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⊹₊ ⋆ʀᴜɴɴɪɴɢ ᴜᴘ ᴛʜᴀᴛ ʜɪʟʟꜜ

Por mucho que le extrañase, Marlene no lloró. Quizás era porque llevaba años sin hacerlo; o porque ya esperaba una respuesta como esa; o simplemente porque se sentía tan desdichada por lo ocurrido a lo largo de su vida que no le quedaban fuerzas para llorar. Pero la opción que más le gustaba pensar era que Marc Spector no se merecía sus lágrimas. Ya lo había llorado en su momento, y ahora que se habían reencontrado y le había aclarado todo, podría cerrar la herida y decir adiós...¿No? Porque era eso lo que debía hacer ahora.

Pero Marlene no podía dejar de repetir sus memorias, de desear volver a aquellos tiempos donde, a pesar del tenebroso pasado, el presente lograba opacar la sangre.

—Si esto esto es lo máximo que has hablado sobre ti en toda tu vida, se ve que has estado realmente necesitado de un amigo—rió Marlene, acomodándose en la colchoneta sobre el lago, más cerca de Marc.

—Los amigos te abandonan, salen heridos...—divagó—. No es un hábito que los conserve.

—Bueno—se levantó, y Marc agarró sus piernas para que no cayera—, que suerte que no soy sólo tu amiga, Marc.

Debería haber escuchado sus palabras, quizás era demasiado optimista. Pero era lo malo de Marlene, siempre esperaba lo mejor de las personas, y Marc le demostró que no te podías fiar ni de las más cercanas. Se sintió tonta por haber confiado en el mercenario que atrajo al asesino de su padre.

Tras volver de haber informado a Layla y haber comprado algunas cosas, Marlene notó la casa sospechosamente silenciosa. Pensó que quizás se habría ido de nuevo —no le sorprendería dado su historial— pero el sonido de unos cristales al romper la alertó. Inmediatamente sacó su pistola y subió lentamente las escaleras. La puerta de la habitación principal se encontraba cerrada, así que la abrió haciendo el menor ruido posible, encontrándose la última escena que esperaba ver.

—Dios, Marc—suspiró guardando el arma.

El hombre se encontraba semi-desnudo con una botella de alcohol en la mano y otras dos vacías en el suelo. A su izquierda, el espejo tenía unas grandes rajas radiales y se percibían algunas manchas rojizas. Salió unos segundos y bajó a buscar el botiquín de emergencias, para luego volver a la habitación. Marc no apartó la mirada del cielo que se abría a través del balcón, ni siquiera cuando ella se arrodilló a su lado, examinando en busca de alguna otra herida.

—¿Por qué has bebido, Marc?—preguntó, no esperando una respuesta—. Antes no eras así, ¿qué le has hecho al espejo?

Cogió la mano sangrante y la limpió cuidadosamente antes de vendarla, el hombre no había hecho ni una mueca, absorto en sus pensamientos.

—Quiero ser libre—balbuceó.

Había sonado como un doloroso lamento, una súplica hacia alguien que no era ella. Marlene no entendía bien la situación de Marc, sentía que ahora estaba cara a cara con un extraño, y tenía tantas ganas de romper el muro entre ambos. Pero no lo haría. Porque ellos ya no eran Marlene y Marc, ya no había un ellos, ni lo volvería a haber. Él había tomado una decisión sin siquiera decírselo, y aunque no sabía exactamente qué había decidido —aunque claramente eso conllevaba a abandonarla— ella lo respetaría y se apartaría de su vida como había hecho él antes. De todas formas, ya no quería verlo más.

—¿Qué dices?—frunció el ceño.

—Quiero volver con ella—rogó, su rostro se contrajo, casi aguantando las ganas de llorar.

La mujer soltó un suspiro y se dejó caer a su lado, dándole un trago a la botella que le había arrancado de las manos. Las primeras lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Se había prometido no llorar, quería ser fuerte, demostrar que no le importaba la situación. Pero también se había prometido no volver a Egipto y allí estaba, con el que creía que no iba a volver a ver nunca más, en la antigua casa donde solían compartir su amor. Y él estaba suplicando volver con la mujer con la que se había casado.

—Yo también quiero ser libre—habló tras unos minutos, con su voz rota. Libre de ti, quiso añadir.

El sol se había escondido, y ella decidió que la luna sería el único testigo de sus sentimientos. Porque iba a dejarlo ir, todo, aunque él no recordara nada al día siguiente. Porque definitivamente no iba a recordar nada al día siguiente.

—Te odio—escupió entre lágrimas que cada vez bajaban con más intensidad—. Y te he echado tantos de menos, Dios, te esperé por tanto tiempo que duele—se llevó la botella a los labios y dio un buen trago—. Me sentí tan segura a tu lado, como si en realidad perteneciera ahí, junto a ti. Incluso tras lo que ocurrió, dejé a mi familia de lado en tan duros momentos -mi hermano, ya que no quedaba nadie más- y me quedé. ¿No podías hacer tú lo mismo? Ojalá lo hubieras hecho.

     >>Pero ya es tarde para el quizás y el ojalá. El daño está hecho, y aunque me gustaría que las cosas hubieran sido diferentes, ahora sé que así es como debían ser. Quizás no éramos buenos el uno para el otro, por eso te fuiste. Admito que duele que te hayas casado por segunda vez, pero Layla es una buena chica, así que lo entiendo. Espero que no le hagas lo que me hiciste a mí, no se lo merece, no después de lo que pasó y de lo enamorada que parece estar de ti. Cuando esto termine, porque pienso quedarme hasta resolver esto, desapareceré. No me volverás a ver, lo prometo.

Marlene se quedó unos segundos más contemplando la luna, Marc había girado la cabeza para mirarla, sin saber qué decir exactamente. Quería besarla, por un momento pensó que era posible, que todos esos años apartados habían sido un mal sueño, y que seguían en la misma habitación donde habían hecho su amor posible. Pero ella se levantó en cuanto él intentó acercarse, se secó las lágrimas y salió de la habitación bajo la atenta mirada de Marc y Steven.

—¿Qué has hecho, Marc?—preguntó desde el reflejo roto.

El hombre al control se miró en el espejo, sintiendo que esa era su imagen real. Porque él estaba roto, y con sus filos había destrozado el corazón de quien más amaba. Esa noche Steven conoció un poco más de Marc, y sobre todo entendió a Marlene y lo duro que estaba siendo todo. Vio la fuerte mujer que Marc había dejado ir y se preguntó qué había sido más importante que proteger y amar al amor de su vida, sin darse cuenta de que era precisamente eso lo había llevado a Marc a alejarse de ella.

—Lo correcto—contestó.

Casi de madrugada, Marc logró conciliar el sueño, cayendo en un remolino de sueños y memorias que no recordaría a la mañana siguiente, al igual que no recordaría lo ocurrido esa noche. Pero Steven, él no lo olvidaría.

 Pero Steven, él no lo olvidaría

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ᴜɴᴘʀᴇᴅɪᴄᴛᴀʙʟᴇᵐᵃʳᶜ ˢᵖᵉᶜᵗᵒʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora