Habían pasado 3 meses desde aquél sueño y las cosas habían cambiado un poco para mí. Sí, seguía teniendo sueños, pero ya no despertaba agitada. Era como si finalmente me hubiese acostumbrado a que siempre fuera lo mismo. Me sentía cansada, tenía una apatía inusual en mí. Estaba... Resignada. Durante todos estos meses me había concentrado aún más en el trabajo. No había visitado a mis padres, no había salido más con Morgan y apenas si mantenía contacto con los pocos amigos que conservaba de la universidad o de la infancia.
Me levanté de la cama con pereza. No quería ir al trabajo hoy pero debía hacerlo. Mi teléfono comenzó a sonar con el tono de llamada. Era Morgan, supongo que para venirme a buscar, pero no le contesté. No quería darle explicaciones sobre mi estado de ánimo, así que ignoré mi celular y me fui al baño para darme una ducha. No tardé demasiado y en menos de 20 minutos ya estaba lista. No tenía hambre, así que salí del apartamento a paso calmado y, al llegar a la recepción, llamé un taxi que me llevara directo al trabajo.
Durante todo el camino, mi celular no dejó de sonar y tuve que apagarlo. Cuando llegué al trabajo, todos estaban en lo suyo, caminando de un lado a otro por el establecimiento, otros en sus escritorios llenando expedientes y el resto tomando café, pero cuando me vieron, todo se sumió en un silencio sepulcral. Uno que no me indicaba buenas noticias.
-¿Ocurre algo? –pregunté, pero nadie contestó. Solo se limitaron a bajar sus cabezas y eso solo encendió mis alarmas. -¡Pregunté que si ocurre algo! –exigí.
-Lo siento jefa. –dijo Ramírez colocando su mano en mi hombro. –Se suponía que el inspector Morgan debía darle la noticia.
-Lo hubiese hecho si ella contestara mis malditas llamadas. –contestó Morgan, quien recién entraba a la estación.
Él se veía agotado, sus ojos estaban rojos, una clara señal de que había llorado recientemente. Me miraba con una expresión que no podía descifrar en ese momento, pero me transmitía tristeza, rabia, dolor. Una serie de sentimientos acumulados y mezclados que poco a poco se fue extendiendo en todo el lugar.
-Es Isabel. –dijo Morgan con la voz rota. –Se... Ella...
-Se suicidó. –terminó Araque, uno de los detectives adscritos a nuestra división.
Aquella palabra daba vueltas en mi cabeza una y otra vez. Trataba de procesarla, asimilarla, pero no podía. No concebía que ella pudiera... Me quedé allí, en el mismo sitio por unos cuantos minutos que parecieron horas. No expresé ningún sentimiento o emoción. Simplemente estaba allí, con la mirada pérdida, parada en medio de la estación. De un momento a otro, mis pies reaccionaron y me llevaron directamente a mi oficina. Cuando entré, cerré la puerta con fuerza y fui directo a mi escritorio.
Apoyé ambas manos en aquella mesa de trabajo y la observé como si fuera la cosa más interesante del mundo. Lo hice por unos cuantos segundos, pues luego la vista se volvió algo borrosa y unas pequeñas gotas empezaron a salir de mis ojos. Las lágrimas salieron libres de mis ojos y con ellas, mis puños impactaron en aquél escritorio. Perdí la cuenta de cuántos golpes di, cuántos gritos solté o qué cosas de mi oficina destrocé. Lo único que tenía en mente era que Isabel, una de mis amigas más íntimas, compañera de trabajo y una mujer increíble, había acabado con su vida.
Grité con fuerza mientras lloraba de dolor e impotencia. Caí de rodillas en el suelo, totalmente agotada, sin fuerzas, sin embargo, seguía llorando. Unos pasos se escucharon dentro de mi oficina y no tuve necesidad de elevar mi rostro para saber de quiénes se trataban. Ellos podían estar iguales o peor que yo en estos momentos.
-Yerathel. –dijo Morgan pasando sus brazos alrededor de mi cuerpo. –Tenemos que ir... A recoger el cadáver.
-Solicité que fuera otra delegación, pero no aceptaron. Ellos... El alto mando cree conveniente y correcto que seamos nosotros. –alegó Ramírez.
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Al filo del abismo
EspiritualYerathel no era una mujer común. Desde que tiene memoria, ha tenido sueños totalmente extraños sobre una vida diferente a la suya, una que ni siquiera vivía en la tierra, sino en el Edén. Con cada sueño, ella aprende nuevas habilidades, mismas que...