CAPÍTULO 60

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Tan solo le dio tiempo de llegar a su casa, darse un baño y prepararse para salir nuevamente. A cinco minutos para las ocho de la noche se encontraba en el restaurante del gran Hotel Du Louvre.

Al llegar fue dirigido hasta una de las mesas dónde ya lo esperaban los dos hombres interesados en hacer una compra millonaria de oro a Minas Crown.

La cena transcurrió entre conversaciones amenas, pero Jules se distrajo más de una vez con el hombre que amenizaba el salón sentando frente el piano, torturándolo justo en el momento en que interpretó para Elisa.

Se había prometido no pensarla ese día, no tenía ganas de hacerlo porque precisamente ese día cumplía un año sin verla y no había vuelto a recibir noticias de ella, mantenía contacto con Kellan y él solo le decía que todo estaba bien, que nada había cambiado; al igual que en él nada había cambiado porque sus sentimientos seguían intactos, solo que también una pequeña parte de su ser la odiaba por imponerle que comprendiera la sociedad, que comprendiera sus miedos absurdos, no eran más que eso porque si ella sintiese lo que era el miedo verdadero, ese que sentía él cada vez que abría los ojos y ella no estaba a su lado, cada vez que era consciente de su amarga realidad, a lo que menos temiera ella sería al qué dirán.

No importaba los cuerpos que usara, ninguno lo llenaba, ninguna mujer lo complementaba, ninguna lo hacía volar ni perderse en alguna sonrisa; lo hacía por instinto, necesidad y por rabia, debía admitir que también lo hacía por rabia.

Al terminar la cena, lo invitaron a compartir algunos tragos, por cortesía solo aceptó unos pocos y regresó a su casa entrada las once de la noche.

Llevaba casi dos meses sin emborracharse, aunque muchas veces se moría por hacerlo todos los días para ver si conseguía olvidarla. Hoy lo haría, hoy bebería hasta perder el conocimiento, aprovecharía que Jean Pierre no dormiría en casa esa noche, sus hermanas regresaban del colegio en un par de semanas, el único que estaba era su padre, pero él ya se encontraba en su alcoba.

Caminó hasta uno de los salones, el que se encontraba en penumbras; se quitó el saco seguido del chaleco y la corbata y se desabotonó la camisa para estar más cómodo, se dobló las mangas hasta los codos y se acercó hasta la mesa.

Agarró el recipiente de cristal que contenía un Armagnac Castarède, tomó una copa acorde a la bebida, se encaminó al piano y la colocó sobre éste, destapó la botella y vertió el licor color ámbar, llenándola menos de la mitad, se quedó admirando la bebida, se sentó y le dio un gran sorbo, sintiendo cómo el líquido quemaba su garganta, por lo que frunció ligeramente el ceño y lo saboreó.

Cuando el calor conquistó su estómago dejó libre un suspiro para dar otro sorbo que repugnó menos, colocó la copa sobre el piano y destapó el instrumento musical, dejando a su vista las piezas de marfil, la cuales relucían ante él, otro suspiro se escapó de su pecho y los dedos acariciaron las teclas; sin proponérselo éstos cobraron vida y no quería martirizarse más, por lo que inició tocando la balada número uno de Chopin, dejándose arrastrar por lo que la melodía despertaba, interpretándola con toda la pasión contenida.

La melodía lenta lo llevaba lejos, muy lejos, aunque no quisiera pero cuando imprimía la fuerza y rapidez que la composición ameritaba, regresaba al punto de partida tal como se encontraba, para él era difícil estar así dividido, sus pensamientos a un océano de distancia y su cuerpo tratando de llevar con precisión la balada de Chopin. En los casi diez minutos que duró tocando el piano se sintió elevarse, olvidó que estaba envuelto en dolor y se concentró en tocar como nunca antes, apenas retiró los dedos, llevó su mano para tomar la copa y darle otro sorbo al Armagnac.

Su mirada se perdió en la penumbra que reinaba afuera y que podía ver a través del cristal que fungía de pared, por éste se colaba la única iluminación con la que contaba, que no era otra que la de la luna, después de unos minutos llenó nuevamente la copa y dio inicio a la balada número dos.

POR ELISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora