CAPÍTULO 12

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El soleado día primaveral que hubiera sido el de su boda, llegó y pasó; su madre volvió a casa un día antes. Sebastián se marchó a Hawái a la mañana siguiente, y Kim se fue con él.

Sebastián había aceptado la ruptura con una dignidad y calma que tranquilizaron y sorprendieron a Calle. Era casi como si él pensara lo mismo... como si reconociera que el cariño que sentían el uno por el otro ya no fuera suficiente.

Cuando le dijo a Kim que Sebastián era un hombre libre, que nada le impedía irse con él a Hawái, y que Sebastián quería que lo hiciera, Kim se sonrojó profundamente, y Calle se preguntó cómo no lo había notado antes: ¡Kim estaba enamorada de Sebastián!

Siendo Sebastián como era, Calle cruzó los dedos, esperanzada, no tardaría mucho en enamorarse de Kim. Sospechaba que ya estaba medio enamorado de ella. Siempre habían sido muy buenos amigos, y tenían muchas cosas en común... intereses, ideales, e incluso personalidad. Ya nada podía impedirles descubrir la profundidad de sus sentimientos.

Ella pasaba las vacaciones en la casa familiar, ayudando a su padre a cuidar de su madre, que se recuperaba, mientras Anna, la asistenta, se ocupaba de la casa.

Era una agonía, y un alivio, estar lejos de Poché. En el hospital, a Calle le era cada vez más difícil ocultar sus sentimientos cuando Poché pasaba por Urgencias o iba a ver a su madre, o si se encontraban en el ascensor, o en la cafetería, o en algun pasillo.

Pero dos semanas lejos de ella, sin verla, parecían una eternidad. Se preguntaba si ella también la echaría tanto de menos. A veces, la asaltaban las dudas y pensaba que no; quizás ella había decidido que los obstáculos eran insalvables, o que la animosidad de su padre acabaría destrozando su relación.

Cuando llegó el segundo fin de semana, estaba hecha un manojo de nervios, aunque intentaba ocultárselo a sus padres. El martes siguiente, su rutina habitual se rompió en mil pedazos. Había ido a comer a un restaurante cercano para darse un respiro, Su padre estaba en casa con su madre; se había tomado el día libre porque tendrían visitas y quería estar ella en todo momento.

Cuando Calle llegó a casa se encontró con su padre derrumbado en un sillón, con la cabeza entre las manos.

Levantó la cabeza al oírla entrar, y ella lanzó un grito al ver su palidez y las profundas arrugas que surcaban su rostro.

—Papá ¿qué ocurre? —Corrió hacia él— ¿Es mamá? ¿Dónde está?

—Está arriba, descansando —movió la cabeza, su voz era frágil, de anciano derrotado.

—No, no es tu madre. Es esto... —movió la mano y Calle se fijó en los papeles que había tirados alrededor del sillón, y en el diario de piel que tenía sobre el regazo.

Había un viejo maletín de cuero, abierto a sus pies, con más papeles en su interior. Calle abrió los ojos. No podía ser... Volvió la cara hacia su padre.

—Es el maletín de tu hermana, el que le regalé cuando se graduó —explicó él.

—La policía lo encontró en un edificio abandonado, en Venice Beach, debieron tirarlo allí hace años. Alguien lo forzó, ladrones, supongo. No imagino cómo pudo acabar en Venice Beach...

—Debe ser el maletín que Juliana le pidió a Valeria que le guardara —se forzó a decir Calle.

—Valeria iba a dármelo hace unos años, pero se lo robaron de su casa de la playa, en Venice Beach. Lleva perdido desde entonces. ¿Cómo es que la policía te lo ha enviado a ti, papa?

—Tiene grabado el nombre Dr. Calle Soto y pensaron que era mío —hizo una mueca.

—Parece que mi nombre se conoce incluso en Venice Beach. Se lo enviaron a la policía de Los Ángeles, que me lo ha traído —movió la cabeza con incredulidad y dolor.

Entre Tus BrazosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora