CAPÍTULO 11

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Fue un alivio quitarse de encima la presión de la boda. Calle pudo concentrarse en su madre, en su trabajo, y en dedicarle tiempo a su padre. Durante la última semana, lo había visto más que en los últimos seis meses. Estaba tan encantada con su nueva relación con él que una tarde, cuando llegó a la habitación para relevarlo, se atrevió a sacar el tema de Poché.

Su madre dormía, y Calle estaba segura de que su padre no se arriesgaría a despertarla o molestarla con un ataque de ira.

—Papá... —comenzó—. Ahora que Poché, la Doctora Garzón, ha demostrado que es una cirujana atenta y responsable, y no el monstruo que todos creíamos, ¿no crees que podríamos...?

—Olvídalo. Nunca le perdonaré lo que le hizo a mi hija —interrumpió su padre, aunque habló con cansancio, en vez de con el odio y amargura de antaño.

—Puede que sea una excelente neurocirujana, y le agradezco lo que ha hecho por tu madre, pero nada más. No me pidas más.

—Papá, creo que Poché no era consciente de cuánto la quería Juliana. Cuando la dejó y se marchó a no tenía ni idea de que se derrumbaría así. No la hirió a propósito. No sabía que lo había hecho —sin darle tiempo a que la cortara, siguió.

—No puedes culparla por irse al extranjero, o por querer trabajar con los mejores neurocirujanos de Australia —lo miró con ojos suplicantes.

—Papá, ocurrió hace siete años, Juliana era muy ambiciosa y perder ese puesto de cirujano jefe le dolió mucho. Eso influyó tanto como que Poché...

Su padre levantó una mano cansada, para que dejara el tema, pero al menos la había escuchado. Eso ya era algo impensable hasta entonces.

—Y la gente cambia —dijo una voz desde la cama.

—Poché es distinta ahora, Germán... es amable, comprensiva y compasiva. Además de ser una mujer íntegra y brillante en su especialidad.

Calle abrió los ojos sorprendida. ¡Su madre debía haberlo escuchado todo! Oír a su madre defender a Poché, y en esos términos, hizo que sintiera un agradable cosquilleo en su interior... pero no quiso pensar en el motivo que lo causaba.

—Te dejo con Calle, cariño —su padre se agachó para darle un beso a su esposa y salió, dedicándole una sonrisa a Calle, que acercó la silla a la cama.

Como siempre, había llevado algo de trabajo, en esa ocasión unos informes médicos que tenía que redactar. Algunas tardes llevaba libros de texto, o revistas médicas de la biblioteca del hospital.

Eso reconfortaba a su madre, que no quería que su ocupada hija «perdiera las tardes con su madre enferma».

Desde que tenía turno de mañana, Calle pasaba el día en Urgencias y la tarde con su madre. ya estaba en una habitación individual, y podía recibir visitas, aunque su padre las limitaba al mínimo.

Tanto Sebastián como Kim habían ido un par de veces, pero no se habían quedado mucho tiempo, para no cansar a Mafe y no molestar.

Calle, aunque intentaba no pensar en ello, notaba la diferencia entre las visitas de Sebastián y las de Poché. Sebastián entraba casi con sigilo, y se quedaba lejos de la cama, rígido e incómodo.

Mafe ya no tenía vendajes, y parecía que la cabeza afeitada, la larga cicatriz y las grapas, lo ponían nervioso; no sabía dónde mirar. Hablaba en voz baja y grave, como si tuviera miedo de que Mafe fuera a desintegrarse si hablaba alto o decía algo inadecuado.

Poché siempre entraba sonriente, con una broma en los labios, y su madre se animaba sólo con verla. Calle no sabía que sus propios ojos se iluminaban, hasta que su madre se lo comentó.

Entre Tus BrazosWhere stories live. Discover now