1. ¿Quién Es?

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Rea conoce la piel de Ilán.

Sus manos habían delineado el moreno cuerpo de su omega cientos de veces. Lo ha besado, ha mordido su cuello y ha dejado moretones en sus hermosos muslos. Conocía cada uno de sus lunares y todas las noches solía acariciar las cicatrices en sus delgadas muñecas para darle tranquilidad a su indefenso esposo.

Así que Rea podía afirmar que no había nada en la piel de su omega que ella desconociera. Incluyendo las marcas del embarazo que Ilán odiaba porque lo hacían sentirse feo. Pero para ella sólo eran otra huella perfecta en el cuerpo de su omega. Otra marca que le indicaba que él le pertenecía solo a ella, que él había tenido a sus cachorros.

También conocía sus temores y sus fortalezas.

Él amaba los corales y el mar. Odiaba los espacios cerrados pero adoraba su nido. Ilán tomaba té de lavanda todas las tardes y le cantaba a sus bebés una melodia en específico para dormirlos.

Rea conocía su forma de cocinar, su forma de moverse al hablar y su risa escandalosa. Ilán siempre quemaba el pan tostado y le ponía demaciado condimento a la pasta. Pero todo lo que fuera horneado le quedaba delicioso.

Estornudaba mucho al doblar la ropa limpia y Rea se burlaba de él por estornudar como un gatito.
Ilán siempre dejaba las puertas abiertas, ella solía tener que ir detrás de él cerrando todo lo que él abría. Eso sí, el infierno se desataba en casa cuando ella dejaba ropa sucia fuera del cesto.

Ilán olía como a frambuesas. Irónico, pues era alérgico a las frambuesas.
Ilán era suyo. Eso lo sabía Rea con seguridad. Porque ella poseía hasta los más pequeños detalles de él. La más mínima fracción de su alma y su cuerpo estaban guardadas entre sus manos. Y por eso, Rea esta segura de que reconoce todo lo que le pertenece...

—¿Amor, que pasa?

Rea se sobresaltó al escuchar la voz suave de Ilán. Últimamente la presencia de su esposo era difícil de detectar, a veces sentía como si él apareciera de la nada. Antes, sus pasos eran escandalosos y ella podía saber en qué habitación estaba, aún sin verlo.

Era escalofriante. Se sentía como vivir con otra persona.

—Aria se quedó dormida en mi oficina y vine a dejarla en su cuna... —Rea acarició el rostro de su pequeña. Lucía como una estrella de mar con sus bracitos extendidos a lo largo y ancho de la cuna. Aria era la viva imagen de Ilán cuando dormía, ambos hacían adorables ronquidos de vez en cuando y hacían gestos graciosos aún con los ojos cerrados.

—Claro... —El omega murmuró —¿Vienes a la cama? Ya tengo sueño y no creo poder dormir sin ti...

—Tengo cosas que hacer aún, luego te alcanzo.

Ambos se quedaron en silencio. Rea no separó su mirada del rostro dormido de la pequeña. Una sensación fría en el estómago se extendió por todo su cuerpo cuando sintió a su esposo abrazar su espalda. Las manos calientes de Ilán la rodearon hasta unirse la una con la otra sobre el estómago de la alfa, como una camisa de fuerza.

Ilán siempre había tenido las manos frías. Rea solía acariciarlas con especial frecuencia solo para calentarlas con las suyas.

—Espero que sea mi imaginación... —El omega frotó su mejilla contra uno de los omóplatos de su esposa —Pero últimamente estás rara conmigo. Ya no me tratas como antes, incluso me miras diferente.

—Será tu imaginación —La alfa intentó separarse de los brazos del más pequeño. Se sentía extraño estar junto a él. Ilán jamás habia poseído tanta fuerza, pero Rea percibió que él podría dejarla sin aire de lo fuerte que la sujetaba.

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