Cuando cumplí siete años, todo en mí comenzó a cambiar. Se suponía que todas las brujas y los hechiceros desarrollarían sus poderes a la edad de los dieciocho años, pero descubrí que yo era un caso particular cuando le conté a mi madre que sin querer había quemado mi escuela en un momento de ira.
Lo único que me dijo fue: ¡Oh, Phoebe!
E inmediatamente, tuvimos que huir. Ese día por primera vez vi la expresión de terror en el rostro de mi madre y la urgencia de salir de casa antes de que nos atraparan, pero nunca me dijo quien.
- Rápido, Phoebe. Tenemos que salir de aquí cuanto antes. - estaba conteniendo las lágrimas que querían salir, mi madre se arrodilló junto a mi para mirarme directamente a los ojos - Si me pasa algo quiero que sepas que te amo. No eres un error, no eres una falla, mi pequeña Phoebe, eres mi hija, mi inspiración y la evolución de nuestra legión.
- ¿A dónde vamos, mami? - pregunté entre sollozos.
- Vamos a un lugar seguro. - la abracé con fuerza, no queriéndome separar de ella - Sé fuerte, cariño.- susurró.
Estuvimos por horas en el bosque, no había nadie a nuestro alrededor. Fue en la zona del camino de tierra que vimos a un hombre vestido de negro viniendo hacia nosotras, tenía una soga en cada mano forrada en guantes y una navaja en el pantalón. Ese hombre quería hacernos daño y mi madre con una chispa roja reluciente en un dedo alejó a ese desconocido por los aires, pero al levantarse, él ni siquiera tenía un razguño y con un chillido extraño pude ver sus largos colmillos. Ahí entendí lo que era, se trataba de un vampiro.
Todos decían que no existían, pero yo lo sabía, siempre lo había sabido. Estaban gobernados por un tal Bastian Black, alguien parecido al vampiro de los cuentos, el gran conde drácula, pero él en serio era malvado. Nadie quería acercarse, ni siquiera las grandes brujas malignas de aquellos tiempos.
Ese hombre formaba parte del ejército de Bastian.
Eso significaba una cosa: Él no nos dejaría ir tan fácilmente.
En ese momento que él arremetió contra nosotras, mi madre gritó un maleficio y el hombre se quedó inmovil, pero con una fuerza sobrenatural se estampó contra el árbol a su lado y éste se desprendió de raíz. El desconocido lo alzó sin ningún tipo de esfuerzo y lo lanzó hacia nosotras. Un hechizo de protección lo detuvo a mitad de camino y el árbol salió volando hacia la otra parte de la arboleda.
Fue ahí cuando ese hombre nos miró fijamente que pude notar sus ojos anaranjados bañados de diversión e hizo lo que ni por asomo pude haber imaginado de una criatura como él, aulló después de haber esbozado una sonrisa cínica. Se trataba de un mestizo: Un hombre lobo mitad vampiro.
Ellos eran prófugos, ni los vampiros, ni los hombres lobo los aceptaban en su manada, entonces ¿Qué hacía aquí?
Mi madre no pudo contener el miedo e invocó otro maleficio con un chasquido de dedos.
El hombre se estremeció y bufó del dolor - Déjanos a la niña - balbuceó, pero más que un pedido, fue una orden. Mi madre no se inmutó.
- Jamás - siseó.
Y con otro chasquido, el hombre dejó de respirar, así de simple.
Estaba anonadada, nunca en mi vida había visto algo así, pero mi madre cada vez me agarraba más fuerte a medida que íbamos corriendo por el camino de tierra. Miraba a cada rato hacia atrás, intentando que la tensión desapareciera de mis huesos, pero eso no pasó.
Cuando llegamos a la casa de la hermana de mi madre, todos estuvieron muy agitados en el momento que con un movimiento de mi mano las velas se apagaron y prendí fuego en una parte de la casa para luego apagarla de nuevo. Al ver la expresión de asombro y de miedo en el rostro de mi familia, supe que algo estaba mal conmigo, pero nunca supe que fue lo que las asustó, no realmente. Todas eran brujas y hechiceros ¿no? ¿Por qué me temían? Y fue cuestion de segundos en que la primera bola de fuego llegó a nuestro refugio.
- Al suelo - gritó mi tía Luxma, la hermana mayor de mi madre, pero el segundo arremetido fue contra ella. El grito desgarrador de dolor se escuchó unos segundos después, viniendo exactamente de mi progenitora que me mantenía aún pegada contra su cuerpo. Los demás sollozos llegaron después, cuando Phionía, la hija de Luxma iba hacia ella en gatas, pero en el proceso, una bola de fuego impactó contra su cráneo, provocando en mis tias y primos un nuevo grito de lamento.
Era tan desgarrador ver a mi familia siendo masacrada por los hombres de piel de acero, los humanos.
Fue allí que todas se acercaron a mí, haciendo un círculo a mi alrededor.
- ¿Es hora? - preguntó mamá y con un movimiento de cabeza, una de sus hermanas dijo que sí. Con una expresión en su rostro que no supe entender ella se giró hacia mi - Sé fuerte, Phoebe. - alargó el brazo para tomar mi mano y darle un ligero apretón, mientras que sus ojos verdes se hacían cada vez más brillantes hasta convertirse en una especie de rojo carmesí - Te amo.- susurró.
- Yo también - susurré al momento en que sonó otra explosión. Al ver a mi familia, noté como a todas les brillaban los ojos, cambiando a un color sobrenatural y cada una de ellas pusieron sus manos en cada pedazo de mi piel, quemándome.
Grité de dolor, cada emoción arremetía con más fuerza, miedo, ira, desespero, dolor, tristeza, cada uno siendo más fuerte que el anterior. Mi piel quemaba, solté un grito lleno de agonía, pero el dolor no se detuvo, creció cada vez más, hasta que mi vista se nubló.
Fue entonces que mis manos desprendieron un gran hilo de luz que fue creciendo a medida que iba agrandándose mi miedo y un canto se infiltró en mi cabeza dejándome un cosquilleo por todo mi pequeño cuerpo, hasta convertirse en una presión en mi cuello que no me dejaba respirar.
Las brujas somos tentación,
Cualquiera nos tiene miedo,
Podemos ser hermosas,
Pero no juegues con fuego,
Haremos magia hasta el final de los tiempos,
Y eso no será bueno...
Y luego, el ataque a nosotros había cesado, las campanillas que estaban cerca de la puerta habían dejado de sonar y la canción se había ido junto con toda mi familia. Ya nadie estaba a mi alrededor, ya no había humo, ni sangre, ni guerra. Todo se había evaporado, convirtiéndose en cenizas. Fue ahí cuando supe que estaba sola, que todo se había acabado, pero en eso llegó lo que más me temía, la oscuridad.
La maldita oscuridad.
- La tenemos - escuché decir, pero no pude abrir los ojos. Aún me sentía un poco aturdida.
- Llévensela.
¿A dónde me iban a llevar?
- ¿A dónde la llevaremos, mi señor? - escuché que preguntaba alguien más.
- A un lugar seguro, el rey francés aún no debe saber que la tenemos en nuestro poder.
- ¿Cree que sea conveniente?
- No - dijo después de un largo resoplido - Tenemos que sacarla de aquí.
- ¿De este estado, señor?
- No, del país. Avisen a todos mis hombres, quiero una caballería completa ahora mismo - entonces escuché sus pasos acercándose cada vez más - Y más te vale, Frederick, no decirle nada de esto a Bastian, porque si no te mata su ejército haré que el rey Arthur corte tu cabeza.
- Si, señor.
- Esta niña es peligrosa - gritó - Enciérrenla.
Y así fue como conocí la caja de metal.
Y las palabras de mi madre se proyectaron en mi cabeza una y otra vez:
¡Oh, Phoebe!
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La Tentación De La Bruja
FantasiAramis Roussel creció en un gran palacio... Phoebe Tavalas creció de calabozo en calabozo... Aramis tenía un reino sobre sus hombros... Phoebe tenía un pasado tormentoso... Aramis era el próximo rey de Francia... Phoebe era la bruja más temida por t...