Episodio 6

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Había pasado una semana y no había noticias de Tanjiro.

Rengoku observaba la taza de té verde que humeaba vigorosamente sobre el kotatsu. No había podido dejar de pensar en su alumno desde la última que vez se vieron. De hecho, cuando fue al comedor y no lo vio desayunando junto a su hermano supo que el chico se había marchado. En un principio su pecho se apretó en pensar que se había ido a la finca del pilar del amor. Sin embargo, Senjuro le explicó que la razón de su ausencia era una misión urgente que le habían asignado. De cierta forma, escuchar esa otra razón, logró que sintiera una inexplicable calma.

—¿Por qué lo preguntas? —preguntó Senjuro.

Kyojuro tensó los labios y desvió la mirada. No sabía cómo reaccionaría su hermano con el traspaso de la tutoría de Tanjiro a Kanroji.

—Por nada en especial. Solo quería saber dónde estaba Tanjiro.

De pronto el cuervo de Rengoku cruzó por toda la sala interrumpiendo la conversación de ambos hermanos. Extrañado, el pilar observó como el ave se posicionó en su hombro y dijo:

—El maestro requiere de tu presencia en su mansión al medio día.

—¿El maestro? —preguntó Senjuro con los ojos bien abiertos—me pregunto qué es lo que querrá.

—No tengo ni la menor idea. Sin embargo, no sería bueno hacerlo esperar.

Rengoku se levantó del suelo dispuesto a cambiarse a su habitación. Y en cuanto deslizó la puerta, se encontró con el rostro serio de su padre. Su mirada se posaba severa ante él ocasionando que Kyojuro se pusiera tenso. Por otro lado, el típico olor a alcohol se había disipado gradualmente. De hecho, podría hasta jurar que el hombre no había estado en contacto con ninguna sola gota de Sake. Sin embargo, no quería jurar en vano. Mucho menos por su padre.

—Padre— saludó Senjuro —buenos días.

—Buenos días, padre— lo hizo de la misma forma el hijo mayor desviando su mirada de su rostro.

Desde aquella vez que escuchó esas blasfemias dichas por su progenitor, Kyojuro intentaba a toda costa no cruzarse con él. Sentía vergüenza y tristeza de pensar en que Shinjuro dijera ese tipo de cosas de su persona. ¿Esa era la forma de pensar de un padre hacia su hijo? ¿Tan poco lo quería como para preferir tenerlo muerto antes que en vida?

—Buenos días—dijo Shinjuro pasando por el lado de su hijo.

Kyojuro avanzó por el pasillo escuchando como su hermano hacía el intento de dialogar con su padre, quien respondía con escasos monosílabos. En cuanto llegó a su habitación, se retiró la ropa de hogareña y abrió su armario para encontrar su uniforme perfectamente doblado. Lo miró con incertidumbre. No lo había usado en varios meses, y dudó en ponérselo. Después de todo no se sentía merecedor de portarlo. Sin embargo, tenía que hacerlo dado que el maestro exigía su presencia.

Cuando se encontró frente a la mansión del maestro Ubuyashiki, sintió nervios. Nervios que hace años no sentía y que lo hicieron recordar la primera reunión en la que asistió en lugar de su padre. Las miradas de los pilares se enfocaban en él y pese a que en ese entonces era muy joven, logró de forma excepcional esconder su inquietud.

Suspiró hondo, esperando nuevamente poder hacerlo de nuevo. Al entrar se deleitó de la belleza de los jardines de la mansión. No había cambiado en lo más mínimo, y las flores seguían siendo las mismas que la primera vez que puso un pie en el recinto. Entonces, se vio a si mismo años atrás, sintiendo esa mirada rabiosa de Sanemi sobre él.

"¿Acaso te crees digno de sustituir a un pilar?"

Rengoku apretó los labios como aquella vez sintiendo como los pensamientos pesimistas volvieron a brotar en él. Para ese entonces tenía una personalidad que irradiaba pasión, confianza y sobretodo orgullo por sus capacidades. De modo que las palabras del pilar del viento no causaron efecto en él. Sin embargo, ¿Y ahora?

Heridas SilenciosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora