Cap. 02

21 0 0
                                    

“Indiferencia al tacto”

—Creo que es algo tarde —le respondí, tratando de evitar aquél encuentro tan repentino—. No quisiera molestarte a ti o a los demás a esta hora.

—No te preocupes por eso —me dijo—. ¿O estás rechazando mi propuesta?

Su sonrisa se borró un momento y me miró seriamente esperando una respuesta. Habían pasado solo unos segundos y se sintió como una eternidad, me estaba haciendo sentir completamente diminuta.

—¡No, no, no es eso! —respondí— Está bien, podemos hablar después de la cena. No hay ningún problema.

Rhea me miró con una ceja enarcada y rostro confundido, luego soltó una carcajada que contagió a los otros dos.

—Está bien si no quieres, no tienes porque ponerte tan nerviosa y sentirte comprometida.

Por supuesto que recién caí en la cuenta de que me intimidaba a propósito, ahora lo único que me preocupaba era que sabía el efecto que provocaba en mí. Lo cual me hacía pensar... ¿Qué tanto sabía sobre mi debilidad por ella? ¿Aún cree que me gusta? ¿Soy muy obvia?

Carajo, parece que sí.

—No estoy nerviosa —mentí con tono de seguridad, uno que no sé de dónde saqué y pudo salir de mí tan rápido como me fue posible—. Acepto la propuesta, desde luego.

Ahora solo debía hacerle creer que ella no provocaba nada en mí. Aunque yo misma supiera que era una gran falacia.

—Perfecto —respondió con una simple sonrisa, una que parecía totalmente serena... Hasta que vi sus ojos almendrados, estos tenían algo inquietante que no podía descifrar aún.

La cena transcurrió con bastante normalidad. Ellos seguían hablando de negocios y el tiempo que no estuvieron en contacto, de vez en cuando me involucraban en la conversación, pero no había mucho de lo que yo pudiera opinar.

Se hicieron las diez, y todos nos levantamos, pues la cena había terminado. Mi hermano se despidió de Rhea y Markus, y por último antes de retirarse, me lanzó una mirada de advertencia. Era su forma indirecta de decirme que no arruinara algo con mis acciones o al abrir la boca frente a alguien. Muchos de sus negocios eran demasiado importantes como para que su hermana menor lo arruinara en una charla de cinco minutos con una socia de casi toda la vida.

—También me retiro —comentó Markus de repente, nos sonrió unos segundos y su rostro volvió a ser serio al verme. Algo me decía que no le caía bien—. Un gusto, Zila. Nos seguimos viendo.

—Lo mismo digo —dije falsamente.

Él se retiró al igual que mi hermano dejándonos a mí y a Rhea en el comedor con el único sonido de las manecillas del reloj en la pared y las empleadas recogiendo la mesa. Ahora el ambiente se había tornado completamente incómodo para mí.

—Bueno, Zila... Acompáñame por favor.

Me sonrió invitándome a seguirla. Yo trataba de quedarme atrás siempre y no a su lado para evitar la mayor tensión que me provocaba tenerla a la par. En cuanto me di cuenta que me llevaba a su oficina me vinieron varios flashbacks a la mente sobre esa tarde. Por supuesto, no agradables... No después de haberla visto ahí con esa mujer.

Rhea se detuvo y abrió la puerta esperando a que yo entrara primero, se comportaba tan bien.

—¿Qué pasa? ¿No quieres entrar?

Su pregunta me trajo de vuelta sonriendo con nerviosismo.

—Disculpame, por supuesto—le dije.

Entré rápidamente y ella soltó una risa siguiéndome detrás hasta que escuché la puerta ser cerrada con delicadeza. Mi bello se erizó y supe que ya no había marcha atrás, tendría que pretender que no vi nada o que no estaba para nada a punto de un colapso por cosas tan insignificantes.

Rhea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora