—Hola, —dijo, oyó el ruido de un teléfono móvil. Le dio la espalda a Poché, para que no pudiera ver su rubor. ¡Se acabó el sentirse tranquila Y normal!
—¿Calle? ¿Eres tú? ¡Era la voz de Sebastián!
—¡Cariño! —gritó.
—Es maravilloso oír tu voz —al oír su tono acaramelado, que quería que Poché notara, comprendió que había exagerado. Bajó la voz, con la esperanza de que Poché no hubiera adivinado que Sebastián estaba fuera.
—¿Qué tal te va? ¿Dónde estás?
—Llamo desde el pabellón de exposiciones. Todo va bien, de maravilla —dijo con entusiasmo.
—¿Cómo estás tú? —preguntó.
—Suenas... no sé, rara. Distinta. ¡Ahora le daba por la telepatía!
—No, no, estoy bien —estuvo a punto de añadir «Te echo de menos», pero no quería que Poché la oyera y supiera que Sebastián estaba lejos.
—Un paciente me puso el ojo morado anoche, eso es todo. Tengo una pinta horrible.
—Oh, no. ¿Estarás bien para la boda? —preguntó Sebastián con ansiedad.
Parecía más preocupado por su apariencia que por cómo se sentía, pensó Calle, trémula. Pero claro, ya le había dicho que estaba bien, ¿qué esperaba... su consuelo?
—Seguro que sí —replicó, deseando que fuera verdad.
—Si no, lo disimularé con maquillaje.
—Menos mal. Tengo que dejarte cariño, sólo quería decirte que no volveré hasta el domingo por la noche o el lunes por la mañana. Los demás jueces quieren celebrar una cena, para comentar la exposición, y me han pedido que me quede. No te importa, ¿verdad? De todas formas, no nos íbamos a ver hasta el lunes por la noche.
A Calle le molestó un poco que no hubiera llamado simplemente para hablar con ella, sino sólo para decirle que se quedaba otra noche en Kansas.
—Claro que no me importa. Pásalo bien —dijo, arrepintiéndose de inmediato, seguro que Poché estaba escuchando cada palabra.
—Te quiero.
—Yo también. Tengo que irme. ¡Adiós!
Suspiró cuando colgó el teléfono. ¡Ni siquiera había dicho que la echaba de menos! Claro, le daría vergüenza decirlo delante de sus colegas, además, ¡sólo llevaba fuera una noche! Y ahora estaría fuera otras dos. No una, como ella esperaba.
No importaba, enderezó los hombros antes de volverse hacia Poché. Estaba exagerando, un fin de semana separados no era nada. Si se había sentido molesta un segundo, era por culpa de Poché.
Ya estaba bien, y Poché no podía afectarla, El golpe y que Sebastián estuviera lejos, eran los culpables de que ayer se sintiera tan frágil y tensa.
—Tu prometido, supongo —comentó Poché con voz aterciopelada.
—¿No vas a verlo hoy? ¿Ni esta noche? —añadió con voz sedosa.
Lo miró directo a los ojos. ¿Por qué no decirle claramente que Sebastián estaba fuera? No tenía nada que temer. Poché la había acusado de tener miedo de sus propios sentimientos. No era cierto, ¡y se lo iba a demostrar!
—Sebastián está en una feria filatélica en Kansas —dijo tranquila.
—Ha llamado para decir hola —no hacía falta decir que no volvería hasta el lunes.
—Una feria filatélica —los ojos de Poché reían.
—Suena fascinante. ¿No compartes la pasión de tu prometido... por los sellos?
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Entre Tus Brazos
Hayran KurguArgumento: Cuando Daniela Calle estaba a punto de casarse con un hombre que sería el marido ideal, María José Garzón reapareció en su vida; un Mujer que decididamente, no lo sería. De hecho, era la peor enemiga de su familia y ya la había traiciona...