CAPÍTULO 2

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—Calle, no desperdicies este glorioso sol, Baja a la playa —Sugirió Valeria.

—Me reuniré contigo después de que haya venido la policía. Han dicho que no toquemos nada, así que aquí no tienes nada que hacer, y preferirán que no estemos las dos molestando.

—¿Estás segura? —Calle echó una mirada al caos que las rodeaba.

—Del todo, ya me siento bastante mal por traerte para nada. Creí que el maletín de Juliana estaría seguro aquí en mi casa de la playa, encerrado en mi armario.

Calle y la amiga de su hermana, Valeria Sandoval, una banquera mercantil de altos vuelos que acababa de volver tras pasar dos años en Vancouver, habían llegado a Venice Beach hacía una hora, y se habían encontrado la casa desvalijada. Todo lo de valor había desaparecido: televisión, vídeo, microondas, radio, Y el maletín de Juliana.

El maletín que la hermana de Calle había encomendado al cuidado de Valeria hacía dos años, poco antes de suicidarse. Por eso la había llevado hasta allí, para entregárselo en privado.

Juliana le había confiado a Valeria que el maletín contenía documentos muy delicados; documentos con los que no estaba preparada para enfrentarse, pero que no quería dejar en casa, donde su padre podía descubrirlos, ni en el hospital donde trabajaba.

—¿Podrías guardarlo un tiempo? —Le había suplicado.

—Si me atropella un autobús o algo así —había añadido, bromeando, pensó.

—puedes dárselo a Calle. Ella decidirá qué hacer con él. Pero deja que pase al menos un año ¿vale?, hasta que se asiente el polvo.

Y ahora el maletín había desaparecido, junto con los documentos personales de Juliana. Calle, para no herir a Valeria, no había mostrado cuánto le dolía que la última pista para aclarar el trágico suicidio de su hermana se hubiera perdido.

Aunque no hacían falta más pistas, reflexionó Calle. «María José Garzón es la culpable de la muerte de mi hermana. Si no la hubiera abandonado... si no hubiera sido tan cruel y desconsiderada...»

Sus ojos se endurecieron al pensar en la nota que Juliana había garabateado antes de entregarse a la muerte:

No puedo vivir con este dolor, "Majo" Perdóname.

El dolor de perderla...

Juliana, la altiva, egocéntrica y ambiciosa, que nunca se había interesado seriamente por nadie, y menos de una Mujer, ni decir enamorado de una, estaba loca por María José Garzón.

Trabajaban juntas en el mismo hospital, estudiaban juntas, pasaban todo su tiempo libre juntas. Y, entonces, ella la había abandonado sin más, marchándose a Australia sin volver la vista a atrás. Eso había devastado a Juliana. Desolada, había realizado una pésima entrevista de trabajo una semana después, perdiendo el puesto de cirujano jefe que había deseado tanto tiempo y por el que tanto había luchado.

Para Juliana eso debió ser la última gota. Tres semanas después se tragó una botella llena de pastillas. E incluso entonces, pensó en ella. «Perdóname» había escrito, como si quisiera liberarla de cualquier culpa o posible remordimiento.

Pero Calle y su familia sí la culpaban. María José Garzón, era un monstruo, tenía mucho que pagar. Calle apretó los labios, preguntándose si ella sabía cuánto dolor y sufrimiento había causado. mejor que se hubiera ido de los ángeles, al menos su familia intentaba continuar a medida que pasaba el tiempo y pudieran conseguirlo.

—Ve, Calle—. Valeria la empujó hacia la puerta.

—Pero mejor que no te bañes, al menos sola —aconsejó.

Entre Tus BrazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora