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1974

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1974

El olor a canela y caramelo se esparció por todo el comedor. El rostro de los niños se llenó de júbilo cuando encontraron el banquete colocado cuidadosamente sobre la larga mesa. A diferencia de todos los días, aquella mañana era especial, era víspera de navidad. La única época del año en que podían comer postres y disfrutar de las decoraciones coloridas.

Número dos observó las sonrisas de los demás en silencio. Se mantuvo apartada del resto apenas fue liberada y pudo incorporarse. Por alguna extraña razón dejó que tres fuera intimidante con ella cuando se cruzó con él en el pasillo. Quizás se debía a que le recordaba el castigo que recibió al lastimarlo. Dos preferió mantenerse lejos de los problemas y pasar desaparecida, ya no quería la atención de nadie más, excepto la de cierto ordenanza.

— Número dos. —el doctor Brenner se acercó a ella colocando su mano en la espalda de la niña. Su acción ocasionó que ella temblara y bajara la cabeza—. Parece que aún no le ofreces una disculpa a tu hermano. —de la mano traía consigo a número tres.

— Lo siento. —susurró ella mirando al suelo. Podía ver los zapatos blancos de lana del niño.

Martin asintió al ver como se daban la mano y con una seña hizo que los demás se dispersaran yendo a desayunar. Por el contrario, no dejó que número dos fuera con el resto.

— Sabes, número dos, siempre he considerado que hay mucho talento en ti. —metió las manos dentro de los bolsillos delanteros de su pantalón—. La primera vez que te vi me pareció ver una chispa, una luz refulgente en tu interior y un gran brillo en tus ojos. No solo has demostrado tener poderes inigualables, también eres inteligente, te he visto jugar ajedrez y es sorprendente lo que tu pequeño cerebro hace. —halagó sus habilidades—. Pero también he visto esa sombra sobre ti, un obstáculo que te impide avanzar, una profunda impureza enraizada en tu interior. Tienes que deshacerte de esa oscuridad o terminará devorándote.

Ella dejó escapar un suspiro asintiendo, sus manos se cerraron en puños mientras contenía su ira. El dolor en su cuerpo y el olor a quemado la obligó a mantenerse detrás de la línea. Martin Brenner comprendió que para disminuir la ira en número dos tendría que infundir terror en ella, o de lo contrario, se volvería peor que Henry Creel.

Los experimentos que había realizado con ella fueron más allá de darle los poderes de número uno, el uso de drogas psicodélicas y la mutación en sus genes fueron suficiente para crear a una niña con inusuales habilidades sobrehumanas. No creyó que fuera a funcionar, pero sobrevivió y se adaptó. Conforme fue creciendo demostró una gran destreza mental y poco a poco comenzó a revelar un potencial más alto que los demás niños del grupo.

— Papá no debió castigarte de esa manera. —número ocho se acercó a la niña, quien era tres años mayor a ella.

Heaven movía un cubo de rubik sin ánimos, al escuchar su voz levantó la cabeza para ver a la niña abrazando un oso de peluche, en seguida lo reconoció como el suyo, pero no dijo nada. Por el contrario, volvió a concentrarse en la pieza que sostenía.

𝐆𝐄𝐓 𝐀𝐖𝐀𝐘 | 𝙿𝙴𝚃𝙴𝚁 𝙱𝙰𝙻𝙻𝙰𝚁𝙳 001Donde viven las historias. Descúbrelo ahora