LUIS HAMILTON.

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Hace tres años....

Abrazo a mi mamá mientras le aseguro que todo estará bien, casi parece que me estoy despidiendo de ella para siempre pero eso es porque es una dramática de telenovela, aun así la amo y es la mujer de mi vida.

- Ya debes soltarme - señalo riendo y se aleja golpeando mi hombro.

- No seas demasiado encantador y no ilusiones a las chicas - pide seriamente, sonrío con malicia.

- No puedo evitar ser encantador.

- Compórtate - amenaza y me inclino para besar su mejilla.

- No prometo nada - le guiño un ojo.

- Ya entra, te amo mucho - la miro ofendido.

- ¿Ya me quieres lejos? ¿Acaso no me amas? - dramatizo llevándome una mano al pecho.

- He visto a un chico lindo entrar recién - entrecierro los ojos desconfiando de su continua mentira. Es su técnica para molestarme.

- He caído muchas veces en esa trampa, mamá - la vuelvo a abrazar - Te amo - asiente y veo como sus ojos se cristalizan.

Antes de que comience a llorar como loca beso su frente y camino hacia la entrada del lugar. Me asusta lo enorme que se ve pero solo he escuchado muchas cosas buenas de este sitio.

- Yo puedo, siempre puedo - susurro para mi mismo y sonrío con seguridad.

Me ha costado mucho llegar a este punto de aceptarme y quererme, me ha costado tantas lágrimas entender que el hecho de no ser como las personas quieren que sea no es malo, malo es que me esconda por personas de mente cerrada y prejuicios tontos. Acepté lo que soy y eso no me hace menos persona, aprendí que solo yo puedo cuestionarme y que nunca nadie tiene que hacerme sentir menos.

Y entonces decidí venir a este lugar por cicatrices que no cierran, haber estado sufriendo acoso por muchos años en la escuela y luego maltrato por parte de mi padre en casa han lastimado muchas partes de mi.
Pero eso de esconderse quedó atrás, soy un apuesto chico sexy con todo el derecho de explotar su sexualidad con quien quiera.

Mientras haya amor sobran las opiniones de los demás.

- Conquistemos a todos - me digo antes de cruzar por la puerta que corresponde a mi grupo.

Esbozo una sonrisa mucho mas grande cuando reconozco al que será mi psiquiatra, no me detengo hasta estar frente a su escritorio, él alza la mirada de unos papeles para verme con curiosidad.

- Eres puntual - dice y miro a mi alrededor, hay pocos chicos aun.

- Iré a sentarme por allá - señalo hacia un chico cabizbajo y me alejo hasta allí - ¿Esta libre? - pregunto para llamar su atención.

No recibo respuesta de recibido y me aclaro la garganta de forma ruidosa antes de que lentamente empiece a alzar la mirada y unos muy llamativos ojos grises me miren con fastidio y algo de cansancio.

- ¿Eres ciego? - me pregunta.

- No - respondo confundido.

- ¿Entonces que ven tus ojos? - señala el lugar a su lado.

- Una silla vacía - respondo con obviedad.

- Exacto, así que a no ser que haya algún espíritu de alguna persona de este lugar que se haya suicidado y este en esa silla puesta... esta vacía según mis ojos - regresa la mirada a sus manos.

Me dejo caer en el asiento algo confundido por la aptitud del desconocido poco agradable, saco mi celular e intento entretenerme con algo ya que mi primera interacción no fue la mejor.

UN AMOR EN PEDAZOS. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora