𝐇𝐔𝐘𝐄━━ Su corazón era un dique pesado, su mente un foso profundo. Una imagen de rectitud, seriedad y misterio, sus labios siempre estarían cerrados a lo que había experimentado. La única prueba de su existencia era el tatuaje adherido a su muñec...
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1971
Las luces parpadearon y los objetos flotaron al rededor de su delgado cuerpo. Algunos cubos de plástico empezaron a desintegrarse ocasionando escurriera sangre de su nariz. Ella suspiró para canalizar el poder que emergía de su interior. Movió su cabeza hacia arriba haciendo que las luces brillaran con más intensidad, al mismo tiempo el volumen de la radio aumentó. Los nuevos niños se miraron entre sí fascinados por lo que apreciaban. Dos se retiró la venda de sus ojos y paulatinamente todo volvió a la normalidad.
— Bien hecho, número dos. —halagó el doctor Brenner dejando que Peter se encargara de tomar la venda y la ayudara a ponerse de pie. Aquella mañana los niños vestían un conjunto gris de algodón y lana. Era invierno y a pesar de la calefacción se sentía el frío de Indiana—. Ahora, ¿a quién le gustaría hacer lo mismo que su hermana?
— Yo, papá. —se ofreció número tres. Era un niño que a pesar de su edad se mostraba egocéntrico, deseaba sobresalir y tener el reconocimiento de su creador.
— Me alegro que tengan esa actitud cooperativa. —les sonrió esperando a que el cuidador pusiera la venda en los ojos del niño.
Número tres se concentró en sus objetivos haciendo que ciertas piezas se movieran a centímetros del suelo. A pesar de sus intentos no pudo encender el radio sin mantener la luz encendida. Había fallos en su demostración, y aún así el doctor Brenner aceptó su desempeño.
— Parece que pronto tendremos otra estrella entre nosotros.
La sonrisa en el hombre irritó a dos, quien frunció el ceño y apretó los puños con fastidio. Sintió celos de la atención que recibía número tres. No le gustaba que hubieran más niños a su alrededor para robarle el afecto que le daban. En un inicio quería tener compañeros, pero conforme el grupo se hizo más grande, ella fue perdiendo reconocimiento. Sentía impotencia y su mirada de celos no pasó desapercibida para Peter, quien sonrió levemente.
— Ahora, todos vayan a la habitación arcoiris. Merecen divertirse.
Número dos pasó junto a tres y tras darle una mirada retadora se puso delante de él en la fila. Su acción le dijo que ella iba primero que él sin importar lo que hiciera. A pasos decididos encabezó la hilera yendo hacia la sala de juegos.
— No estás concentrada. —Peter movió la pieza en el tablero quitándole otro peón. La diferencia de piezas que le había arrebatado era enorme. La frustración en dos era evidente hasta el grado de entorpecer su rendimiento en el ajedrez.
Antes de que pudiera decir algo para desahogarse, la sala se llenó de un fuerte llanto. Heaven ladeó su cabeza hacia la izquierda mientras sus ojos escaneaban la escena. Una de las enfermeras había ingresado a la habitación arcoiris con un bebé en sus brazos.
— ¿Por qué llora tanto? —preguntó sin quitarle los ojos de en cima—. No me gusta.
— Es un bebé. —dijo Peter, quien estaba parado detrás de ella con una postura recta y brazos detrás de su espalda—. Los bebés no hablan, el llanto es su única forma de comunicarse.