CAPÍTULO 35

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El alba apenas despuntaba cuando Daniel abandonó la mansión Wells dejando a Elisa profundamente dormida, salió rumbo al edificio Anderson en el centro de la ciudad.

El viaje duraba aproximadamente cuarenta y cinco minutos, tiempo suficiente para aclarar un poco sus ideas y plantearse cómo haría para entrevistarse con su primo Sean, aunque su hermana estaba renuente a contarle su situación a algún otro familiar, ni siquiera a Sean pero por todo lo que estaba pasando él se vio obligado a dejar de lado su petición de no involucrar a más nadie en este asunto y buscar la ayuda de éste, él era uno de los mejores abogados del país y seguramente encontraría una salida al problema de Elisa y podría liberarla del yugo al cual la tenía sometida Frank.

Jamás pensó ver a Elisa derrotada, no de tal manera, ni siquiera el día que se casó con ese maldito viejo la vio tan falta de voluntad y eso le dolía hasta partirle el alma. Su hermana había cambiado, lo había hecho gracias al amor y para bien.

Es una persona maravillosa, especial, llena de alegría y belleza, de vida. Desde que estaba con Jules, Elisa se veía tan viva como nunca antes imaginó verla y ese miserable de Frank se lo había arrebatado todo de un solo tajo sin contemplaciones, sin detenerse a pensar un instante que si todo había llegado hasta ese punto se debió en gran parte a su descuido, al abandono al que sometió a su hermana, no contento con prácticamente haberse impuesto, haberla comprado, también la dejó olvidada en esa jaula de oro... Elisa en lugar de tenerlo todo, estaba carente, vacía.

—Buenos días señor Lerman ¡Qué alegría verlo por aquí! ¿Cómo está? —saludó Nancy con una sonrisa amable intentando disimular su sorpresa cuando lo vio llegar a presidencia.

—Buenos días Nancy, estoy bien gracias y tú ¿cómo has estado? —preguntó por protocolo. Realmente no estaba para eso, pero debía alejar de su cuerpo esa tensión que lo estaba matando.

—Muy bien gracias señor... ¿Viene a ver a su primo, el señor Sean?

—Efectivamente, solo que no pude anunciarme y no sé si esté disponible.

—No tengo nada anotado en su agenda, hoy es sábado y no hay muchos compromisos... Creo que se encuentra reunido con George evaluando la semana, seguramente estará feliz de verlo, venga conmigo por favor —pidió la mujer encaminándose en dirección opuesta a la oficina de la presidencia.

—Gracias —esbozó demasiado preocupado como para detenerse a cuestionar hacia dónde lo dirigía.

El joven abogado y el administrador conversaban animadamente sobre la carta que habían recibido de Brandon días atrás, donde emocionado como un niño relataba sus aventuras junto a su esposa en tierras Maya. Un toque en la puerta captó la atención, el chico dio la orden para entrar y sus ojos captaron la figura de Nancy acompañada por su primo Daniel.

—Señor Sean, su primo desea verlo... Me tomé la atribución de traerlo a su despacho —mencionó la mujer mirando al joven.

—No te preocupes Nancy, mi primo siempre es bienvenido... Sobre todo, si sigue emulando mi estilo al vestir —bromeó Sean poniéndose de pie con una gran sonrisa, aunque sorprendido de ver a Daniel allí, cuando se despidieron no mencionó nada de regresar pronto.

—Siempre tan modesto. Buenos días George, Sean ¿Cómo se encuentran? —saludó acercándose a los sillones donde se encontraban ambos.

—Bien Daniel ¿Usted cómo está? —mencionó George, quien como buen observador notó de inmediato que algo aquejaba al joven.

—Bien gracias... Vine porque necesito tratar un asunto de suma importancia contigo Sean —lanzó sin más rodeos, sentía que cada minuto era vital.

—Entiendo, por favor toma asiento ¿Deseas algo de tomar? —ofreció mirándolo y entendiendo que la cuestión era seria, sobre todo por esa visita inesperada.

POR ELISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora