Luego de la noche del festival, el hijo mayor de los Rengoku estaba más callado que de costumbre. Se hallaba pensativo mientras observaba a los nuevos pececitos en la espaciosa pecera rectangular. Tanjiro lo miraba de reojo mientras ayudaba a Senjuro a secar los platos tras la cena.
—Creo que me iré a dormir —dijo Rengoku levantándose del suelo y dirigiéndose hacia su hermano y aprendiz.
—¿Quieres que te lleve un poco de té verde a tu habitación?
—Lo agradecería mucho. Me vendría bien con la medicina.
Tanjiro dejó que su maestro avanzara y esperó a que Senjuro tuviera lista la bebida para luego seguirlo. Cuando estuvo frente la puerta de Kyojuro, respiró hondo y la corrió. Entonces lo vio frente al espejo aplicándose una pomada en la herida que tenía en el estómago.
—¡Perdón! —dijo Tanjiro ruborizándose. Inmediatamente se dio la vuelta para darle la privacidad que su maestro necesitaba.
—No te preocupes—dijo Rengoku con una sonrisa conciliadora —Ya estoy terminando.
Tanjiro esperó pacientemente a que el hombre estuviera listo. Así que por mientras dejó la puerta junta y esperó su llamado. Cuando lo escuchó pronunciar su nombre, el chico de los cabellos borgoña inhaló profundo y abrió. Entró con el cuerpo tieso y Rengoku no hizo nada más que reírse sonoramente.
—No te angusties tanto, mi muchacho— dijo de forma alegre— no tengo nada que ocultar. Además, no hay nada que tú no conozcas. Ambos somos hombres.
—De todas formas, debí pedir permiso antes de— dijo Tanjiro entregándole el humeante té verde que Kyojuro recibió.
—Muchas gracias.
Tanjiro observó como Rengoku tomó su medicina de manera silenciosa. El hombre había estado tan callado últimamente que podía sentir su ausencia pese a que estaba solo a unos metros de él. No le molestaba, pero extrañaba la forma parlanchina en que su maestro solía hablarle. Por otro lado, su aroma era inexcusablemente distinto. Desprendía miedo, preocupación y tensión.
El joven espadachín temía por ser impertinente, pero no le quedaba otra opción.
—Señor Rengoku—dijo dudoso atrayendo la atención del pilar de la llama.
Tanjiro podía notar el titubeo y el nerviosismo en su voz. Sin embargo, se armó de todo el valor posible y continuó:
—¿Qué le sucedió la noche del festival?
Los nervios afloraron en el cuerpo de Rengoku, aun así, su rostro se mantenía pacífico y tranquilo. Entonces dijo:
—Simplemente ver a tanta gente me dio claustrofobia.
—No sabía que lo era.
—Yo tampoco— dijo desviando la mirada a la esquina de la habitación—pero de seguro fue pasajero.
—¿De verdad fue solo eso? —preguntó Tanjiro enfáticamente —Puede que usted me vea como un niño, pero puede confiar en mí.
Los ojos de Tanjiro lucían tan brillantes que Rengoku sintió como la culpa carcomía su alma. Confiaba en su aprendiz, confiaba en Tanjiro Kamado. Sin embargo, había cosas que no podía compartir, ni siquiera en la persona más confiable.
—Lo siento por preocuparte, mi muchacho—dijo Rengoku tomando sus manos y las apretó con suavidad— pero de verdad eso es todo.
La mirada de Tanjiro se tornó triste y desvió el rostro para marcharse. Podía oler la mentira de su maestro a kilómetros. Su alumno cerró la puerta dejándolo solo en la oscuridad. Sintiéndose culpable, suspiró cansadamente y se quitó su parche. Una vez con el rostro completamente despejado, Rengoku dejó caer su cabeza sobre su almohada y sus ojos perturbados divagaron hacia el techo de su habitación.
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Heridas Silenciosas
FanfictionKyojuro Rengoku ha logrado sobrevivir tras la misión del tren y el ataque de Akaza. Pensando que eso fue lo peor a lo que se ha enfrentado, el pilar del fuego se dará cuenta de las dificultades que le tiene la vida deparada para el futuro.