VIII. Itsy Bitsy spider (EngPort - TW: VIOLENCE)

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The itsy bitsy spider

went up the water spout.

—God, God... I—I...

—Dios no va a salvarte de tu estupidez.

Down came the rain,

and washed the spider out.

—Yo... yo no quería...

—Debiste escucharme, Arthur. Nunca me escuchas. Por eso llegamos a esto.

Out came the sun,

and dried up all the rain.

—¡Siempre te escucho! Amor, por favor... te lo ruego...

—Mira lo que tengo que hacer para que me des atención.

So, the itsy bitsy spider

went up the spout again.

La música infantil terminó, y con ello los movimientos bruscos de las manos, terminando de hacer los nudos que faltaban alrededor. Esta vez tenía que asegurarse de ser escuchado cuando él lo pedía. Ya no podía dejarlo ir. Ya no podía confiar. Y eso le dolía más aún, haciendo las ataduras más duras.

—S-sé que no debí atender la llamada... — trató de tomar aire, casi ahogándose — Sé que debía colgar, pero estaba esperando esa noticia y y—

—¡Cállate, no quiero escucharte! ¡Siempre te excusas de todo!

—Lo sé, lo sé — tomó aire entre los sollozos — . Es mi culpa.

—Sí... es tu culpa. Siempre es tu culpa.

El moreno apretó un poco más la atadura de las muñecas, aferrando al rubio a la pata de la cama, en una posición torcida y dolorosa en el suelo. Fue sordo a los quejidos, en medio del dolor de los golpes en todo ese cuerpo, incluyendo el esguince en ambos tobillos.

—Sólo quería saber si había llegado bien a su casa...— susurró, rindiéndose a la idea de ser abandonado allí y nunca más volver a ver la luz del sol. El otro hombre se detuvo y lo miró un momento, sentándose frente a él de piernas cruzadas en el suelo.

—No me dejas alternativa. No quiero llegar a estos extremos y tú... ¡ugh! — se rascó la melena y se jaló el pelo con violencia — ¡Debiste hacerme caso! tenemos horarios y sabes cuántas horas puedes ir a visitar a tu hijo. Ni un minuto más.

—Me quedé dormido con él escuchando sus canciones, estaba cansado y... — tragó un poco, ya que le costaba hablar y mirarlo en esa posición — Se me pasó la hora, no lo sé.

—No, no lo sabes; porque las horas conmigo no son tan importantes para tí. Lo prefieres a él. Siempre lo prefieres a él.

—Gabe, por favor. Sabes que no es... no es así... ¡ay, ay! — el otro se puso de pie.

—Te traeré agua y algo para comer, te quedarás ahí hasta que sea la hora de dormir. Después te ataré en otra posición. Con los calmantes dormirás lo suficiente para recuperarte y luego, sólo entonces, te soltaré. Tienes toda esta semana para reflexionar sobre lo que hiciste.

—Está bien...

Gabriel apagó la computadora en la habitación, terminando con el loop de música que Arthur había hecho para Alfred, cuando habían compartido esa mañana juntos. Se había excedido de la noche y como nunca podía verlo desde que estaba allí, el sueño le había llevado una mala pasada. Afortunadamente, su pareja había tenido el tino (o la cordura), de llevar al niño de vuelta a su casa, con su madre, volver y arreglar las cosas.

Sí, porque había roto las reglas, y merecía aquel castigo.

Después de todo, la mosca nunca escapa de la red, una vez que la araña la ve.

El Jardín de Eros - DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora