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1976

Heaven despertó incorporándose con violencia en la cama. El sudor le había adherido la bata como si fuera su segunda piel, pasó su antebrazo por su frente para quitarse la humedad de sus lágrimas. Nuevamente tuvo otra pesadilla donde se veía involucrada; varada en medio de un plano no terrenal corría sin rumbo, había alguien o algo persiguiéndola, clamando su nombre con una horrible voz que le helaba los huesos.

Miró el reloj en la parte superior frente a su cama. Marcaban las seis y media de la mañana, muy temprano para estar despierta cuando no tenía nada que hacer ese día. Con un suspiro se quitó las sábanas solo para descubrir algo mucho peor para ella. La gran mancha de sangre, en seguida subió su bata para mirar la sangre seca en sus piernas. Se asustó y corrió hacia la enfermería.

— ¡Doctora Ellis! —gritó alarmando a la mujer que se preparaba un café antes de comenzar con sus labores diarias.

— ¿Qué sucedió, número dos?

La adolescente alzó los hombros y con lágrimas le mostró la sangre que comenzaba a escurrir por sus piernas. Mordió su labio inferior y soltó un sollozo.

— N-N sé qué sucedió. De-Desperté así... —intentó explicarle entre sollozos—. ¿Me he lastimado?

— No es eso, dos. —se tranquilizó y sintió pena por ella. Le sonrió y le cedió un lugar en la silla frente a su escritorio. Por primera vez se detuvo a mirarla como persona y no como un experimento. Descubrió la madurez de su rostro y los cambios físicos que había tenido. Ya no era la niña de ocho años que había llegado hace casi diez años, ahora era una joven de dieciséis años. Se preocupó por no haberse dado cuenta antes—. ¿Quién ha estado a cargo de tu crecimiento y desarrollo durante todo este tiempo? —lanzó la pregunta con ironía.

— Una de las enfermeras me explicó que debía usar vendas para comprimir mis...pechos. —sus palabras salieron con timidez.

— Cariño, necesitas más que esa pobre y mediocre ayuda. Tienes dieciséis años. —mostró suavidad. Dándole una mirada se levantó yendo hacia uno de los casilleros donde rebuscó hasta encontrar lo que necesitaba—. Primero debes asearte.

Heaven pasó el resto del día aprendiendo sobre anatomía humana y los cambios durante la pubertad tanto en hombres como en mujeres. Su rostro se coloreó de rojo después de comprender ciertas cosas. Sació su curiosidad siendo consciente de que ya no era una niña y que debía actuar diferente ante diversas situaciones. Conoció lo que era la vergüenza y repudió ese sentimiento volviéndose aún más tímida.

Su ánimo decayó cuando al ingresar a la habitación arcoiris lo primero que vio su imagen reflejada. Caminó directo hacia el enorme espejo solo para quedarse parada frente a él. Por un momento se preguntó como se vería con el cabello largo. Veía a las enfermeras con su cabello perfectamente peinado, eran bonitas, y ella empezaba a envidiarlas, odiando su imagen con la cabeza rapada y piel pálida.

Caminó hasta la esquina de la habitación, desde allí miró a los niños disfrutar de su tiempo libre y de la diversión.

— Hola. —Peter la saludó sentándose junto a ella en posición de loto—. ¿Por qué estás aquí lejos de los demás? —preguntó con curiosidad.

— Quiero estar sola. —su rotunda negación curiosidad en el rubio. Ella recargó su mejilla derecha en sus rodillas pegadas a su pecho—. Deberías ver a Once, ella necesita más atención que yo.

— ¿Te molesta eso? —la sonrisa en su rostro no duró mucho, en seguida la borró cuando vio las gruesas lágrimas descender por las mejillas de Heaven. Ella intentó esconderlas colocando sus manos sobre su cara—. ¿Qué sucede dos, te sientes mal?, ¿quieres que te acompañe a la enfermería?

𝐆𝐄𝐓 𝐀𝐖𝐀𝐘 | 𝙿𝙴𝚃𝙴𝚁 𝙱𝙰𝙻𝙻𝙰𝚁𝙳 001Donde viven las historias. Descúbrelo ahora