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1967

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Empezó a cobrar sentido removiéndose lentamente. Sus manos estaban atadas en los posabrazos de la enorme silla. Luces parpadearon sobre su cabeza, las miró con ojos entrecerrados. No había nada que pudiera hacer para salvarse y lo sabía perfectamente.

Sus recuerdos eran fragmentos borrosos que se perdían en el pozo de su mente. Todo lo que podía hacer era intentar concentrarse en la situación que presenciaba. Sin embargo, los desgarradores gritos de la voz de una mujer se reproducían en su cabeza. Repetían su nombre con insistencia.

— Hola, pequeña. —un hombre entró en la habitación. Sonreía levemente mientras subía las mangas de su camisa blanca. Detrás de él lo seguían otros hombres, rostros serios y miradas intimidantes; vestían todo de blanco. A ella le asustó tanto que comenzó a remover se, su instinto de huida se ha IA activado—. Tranquila, no hay necesidad de alarmarse. —sonrió mostrando los dientes—. Confía en mí, yo soy tu papá.

— ¿Papá? —pronunció confundida y dejó de moverse—. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi mamá?

— Digamos que ella no volverá. —asintió con calma—. Pero es algo por lo que ya no debes preocuparte.

Su nombre era Heaven, tenía siete años cuando el doctor Brenner conoció a su madre, una mujer joven e ingenua con problemas de salud mental. Era inestable, incapaz de cuidar de la menor, y él se aprovechó de su vulnerabilidad. A base de engaños y sucias estrategias, Martin Brenner se encargó de arrebatarle la menor de sus brazos. Elizabeth Harris no pudo hacer nada en contra de él y entre lágrimas vio a su hija ser llevada, a cambio obtuvo dinero. Sin embargo, su dolor fue mayor y terminó quitándose la vida.

— Solo será un pequeño piquete. —tomó la jeringa entre sus manos viendo el terror en la cara de la niña.

Desde el momento en que el doctor Brenner tuvo en sus manos a la menor comenzó a planear su siguientes movimientos. Tenía el ambicioso plan de crear a más niños con poderes extraídos de número uno. Heaven sería su prueba piloto, esperaba que pudiera funcionar para después dar paso a la siguiente fase; tener a un gran grupo de niños superdotados.

Era un ambiente lleno de hostilidad. El frío de la habitación le heló los huesos y ella cerró sus ojos con fuerza, sus delgados y pequeños dedos se aferraron al cuero de la silla. Escuchó los pasos del hombre, lo siguiente que sintió fue la húmeda torunda mojando su antebrazo para después experimentar el dolor de la aguja atravesando su piel. El ardor vino a lo último, quemó su interior cuando empezó a esparcirse por todo su cuerpo.

Martin Brenner examinó la reacción de la niña, la miró a temblar y convulsionar hasta dejar de respirar, creyó que había sido un error y un experimento fallido. Con una mueca de disgusto se dispuso a abandonar la habitación para dejar que los trabajadores se encargarán de deshacerse del cuerpo.

𝐆𝐄𝐓 𝐀𝐖𝐀𝐘 | 𝙿𝙴𝚃𝙴𝚁 𝙱𝙰𝙻𝙻𝙰𝚁𝙳 001Donde viven las historias. Descúbrelo ahora