Es el tercer año después de la venida de Cristo; el infierno reina en la tierra y los demonios asesinan a los humanos olvidados, por placer. Forzados a sobrevivir, un grupo de religiosos se especializa en la caza de estas inmundas creaturas.
Craig...
Lamento tanto la espera, pero agradezco infinitamente a los que no pierden de vista el fic, gracias por estar pendiente de la historia y de mi, los amo demasiado.
No me quiero extender más, espero que disfruten el capítulo de hoy.
Gracias a Ren por editar el capítulo.
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—Para cazarlos, primero debes disparar, Stan.
Fue lo que le dijo el chico de ojos como esmeralda como cuestión de hecho tan adentro de las montañas de Colorado que tomaría de al menos un par de horas de caminata para regresar al pueblo de South Park; sin embargo, las presas se habían vuelto más escasas cerca del pueblo, y no podían solo contar con la generosidad de los Blanco y la carne de bovino que le donaban a la iglesia.
Así que debían ingeniárselas ellos también; pero era peligroso salir por sí solos; cada vez que intentaban su suerte para conseguir su cena cazando, debían ir en grupos de dos o más.
Frente a él, a diez metros de distancia, tenía un desprevenido ciervo salvaje que se alimentaba de, sin saberlo, su última cena botánica. El pelinegro sentía un nudo en su estómago comenzar a atarse ante la idea de jalar el gatillo y ver la inocente sangre del animal ser derramada y ¿para qué? ¿Para que ellos sobrevivieran? ¿Qué les daba el derecho de vivir más que una creatura que no conocía pecado?
Stan odiaba cazar, él preferiría comer vegetales para la cena todos los días.
Y odiaba los vegetales.
—No lo sé, Kyle —admitió, acariciando el gatillo por décima vez—, ¿Por qué no intentamos encontrar alguna baya rara? Apuesto que con pimienta y sal sabrá muy bien.
—¿Sabes que podríamos morir si comemos una baya equivocada?
—Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
Kyle resopló, el cansancio filtrándose en sus pulmones como el oxígeno; aun así, no se terminó de mostrar su molestia en su voz. Solo tenían esa oportunidad para cazar algo, el sol estaba a punto de ocultarse y el cielo se mancharía de azafrán; trayendo consigo el semipermanente crepúsculo que consumía la mayor parte del día.
Stan se sintió alerta ante la impaciencia de Kyle, mirando nuevamente en dirección al venado, aumentando la presión en su dedo e inconscientemente preparando su cuerpo para el rebote que seguía después del disparo. Tragando su incomodidad y nauseas, preparándose para quitarle la vida a la presa.
Para su sorpresa, Kyle bajó el cañón de su pistola, mirando hacia otro lado antes que disparase. El ciervo miró en su dirección, moviendo sus orejas, saltó a un lado para perderse al siguiente segundo.
—Kyle... —comenzó.
—Si me preguntan, no encontramos nada, ¿de acuerdo?
Stan sonrió, el vacío y miedo en su pecho siendo reemplazado por ese vuelco que había experimentado recientemente cuando estaba al lado de su mejor amigo. Como cuando sin planearlo, su dedo meñique rozaba con el del pelirrojo; o esas ocasiones, cuando Kyle se sentía cansado, se recostaba en él y cerraba sus ojos por unos segundos.