Episodio 3

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Así fue como los días se abrieron paso en la finca de los Rengoku. Durante algunas noches, Nezuko hacía su aparición en la habitación de Tanjiro y luego avanzaba por los pasillos adentrándose hacia la fuente de las voces que habitaban en el hogar. Cuando Senjuro la vio por primera vez, sintió miedo dado que nunca había tenido a un demonio tan cerca suyo. Sin embargo, con el paso de los minutos se dio cuenta que no había nada porque temer. De hecho, uno de los pasatiempos nuevos para el menor de la familia era peinar y trenzar el largo cabello del demonio.

También se dio paso al entrenamiento extenuante que recibió Tanjiro una vez que puso un pie en la finca. Si antes Rengoku le hacía sudar hasta la última gota, ahora lo dejaba jadeando con solo con el calentamiento. Al ser tsuguko del pilar de las llamas, el entrenamiento tenía que ser digno para un alumno de ese nivel. Si Tanjiro se tratara de un limón, Kyojuro haría hasta lo imposible para exprimir hasta la última gota del potencial de aquel joven.

Sin embargo, las tareas de su tsuguko no se limitaban a entrenar. Rengoku también le enseñó la fenomenología detrás de las respiraciones, así como también el origen de cada una de ellas y como emplearlas para curar distinto tipo de heridas. Además, le entregaba de manera semanal un pergamino de su familia que podría ser de utilidad para aprender más sobre la respiración de fuego. Tanjiro estaba agradecido por la forma en que el pilar lo estaba nutriendo de conocimiento. Por otro lado, Rengoku tampoco se quedaba atrás. Dado que su condición lo limitaba a ciertas cosas, centró su atención en los otros pergaminos que la familia poseía. Así como también, ayudaba a Senjuro a reconstruir el pergamino que su padre había hecho añicos. En cuanto vio el estado del pobre documento, Rengoku quedó desconcertado mientras se preguntaba cual habría sido el origen de la furia de su padre para romper tan sagrado escrito.

Otras de las tareas que tenía Tanjiro, para desgracia de Rengoku, era ser su enfermero personal. Esta última tarea le desgradaba en sobremanera, dado que su orgullo se sentía rebajado por estar al cuidado de su tsuguko. Se suponía que era el deber de los maestros cuidar la integridad física de los alumnos, no al revés. Pensar en aquello le dejaba un sabor amargo en la lengua. Aun así, pese a su desagrado por ser cuidado, le estremecía el corazón ver que el chico era tan atento y dedicado en estas tareas de esta índole. Sonrió amargadamente en pensar que tal vez Tanjiro se había acostumbrado debido a que cuidó a su padre hasta la llegada de su muerte. Sentía cierta empatía con el niño, dado que vio a su padre cumplir con dicha labor.

—¡Que miseria la mía, ser cuidado por mi tsuguko, que barbaridad! Esto debería ser una deshonra para cualquier hashira—dijo Rengoku con su característico entusiasmo.

—No debería pensar así—dijo Tanjiro entregándole un vaso de agua—Yo solo quiero lo mejor para usted, y si eso significa tener que cuidarlo, no tengo problema alguno.

—Es innecesario—dijo Kyojuro sin ánimos de seguir con la conversación.

—A menos que —dijo Tanjiro pensando con detenimiento lo que iba decir—usted piense que soy una molestia.

—¿¡Qué!? ¡Por supuesto que no! —dijo el rubio atragantándose con el agua—¡Yo jamás pensaría algo así!

—Solo fue un pensamiento que se me cruzó en la mente— dijo Tanjiro defendiéndose—Me basta con saber que usted no piensa así de mí.

—Pues seré directo para que te quede claro, Kamado— dijo Rengoku seriamente— No eres una molestia para mí, al contrario, me ayudas en muchas cosas, sobretodo a distraerme.

Tanjiro levantó una ceja con lo último que dijo el rubio. Entonces preguntó:

—¿Distraerlo? ¿A qué se refiere?

Heridas SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora