Parte 6

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En los separos de la cárcel municipal Annie y Elisa se apartaron de las otras tres — ¿Crees que debemos llamar a nuestras familias? — Preguntó Annie — ¡No! ¡Hasta eso es algo que no viviría Elisa Leagan! ¡Tu y yo sabemos que tenemos el dinero para salir de aquí! Hay que esperar, ¡No pretendo seguir a Lily en todas sus locuras! ¡Sigues siendo cobarde! — Respondió la pelirroja. — Pero ¡Ya llevamos dos días aquí! — Contestó Britter — ¡Quiero asearme! — ¡No, nos pueden dejar más de tres días aquí! ¡Hoy tendrán que soltarnos, porque no se ha comprobado el delito de robo! Además, ¡Recuerda que afortunadamente todas nos pusimos de acuerdo en la declaración! Y los caballeros no ratificaron su denuncia, ¡Así, que tranquila! — Y ¿Por qué no se los has dicho? — ¡Porque no soy bondadosa, Annie! ¡Cada quien, debe asumir las consecuencias de sus actos! Yo estoy aquí porque quiero, ¡No porque no pueda salir! — Decía Elisa que no dejaba de ver el rostro desencajado de Lily.

Luisa se paseaba de un lado a otro de los escasos metros con los que contaba la celda, en su andar no se fijó y tropezó con otra detenida. — ¡Fíjate, estúpida! — ¡Perdón! — ¡Nada de perdón! ¡Ya me tienes harta con tu vaivén y tú con tus lloriqueos! — Decía una mujer ya madura con aspecto de dedicarse a la vida nocturna — ¡Sí, te estoy hablando a ti! — Al decir esto jaló del cabello a Susana, que desde que llegaron no paraba de llorar, no solo por estar en ese lugar, sino por el desprecio de Terrence. — ¡Ay! — Gimió Susana, que se fue de espalda hacia el cuerpo de la mujer. — ¡Suéltame! Lo haré cuando todas ustedes se callen, no han hecho más que llorar, vernos mal y sentirse superiores a nosotras. — Las demás detenidas comenzaron a vociferar en contra de las cinco chicas, que no daban crédito a las amenazas de esas mujeres de tan bajo talante.

Una regordeta mujer desde hacía rato miraba embelesada el cabello de Elisa, sin más se levantó del suelo y se acercó a ella, Annie se colocó detrás de su amiga temerosa de las intenciones de la presa. — ¡Me gusta tu cabello, linda! — Le dijo tomando un mechón de la rojiza melena, Elisa apartó su cabellera y molesta le increpó — ¡No me toques con tus asquerosas y gordas manos! — ¿Qué te pasa, princesa? Acaso ¿Te incomoda mi presencia? — ¡No, tu presencia, no! ¡Me incomoda tu existencia! ¡Aléjate de mí! — En ese momento con ambos brazos Elisa aventó a la mujer, que se fue de bruces sobro otra mal encarada detenida, quien tal cual resorte se abalanzo sobre la pelirroja, que con rápidos reflejos se hizo a un lado, provocando que Annie recibiera el golpe.

Lily se levantó y jaló a Annie, pero la regordeta, que inició todo se le fue encima jalándola del cabello también. Las veinte féminas que acinada compartían la celda de repente se levantaron para participar en la contienda, todas se golpeaban unas a otras, Elisa en un rincón reía al ver la campal que se había armado, sin embargo, otra presa le dio un golpe con el puño cerrado en el rostro, al ver que un líquido caliente resbalaba por la comisura de su labio, no dudó en devolver el golpe, aunque para ello, se quitó un zapato. Los guardias del lugar soplaban los silbatos intentando poner fin a la pelea, sin resultados. Lily tumbada en el suelo recibía fuertes golpes en la cara, Luisa era controlada por otra mujer, que le torcía el brazo, Susana recibía porrazos por todos lados, cada que intentaba pararse, volvía a ser golpeada cayendo de nuevo, Annie en posición fetal trataba de pasar desapercibida, en tanto que Elisa seguía pegando a diestra y siniestra. Un policía que se introdujo en la celda fue desmayado por un zapatazo que le cayó en la cabeza. Un silbido más fuerte, precedido de un grito detuvo la riña cuando dijo — ¡Esas ternuritas acusadas de robo! ¡A la reja con todo y chivas! — Lily, Susana, Annie y Luisa lo más rápido que pudieron salieron de la celda, la última era Elisa que sintió como le jalaban su melena, no podía zafarse del agarre, no obstante, jaló con mayor fuerza logrando desprenderse, pero con ello un mechón de pelo, que quedó en manos de la regordeta, quien sonriente levantó una gruesa mata del rojizo cabello imitando a los toreros para mostrar el rabo del toro, provocando las carcajadas de las demás que permanecerían encerradas. Elisa salió de inmediato llorando del dolor y coraje por la derrota.

Una vez afuera, les fueron devueltas sus pertenencias, buscaron inmediatamente dinero para regresar a las Vegas, con trabajos lograron reunir lo suficiente para abordar un autobús, que tardaría más de un día en llegar a su destino. Ya en el departamento, que todas rentaban, después de ducharse y comer algo, las cinco se encontraban en el salón, Lily no había dejado de maldecir a aquellos malnacidos que las habían enviado presas. — ¡Me las pagarán! ¡Juro que me las pagarán! ¡Tenemos que alcanzarlos! — Pero ¿A dónde? — Cuestionó Luisa. — ¡Pues al siguiente punto de su itinerario! — ¡Es ilógico! ¡Saben que tienes la agenda de Albert! ¡No irán a ese punto! — Comentó Susana — Y ¡Se te olvida que no contamos con dinero! ¡Todo lo que teníamos lo usamos para llegar a México! ¿De dónde sacaríamos más? — ¡No lo sé! Pero ¡Esto no se quedará así! — Continuaba Lily, quien destellaba furia por los ojos. — Y ¿Si, vamos a sus casas? En la agenda viene la dirección de mi ángel de ojos celestes, pero ¿Las direcciones de los demás? — Yo puedo obtener la de Terry, Annie y Luisa deben saber la de los Ardlay — Continuaba hablando Susana. — En ese momento Elisa salió del salón su celular timbraba y fue a contestar la llamada a su habitación. — ¿Annie? — Le llamó Lily — ¡Dame la dirección de Archie, ahí estarán los otros dos! Susana ¡Indaga la dirección de Terrence! ¡Elisa! — Está en su recámara — Dijo Luisa — ¡Bien! ¡Abóquense a eso! Yo voy a arreglarme, tengo que salir — ¿A dónde irás? — ¡A conseguir el dinero para ir a Nueva York! — Concluyó Lily con determinación.

En su cuarto, Elisa hablaba con su hermano, Neil le comentaba lo acontecido con Candy, Molly, Karen y Patty. — ¡Hermanita! ¡Esta es la oportunidad que tenemos para vengarnos de todos los Ardlay! — ¡Puede ser! Pero esas no se tragarán tus trampas y menos Karen, que es la más inteligente de todas. — ¡Tal vez! Pero, en cuanto vean las fotos y los vídeos que les mandamos a sus novios, ¡Doblarán las manitas! — Los hermanos confiaban el uno en el otro; así que la pelirroja aprovechó para ponerlo al tanto de lo sucedido en las Vegas, así como en la Riviera Maya. — ¡Creo que eso también lo podremos aprovechar! — Comentó Neil — ¡Sí! Es la hora de que esos paguen, incluso Albert, quien se ha encargado de despojarnos de todo lo que nos dejó la tía abuela. — ¡Exacto! Hay que vernos, para detallar, qué es lo que haremos — Mientras ¿Qué hago con las chicas? — ¡Déjalas que se vayan a Nueva York! Diles que allá las verás. Nos vemos en tres días en la mansión. — Explicó Neil, dando por terminada la llamada.

Lily trataba inútilmente de cubrir los moretones que tenía en la cara, no se cansaba de repetirse a sí misma que esos desalmados se la pagarían, en su camino a lograr atrapar a un hombre que cumpliera todos sus deseos, nunca se encontró a uno que fuera joven y atractivo, además de atento y caballero. Estaba segura de que Albert era el hombre de sus sueños que ella esperaba. Aún no tenía claro de lo que harían una vez llegando a Nueva York, lo único que tenía claro era que conseguiría el apellido Ardlay, aunque fuera lo último que hiciera. Luisa por su parte, no le disgustaba Stear, desde le colegio le pareció un buen tipo y si era su oportunidad de entablar una relación con él, lo haría, el amor llegaría con el tiempo. Susana, más que despechada estaba deprimida, no podía concebir que Terrence se resistiera a sus encantos, cuando estudiaban juntos, hizo lo que pudo para estar con él, pero no lo logró a pesar de sus mil tretas para entramparlo. Por su parte Annie pareciera estar obsesionada con Archie, el desamor del chico logro mermar su autoestima, se sentía despreciada e insegura, se miraba al espejo y la imagen que, éste le devolvía le desagradaba, hizo muchos cambios en su persona, se aumentó el busto y los glúteos, su forma juvenil de vestir dejaba a la vista esos atributos, que, durante el noviazgo con el menor de los Cornwell, nunca mostró. Se arrepentía de no haber cambiado en ese entonces, pero la poca atención del joven con ojos color avellana le dedicaba fue minando su paciencia, al grado de convertirse en desesperación, rayando en la locura, que la orilló a armar un escándalo para obligarlo a casarse con ella. A pesar de todo, nunca se arrepintió, prefirió jugar sucio sabiendo lo que arriesgaba.

Elisa, participaba solo por diversión, su vida era tan aburrida, que su recorrido por varios amantes, no le proporcionaba la adrenalina que la hiciera vibrar, sentir emociones que la llevaran a un éxtasis cada vez más exigente, a pesar de gustarle pertenecer a una clase social privilegiada, llegó un momento que no soportó la monotonía, buscó excitantes actividades plegadas de incertidumbre y excitación, que la exaltaban más por ser ocultas a su familia. en realidad, no buscaba el amor, resignada estaba ya a no generarlo, ni sentirlo, lo que quería era seguir con su doble vida hasta que se cansara o que su juventud se marchitara.

George Villers esperaba en el lobby del The Island House de las Bahamas a que llegara Albert con todos los demás. Albert lo llamó para que pudiera explicarle en persona todo lo sucedido con las damas que se encontraron en las Vegas. — ¡William! — Saludó George — ¡Vine lo antes posible! — Habló acercándose al grupo de caballeros que llegaban de esquiar en el mar. — ¡Vamos a una de las habitaciones! — Conminó Albert. — ¡Por favor! ¡Que sea en otra y no en la mía! ¡Casi estoy creyendo que me traen mala suerte!... Jajaja... —Comentó Terrence — Al escucharlo, Archie aventó levemente a Stear contra el castaño, quien perdió el equilibrio y para no caer de lleno al suelo, se sujetó de los calzoncillos de Anthony, mismos que por la fuerza de la caída no se sostuvieron y se bajaron, dejando al descubierto el trasero de Tonny, quien quiso subirlos de inmediato, pero Terry los tenía fuertemente agarrados. — ¡Terry! ¿Qué haces? ¡Me estas dando miedo! — ¡Miedo! ¿De qué? — Respondió el inglés soltando de inmediato la prenda y sobándose el codo para levantarse. — ¡¿Cómo de qué?! ¡De ti y tus perversiones! — Contestó Anthony muy serio, pero se esforzaba para no reírse. — ¡¿Perversiones?! ¡Habla claro! — ¡Sí! ¡Con tu técnica para revivir borrachos y ahora bajándome los calzoncillos para ver mi hermoso trasero! ¡Creeré que sí bateas para el otro lado! — El rubio menor no aguantó más la risa, ya que los demás se carcajeaban por el comentario, pero sobre todo por la cara de Terry. El barullo se escuchaba por los corredores, llamando la atención de unas hermosas jóvenes. — ¡No, no, no! ¡No volveré a ver a otras mujeres! — Comentó Stear — ¡No, para nada! Todavía no puedo dormir de pensar en la locura de Annie — Exclamó Archibald — ¡Cierto! ¡Yo todavía no veo a Karen y ya temo la que se armará! — El comentario de Anthony reavivó las carcajadas, que por un momento se apagaron.

Una vez en la habitación de Terrence, la cual fue designada por todos para hacerlo rabiar, Albert le comentó todo lo ocurrido, la mano derecha del magnate le dijo que tomaría precauciones y mandaría a investigar a las mujeres en cuestión conociendo de antemano, lo sabido de Annie, Luisa y Susana, por medio de ellas, una investigación realizada a ellas, podrían conocer quienes eran las otras dos féminas encargadas de estropear las vacaciones de los cinco flamantes caballeros. Les informó que, sus números de móviles cambiaron, entregándoles nuevos aparatos, pero que había solicitado a la compañía telefónica que les proporcionara los archivos digitales para revisar la información que llegó a los antiguos números para ver si hubiesen marcado o mandado mensajes las susodichas damas. Los chicos los tomaron añadiendo que por la noche revisarían los datos con calma. Al ser necesaria la presencia de Villers en el consorcio Ardlay se regresó de inmediato a Nueva York, estaría en contacto con Albert para informarle de las pesquisas.

En Hawái, la resaca había hecho mella en las jóvenes, quienes después de despertar en la playa del hotel, se fueron de inmediato a su cabaña, no sabían cuántas personas las habían visto en semejantes circunstancias. Karen tenía la duda de lo que habían hecho, así que antes de llegar pasó a la recepción a pedir las grabaciones de las cámaras de seguridad para verificar todo aquello, que por el momento no recordaba. Ninguna tenía idea del por qué se quedaron en la playa, así que esperaban, que por medio del contenido en los discos magnéticos les diera la respuesta. Candy intentó llamar a Terry, pero no logró su objetivo el móvil de su novio la mandaba a buzón; las demás hicieron lo propio, sin embargo, el resultado fue el mismo, nadie se pudo comunicar. — ¡A caso! ¡¿Estamos ebrias, todavía?! — Cuestionó Patty — ¿Por qué lo dices? ¡Yo lo que tengo es un tremendo dolor de cabeza! — Contestó Molly — ¡Porque se nos olvidó, que los chicos no tienen celulares! — ¡Yo creo que hoy nos llamarán con sus nuevos aparatos! — ¡Es verdad! — Comentó Karen, pero ¡No sabemos si nos hablaron aquí! — ¡En recepción nos hubieran dicho que teníamos mensajes! — Intervino Candy — Lo que no sabían las jóvenes era que la recepcionista informaba de todo a Neil, quien que salió de su cabaña para ir con su amiguita, quien le llamó para decirle lo de las cámaras.

Jake estaba en el hotel de Charles y Joseph, hablaban del siguiente paso del plan. — ¡Dime! ¿Por qué quieren perjudicar a esas muchachas? — Cuestionaba Charles — ¡Yo no tengo esa intención! ¡Es Neil! — Y ¡Yo nací ayer!, ¿No?! Por favor Jake, todos sabemos el recelo que le tienes a tu ex, ¡Así que reconócelo! — ¡Esta bien! ¡Sí, quiero vengarme de Molly! — ¡Ya supéralo! Si en su momento lo arruinaste, ahora no te queda más que aceptarlo y seguir. Yo vine porque pensé que era otra clase de diversión, pero ¡Me estoy arrepintiendo! — ¿Qué dices? ¡No, no te puedes ir! Justo Neil vendrá más tarde para detallar lo que haremos — ¡Lo sé! Pero no me gusta la idea de hacer daño a nadie. Esas chicas no me han hecho nada. — ¡Neil te pagará muy bien el favor! De eso puedes estar seguro — Joseph solo escuchaba, él si necesitaba el dinero, odiaba su trabajo y ese pago le vendría muy bien.

Momentos más tarde llegó Leagan. — ¡Hola, caballeros! Veo que ya están listos — ¿Listos para qué? Justo platicaba con Jake, que no me gusta esto, creo que no terminará bien y yo no quiero problemas. — ¿Qué problemas? ¡Te aseguro que no los tendrás! ¡Sólo quiero bajarle el orgullo a mi primita! ¡Y a las demás de paso! ¡Se sienten muy seguras de su boda! — ¡A eso me refiero! ¡No debemos hacer eso! ¿En qué te perjudica que se casen? — ¡A mí en nada! ¡Ya te dije! Solo quiero darles un pequeño susto. ¡Además te pagaré muy bien! — ¡Sabes que yo no vine por eso! — Pero ¡Yo sí! ¡Cuenta conmigo Leagan! — Interpeló Joseph — ¡Mira Charles! ¡Si te quieres ir! ¡Hazlo! Pero ¡Recuerda todo lo que me debes! — El rubio se quedó callado, dado que le debía cierta cantidad a su amigo. — ¡Esta bien! Pero con esto ¡Mi deuda queda saldada! — ¡Sí! ¡Te doy mi palabra!

Las chicas revisaban las imágenes de las cámaras de seguridad, en ellas sólo se les veía bailando, bebiendo de la botella, meterse al mar vestidas para después quedarse dormidas, sin embargo, Karen observó un detalle, que las otras no, al fondo en uno de los pilares de la entrada del centro turístico, estaba Jake, grabando todo lo que hacían. — ¡Yo presentía esto! ¡Esos sujetos nos seguirán a todas partes, hasta involucrarnos en algún problema — Dijo Karen — Entonces ¡Vámonos de aquí! — ¡No, queridas! — ¡Tengo una idea mejor! ¡Haré unas llamadas y luego les informo, lo que haremos! — La chica tomó su celular y se salió a la alberca para hablar.

La noche cayó en la paradisiaca playa de Nasáu, Terrence compró una laptop para revisar los archivos que les entregó George, estaba a la intemperie recostado en una poltrona, tomaba un Kalik, bebida tradicional de las Bahamas. Comenzaba a abrir uno de los archivos, pero recordó que no le había llamado a Candy, tomó su celular, marcaba el número, cuando de pronto sale Anthony, Stear y Archie gritando como locos. — ¡Albert, Terry! ¿Ya vieron su información? — ¡Esta en eso, pero preferí llamar a mi pecosa! — ¡Mejor no le llames! — Comentó Stear — ¡No, sí! ¡Mejor llámala! ¡Así no pelearás antes de verla! — ¡Llámala! — Insistió Archie! — ¡Anda! — Exigió Tonny — ¿Qué pasa! — Interrumpió Albert que se unía al grupo, que de por sí, era escandaloso — ¿Por qué dicen que me enojaré! — ¡Díganme! — Exigió el inglés, quien se dirigió a tomar su computadora, pero Stear fue más rápido y casi se la arrebató — ¡Confía en mí, Terry! ¡Llama a Candy! ¡Y te contamos lo que pasa! — ¡Confía, en ellos amigo! — Intervino el rubio mayor — ¡Lo haré! Pero, espero que sea realmente importante ehh...

La premura por saber qué tenían que decir los primos Ardlay motivó al castaño a realizar una breve llamada, diciendo a Candy que le llamaría más tarde. — ¡Ahora sí! ¿Qué demonios se traen! — ¡Molly me engañó! — Dijo Archibald de pronto — ¿Estás jugando? — ¡No solo ella! ¡Karen, también! Se la están pasando muy bien, ¡Tanto que encontraron con quien hacerlo! — ¡¿Bromean?! ¡Las chicas no son así! — ¡Mira por ti mismo! — Señaló Stear. Terrence tomó su equipo de cómputo y comenzó a ver las fotos, en una de ellas se le veía a Candy recibiendo algos de Neil Leagan — Grandchester aventó la máquina y apretando la mandíbula apuntó — ¡Esto lo aclararé de inmediato!


Continuará...

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