre, vestía camisa blanca, bastante desaliñada junto a unos pantalones negros. Tenía largos cabellos castaños recogidos en una coleta. Parecía no importarle la lluvia.

Elevó su cabeza y miró a los grises nubarrones. Su expresión parecía perdida, distante. Las gotas limpiaban su rostro y hacían lucir su larga cabellera con una mayor longitud. El hombre suspiró. Sus hombros caídos se vieron aún más bajos y su triste expresión pareció apagarse hasta quedar con una mirada indiferente.

"Que peculiar sujeto" pensó Childe. A pesar de nunca haberlo visto en persona, estaba seguro que ese hombre no era el portero del edificio.

Debía de bajar ahora mismo de la azotea. No quería empaparse. Pero ese sujeto podría representar un problema. No sabía quién era, podría ser un vecino que lo delatara, incluso uno de los agentes de mantenimiento. Tenía que esperar que se fuera.

El hombre se quedó estático en la lluvia, no se movía ni un centímetro de su posición. A Childe se le estaba acabando la paciencia. Las finas gotas parecían caer más rápido que antes. Un resplandor se vio en la distancia, seguido de un retumbar.

De pronto el hombre bajó su mirada al suelo y miró sus manos. Poco era lo que Childe podía observar desde la distancia pero notó cicatrices en sus manos; profundas heridas alojadas en el pasar del tiempo.

El hombre de castaños cabellos comenzó a caminar, se dirigía al lado opuesto en el que se encontraba Childe, para su suerte.

Era su oportunidad; mientras el castaño se alejaba de la puerta, el pelirrojo salía de su escondite. A paso seguro caminaba sutilmente a la sombra del contrario. Cuando estaba a mitad de camino, el hombre se detuvo en la barandilla de la azotea.

Desde lo alto de aquel edificio se podía observar la inmensidad de la ruidosa ciudad. Desde el piso veinte, la vista era grandiosa. Los grises nubarrones chispiaban a la distancia, la suave brisa acariciaba la piel y las gotas de lluvia parecían pinceladas en un lienzo aún por completar.

El castaño se dispuso a admirar el panorama, con sus brazos apoyados en el barandal. La brisa despeinaba su larga cabellera y hacía que su húmeda camisa se pegara aún más a la silueta de su cuerpo. Inmutable lucía a la distancia.

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