Cap. 04

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"Autoridad"

No.

Lo había hecho bien. No titubeos, no lo pensé demasiado, no estaba siendo una imprudente.

Rhea asintió y se mantuvo en su posición. Seguía viéndome directamente y su inclinación hacia mí me seguía poniendo nerviosa. Todo el peso que cargué en mis hombros soportando tenerla tan cerca, se esfumó en el momento que ella se alejó y se sentó a mi lado.

El alivio fue inmediato y mi respiración volvió a regularse.

Ella parecía seguir sintiéndose fastidiada, ahora un poco más cansada de hecho.

Dejó de mirar al frente y volvió a mirarme. Inesperadamente se inclinó nuevamente hacia mí, dejándome atrapada contra el bracero del sofá, uno de sus brazos se sostuvo del mismo dejándome el escapar como una idea más en la cabeza la cual no podría cumplir.

Se sentía irreal aún, recordaba siempre haber querido su presencia así de cerca, fantaseé con esto infinidad de veces en el pasado. Pero definitivamente en otras circunstancias... Esto no estaba bien.

Su rostro se acercó al mío, ahora estábamos a centímetros de distancia, su respiración cálida me daba escalofríos, hasta que la vi con intenciones de algo más, entonces cedí todo mi control y mis ganas de retirarme desaparecieron.

Sonrió orgullosa de lo que provocó y se dirigió a mi sien, parecía oler mi perfume, rozar ligeramente sus labios por el lóbulo de mi oreja, pero nunca hacía nada más. Y eso me estaba desesperando.

—Eres una mentirosa... —susurró en mi oído.

Se alejó de golpe, dejándome aturdida por el momento. Su sonrisa se había convertido en una de burla, seguido de eso, su mano se dirigió a mi mejilla con suavidad.

Pasó su dedo pulgar por mis labios corriendo mi labial rojo.

—No me vuelvas a mentir —advirtió—. Porque siempre sabré cuando lo hagas, no seas tonta.

Retiró su mano de mi rostro y seguidamente frotó su pulgar con sus otros dedos deshaciéndose de la mancha de mi labial, apartó su vista y se retiró de la sala en camino a su oficina.

No lograba comprender su cambio repentino de humor, nunca había tenido este tipo de acercamiento con ella. Y ahora la odiaba, porque tenía razón, ella me encantaba y lo sabía perfectamente bien. Al parecer siempre fui demasiado evidente, no necesitaba decírselo directamente.

El timbre de la mansión había sonado, me trajo nuevamente en sí y antes de que alguien de la servidumbre se acercara, fui directo a abrir la puerta.

La morena delante de mí sonrió al instante que me vio, parecía verse animada.

—Buen día, Zila.

—Buenos días, Vania —la saludé, haciéndome a un lado permitiéndole la entrada—. Rhea dijo que te esperaba en su oficina, que era urgente.

—Muy bien —asintió, pero antes de irse, me miró con una expresión de confusión—. ¿Por qué me mandas tú el recado y abres la puerta como si fueras su asistente personal?

—Bueno, era la única cerca, no me molesta ayudar.

—Está bien, lo decía porque a veces Rhea suele ser descortés con las personas sin darse cuenta, es complicada... Espero te esté tratando como la visita que eres.

Pasé saliva. Por supuesto que Rhea no me estaba tratando como una de sus mejores visitas, o tan siquiera como a una asistente. Su trato hacia mí era tan mezquino que me daba pena decirle a Vania lo contrario.

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