Episodio 1

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Lo único que escuchó por un tiempo fueron voces. Todas eran distintas, pero la mayor parte del tiempo se repetían con frecuencia. Le hablaban de temas triviales, temas como la llegada del otoño, la frescura que había tomado paso durante las mañanas, el cambio de ropa, entre otros. También había otras voces que rogaban por su salud y esperaban una pronta recuperación y despertar.

Era triste, pero lo que más anhelaba en ese momento era dejar de escuchar todo como un espectador y poder integrarse a la conversación.

. . .

El té verde humeaba sobre la pequeña mesa de madera. En la mansión mariposa, Shinobu recibió a Mitsuri, quien venía de visita con mayor frecuencia las últimas semanas. Ambas estaban en silencio, no querían cruzar palabras dado que el ambiente de la mansión era tan tenso y deprimente, que lo mejor era permanecer así. Por otro lado, Mitsuri se encontraba levemente incomoda con la presencia de la otra Hashira, dado que en momentos como estos solo se limitaba a ser un estorbo.

—Yo...—dijo la pelirosada con algo de vergüenza—Me gustaría poder hacer más.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Shinobu estoicamente.

—Tú entiendes a lo que me refiero.

—Lamentablemente su situación es crítica. Intentamos hacer todo lo posible para poder tratarlo.

—Lo sé—dijo la pilar del amor tomando suavemente la mano de Shinobu—Soy consciente de las capacidades de tu gente y sé mejor que nadie que él no podría estar en mejores manos. Es por eso, que me siento como una molestia por no poder ayudar de otra manera.

—No seas tan dura contigo misma. Además, no es como que podamos hacer más. Solo queda que el tiempo haga lo suyo.

Mitsuri frunció los labios y bebió un poco del té verde, iniciando nuevamente el intranquilo silencio. Entonces, añadió nuevamente.

—Cuando llegué me topé con el joven Kamado. Me comentó que se le había asignado una corta misión.

—De cierta forma es bueno que regrese con sus labores. Tenerlo aquí tampoco le hace bien. Estoy segura de que aun siente culpa por lo sucedido.

—Es un chico muy noble.

—Así es. Demasiado noble. Además...

Shinobu no pudo continuar dado que escuchó el ruido de un jarrón estrellarse contra el piso. Lo habría ignorado por completo si no hubiera sido por unos tropezones que se escucharon a continuación. Ambas se levantaron con la guardia en alto y se acercaron para correr la puerta corrediza. Sin embargo, esta fue abierta lentamente dejándolas a las dos expectantes. Su sorpresa aumentó al ver la mano vendada intentando abrir la puerta con mucho esfuerzo.

—¿Dónde....Dónde estoy?

Las mujeres quedaron anonadadas por lo que vieron frente a sus ojos. Ver a Rengoku haber vuelto del mundo de los muertos era algo que llenaría de asombro a cualquiera. Sin embargo, su aspecto era tan demacrado, de hecho, el hombre intentaba a duras penas sostenerse con el marco de la puerta. De pronto, se asustaron al ver como el rubio comenzó a toser desprendiendo un poco de sangre en la palma de su mano.

—¡Oh Dios mío!—dijo Mitsuri entrando en pánico— ¡Rengoku!

—¡Niñas! —exclamó Shinobu y sin perder el tiempo fue a sostener al rubio antes de que este se desplomara hacia el suelo — ¡Mitsuri! Ayúdame a devolverlo a su habitación. Por nada del mundo puede estar de pie.

La chica de cabellos rosados asistió y se puso del otro lado del Hashira para serle de apoyo. El hombre estaba desorientado, y con el hilo de voz que tenía lo único que preguntaba era que había pasado. En cuanto las niñas llegaron, lo recostaron nuevamente en el futón y le inyectaron tranquilizantes para que no se alterara.

Heridas SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora