Es como si el tiempo los separase a propósito cada vez que pensaban en el otro.
—Per-
—No ahora.
—La reunión...
—Ya hicimos nuestro trabajo. Haud yer wheesht!
Por eso, el corazón acelerado marcaba la urgencia. La adrenalina de esperar a que la puerta se abriese, de que los pasos llegaran, o sus nombres fueran pronunciados, le daba un condimento más sabroso al encuentro.
—¡Ah!
—God, no grites, Francis — se quejó el otro entre dientes, apretándolo más contra la pared — . Creerán que te estoy matando.
—Aghn... si quisieras, podrías — se mordió un labio, mirándolo fijo a los ojos — , con... eso que tienes entre las piernas, mon amour — le acarició el cabello corto hacia atrás, y sacando del rostro enjuto una sonrisa sensual.
—Mnh, aún sabes cómo provocarme ¿cierto?
—Jamás olvidaría cómo atender a mi esposo.
Las manos corrieron la tela presurosas, bajando unas, levantando otras.
—Doy gracias por tu kilt, Iain — Francia se dejaba hacer, complacido por la mera idea de la iniciativa ajena. Estiró sus brazos sobre los hombros de aquel, acercándose más.
—Es... práctica — susurró Escocia, con el ceño fruncido de siempre, pero sonrojado hasta el cuello — . Para urgencias, como ahora — El rubio sonrió ampliamente, vanidoso.
—¿Urgencias?
—Sí, urgencias, Bonnefoy — lo miró un momento, captando toda su atención — . Te extraño mucho... — su tono de voz parecía serio, pero estaba cargado con una ternura que solamente el francés reconocía.
Eso le llenó el corazón... y también lo puso más travieso.
—Sería más romántico con una... mnh... cena de por medio, ¿no crees?
—Cenaremos después — cortó algo brusco, mientras sus brazos fornidos seguían moviéndose — . Tengo que hacer algo con... tu provocación durante toda la reunión...
—Yo no t- ¡Aahhgmnnh! — el grito se ahogó en la boca, cuando Escocia le cubrió los labios con la mano y una sonrisa ladina. Francia abrió sus ojos con sorpresa, al sentirlo de pronto dentro suyo sin previo aviso. Cuando calmó su jadeo lo soltó, con una pequeña risa que fue compartida en la agitación — ... ¡Mon... ah... Dieu!... ¡¿Cómo... ?!
—No eres el único buen amante de Europa, lov — alzó las cejas gruesas — . Tengo mis trucos.
Francia soltó una risita entre dientes ¿Desde cuándo lo tenía agarrado de las piernas y se había acomodado? No pudo saberlo. Poco importaba, realmente.
Se sentía endemoniadamente bien.
—Sujétame mejor... ahhh... grand amant, nos vamos de bruces contra el suelo. Y no quiero ver a tu hermano quejándose... ahora mismo.
—No te preocupes — suspiró en un tono bajo, con los ojos brillantes — . Siempre fui bueno clavándote contra la pared sin que... ¡Ngh! Nadie moleste.
—¡Jajaj—ahh! — entrecerró la mirada, relamiéndose, ante un nuevo empujón hacia arriba — Cierra la boca y ven entonces, mon cher.
—Con gusto... esposo.
Aunque pasaran los años, la conclusión era la misma: poco valía el cuándo, el cómo, o el por qué.
De algún modo, el tiempo los volvía a unir.
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El Jardín de Eros - Drabbles
Short StoryInstantes sobre diferentes parejas en los que prima un fuerte lazo de amor. Con posibilidad de actualizarse ad infinitum; dejaré esto como un catálogo para organizar ideas autoconclusivas y starters de proyectos más grandes que se me vayan ocurrien...