Tim Drake I

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Después del maravilloso escándalo que hicieron los hijos de Batman, era notoria la densidad en el aire, una capa de intensidad se desplazaba por toda la T tower, si bien fue demasiado complicado hacer entrar  en razón a Damián este se tranquilizó, convencido de que está vez lo hablaría y luego actuaría.

Raven estaba exhausta, pero debía tranquilizarse sino quería tener pesadillas toda la noche, los constantes insultos y amenazas por parte de su padre, eran cada vez más severos. Después de la carga de emociones del día de hoy no podía soportar más, quería realizar sus ejercicios de respiración y tal vez dormir un poco.

Meditar fue una herramienta a la que podía recurrir siempre, las monjas del templo le enseñaron que cualquier cosa que perturbará su paz, podía ser destruida con la meditación, y Raven siempre lo utilizó como un mecanismo de defensa, un mecanismo que es imposible de penetrar hasta para su padre.

Ella se encontraba abriendo las puertas de la azotea, la calidad brisa del verano choco contra su piel, cuando de pronto su mirada se fijó en una figura masculina sentada en el borde de la cornisa, un chico sin nada especial ni llamativo físicamente, pero con un corazón único en su especie y una mente completamente excepcional. Su futuro era próspero, todo el mundo lo sabía, este chico contaba con todo lo que un buen superhéroe debía tener.

-Buenas noches, Tim, ¿Puedo sentarme?- La amatista se acercó al pelinegro con tranquilidad, la misma que él siempre le brindó en sus momentos más oscuros, y con una simple pero bella sonrisa lograba expiar todos los malos pensamientos que perturban la paz de mente.

-Rachel, por supuesto -Sonrió, una sonrisa transparente que demostró todos los sentimientos del muchacho, así era él, nunca tuvo realmente algo que ocultar.

Tim era de esos chicos simples, pero sorprendentes. Tenía una confianza en si mismo y una habilidad increíble para resolver problemas. El mejor amigo que podrías tener.

-¿Bebes?- preguntó con una leve risita, un acto impropio de la dama, pero esos gestos solo eran liberados cuando estaba junto a él.

-Solo para sacar el mal sabor de esta tarde ¿Quieres?- Con una mirada suplicante y unas palmaditas en el asiento a su lado, Tim consiguió hacer que la muchacha aceptará.

-Claro.

Rachel se sentó a su lado, abrió una lata y perdió su vista en el horizonte, la Torre siempre tuvo una buena vista al mar, eso le encantaba.

-¿Recuerdas la primera vez que bebimos aquí arriba? -Las risas de ambos eran tranquilas.

-Ese día habíamos hecho un buen trabajo, nos lo merecíamos.

-En nuestra primera batalla juntos y se te ocurre impresionar me rompiendole la nariz al pingüino, creo que desde ese día siempre tuve miedo de que te enojaras conmigo.

Los dos se echaron a reír como si hubieran escuchado el mejor chiste de sus vidas, en un punto les dolía tanto el estómago que tuvieron que recuperar el aire con grandes bocanadas sumamente lentas. 

Cualquiera que los mirara a la distancia se daría cuenta de la confianza y amistad que tiene estos dos, tienen la misma edad, es verdad, pero sus gustos y personalidades son tan diferentes que podrían confundirse fácilmente como rivales. Ellos se entendían, desde la primera vez que el destino cruzó sus caminos confirmaría la unión de estas dos almas. Pero a veces, estar unidos no significa quedarse junto al otro para siempre, esto lo sabían muy bien.

Hace 3 años

-¿Cómo? ¿Batman quiere que vaya a una misión con él? Él me odia -El seño fruncido que caracterizaba está pregunta no dejo lugar a dudas de lo loca que era la situación.

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