Oui J'accepte (Feliloe/Lukloe)

- IX -

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Una elegante limusina se estacionó en la entrada principal del The Hoxton, París. Dos rubias bajaron de ahí. Una de ellas, con su cabello suelto luciendo su mechón color rosa, con un sencillo pero elegante vestido de color cían de tirantes y de largo hasta la rodilla; la otra con su cabello dorado acomodado en una coleta alta, con un vestido tornasol color canario de espalda descubierta y largo hasta el suelo.

– creí que Luka te acompañaría...– susurró la de mechón rosa a su hermana – como fue a la mansión...

– lo intenté, pero...– Chloe se interrumpió cuando sintió una mano posarse en su espalda

En seguida volteó, encontrándose con un azabache de mirada cerceta y bonita sonrisa.

– si viniste...– dijo la rubia sorprendida, sin poder evitar esbozar una sonrisa

– los veo dentro – dijo Zoe adelantándose

– creí que por lo desesperada que te veías era algo que necesitabas – respondió él sin dejar de sonreírle para luego señalar la entrada del Hoxton – ¿No deberíamos entrar?

Chloe asintió y ambos se adentraron.

Luka observó cada detalle de aquel salón, impresionado por los lujoso del lugar.

– ¿En serio una fiesta así es un evento de caridad? – preguntó Luka en tono de broma

– habrá una subasta a final de la noche, todo lo que se recaude irá a las fundaciones de beneficencia que apadrina cada uno de estos magnates – respondió la rubia sacando dos copas de champagne, ofreciéndole una al azabache – o al menos la gran mayoría –bebió un sorbo de su copa – por cierto, ¿No tenías una comida familiar o algo así?

– un picnic y no. Mi tía abuela enfermó y lo pospusieron – respondió el Couffaine

– gracias por estar aquí – dijo con sinceridad –y descuida, la paga lo valdrá. Lo prometo

– ¿Podemos no hablar de dinero? – preguntó el Couffaine algo incómodo – Qué dices si sólo...disfrutamos de esta noche, ¿Si? – propuso con una sonrisa

– ¿de acuerdo?– dijo la rubia alzando una ceja – eres algo extraño...– dijo haciendo que el azabache soltara una carcajada, correspondió a su sonrisa mientras alzaba su copa – salud

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– este lugar apesta – dijo Adrien mientras intentaba esquivar las botellas vacías que se encontraban en el suelo

La habitación se encontraba totalmente a oscuras, y el desastre en ella era indescriptible. Adrien caminó hasta llegar a la silueta que se encontraba apoyada en una de las paredes.

– ¿Félix? –  preguntó acercándose a él

El aludido se encontraba tumbado en el suelo, con su elegante atuendo mal acomodado, su cabello estaba desordenado y su corbatín en el suelo. Un estado deplorable para lo que era Félix Agreste.

– ¿Félix? – insistió Adrien apoyando su mano en el hombro de su hermano

– d-déjame en-n pa-paz...– espetó Félix separándose con brusquedad

– Félix...– dijo el rubio menor con pesar

– ¡Vete! ¡Déjame solo! Ya lo habías hecho, ¿No? Te llevaste a papá lejos y me dejaste aquí, pudriéndome en mi miseria – espetó arrastrando las palabras, después de todo, llevaba todo ese tiempo embriagándose – ¡Abandóname otra vez! ¡Sé como mamá y vete!