"Es imparable, y su única arma es su sonrisa."
-David Sant
Elizabeth
El vuelo a Nueva York fue cancelado tres veces.
Tenía que terminar la misión para recuperar nuestro negocio decaído tras la muerte de mi padre. Muchos de los socios comerciales dudaban el futuro de las compañías sin el liderazgo de mi padre para sacarlo adelante.
Les aseguré que el liderazgo no sería problema alguno. Porque la heredera legítima de la fortuna y negocios Rossi soy yo. Toda mi vida estuvo llena de escuelas privadas y entrenamiento especializado para solucionar cualquier problema que pueda surgir. Mi padre me entrenó para liderar y eso es lo que voy a hacer.
La realidad es que la parte de tener que lidiar con personas nunca fue mi favorita. Y hubiera querido obtener más experiencia militar, ya que tuve que renunciar a mi cargo en Londres. Me gustaba trabajar en contraespionaje y el aspecto de obtener inteligencia sobre enemigos y neutralizar oponentes.
Hubiera podido ascender en mi carrera rápidamente si mi padre no hubiera fallecido. Ahora tuve que venir a un país que no me agrada para ser la sombra de un hombre muerto. Estoy segura de que nunca seré como él, pero las compañías se tendrán que adaptar porque estoy aquí para tomar cargo. Y aunque les duela aceptarlo soy yo la que manda.
Estuve en un vuelo de cinco horas para llegar a Nueva York a las nueve de la noche un martes. Tengo que admitir que no me esperaba que hubiera tanta gente. El lugar esta tan sobrecargado de personas que no hay un espacio fijo para salir de el area de espera porque no hay fila, solo gente empujándose uno al otro para hacerse camino.Las personas dialogan como si fuera un día cualquiera, pero tantas personas y el sonido de todos añadido están causando un pánico que no había sentido en mas de cinco años cuando salí de la ciudad. Todo, es demasiado para mí, New York siempre ha sido demasiado para una mente que solo busca la calma sin que todo el mundo critique lo que haces. Al menos la prensa no sabe que he vuelto a la ciudad todavía.
No puedo tolerar la sobre carga de ruido, el oxigeno se disminuye a una cantidad asfixiante. En Nueva York el termino de espacio personal no existe. Todo el mundo tiene que convivir con aire y espacio compartido.
Miro hacia el guardia de seguridad solo para descubrir que sus ojos ya se posaban sobre mí. Bajo otra circunstancia me hubiera molestado que me estén mirando como si fuera comida pero la realidad actual es que necesito ayuda saliendo de aquí.
Levanto la mano y lo llamo a que se acerque. Sus piernas se mueven y me mira como un idiota, nisiquiera nota que había una mujer frente a el tratando de llamar su atención, solo se dirige hacia mí.
"¿En qué puedo ayudarla bella dama?" Pregunta mirándome la cara sin parpadear y con los ojos brillantes. Trato de no arrugar la nariz y le sonrío.
"Necesito que me ayude a salir de aquí, tengo mucho tiempo sin venir y no sé donde dirigirme". Mantengo mi vista en su rostro. El hombre se acaricia el cuello con rubor apareciendo en sus mejillas, desvía la mirada de mi cara al notar que lo observo.
Me mira nuevamente y eleva el mentón para aparentar ser más alto de lo que realmente es. Contengo mi burla y lo sigo mirando inocentemente.
"Déjeme que yo la ayudo," me dice decisivamente enderezándose y dando una vuelta brusca y torpe.
El hombre se mueve delante de mi y le exige a las personas que se muevan de nuestro camino. Me dirige hacia el parqueo de manera efectiva, mirando mal a todos los hombres que se me quedan mirando. Ignoro sus miradas y finjo que no las noto sobre mí.
Cuando llegamos al parqueo el guardia ofrece quedarse conmigo hasta que me lleguen a buscar con el pretexto de que no quiere que me pase nada. Le digo que no es necesario y se va después de pedirme el numero telefónico. Le dí el numero de mi pizzeria favorita en Londres.
El sonido de una bocina me saca del trance. Un Lamborghini Huracán se parquea delante de mí y por un momento me tenso hasta ver la cara de el chofer que se baja estallando la puerta del coche y pausa mirándome de pies a cabeza.
"Benditos los ojos que la ven," me dice con una amplia sonrisa jalándome contra su pecho.
El abrazo me toma desprevenida y río contra su cuello.
"Maxi ya no puedo respirar." Exclamo y me suelta. No me aleja del todo, sus manos sujetan mis antebrazos mientras analiza todo sobre mí.
"Elizabeth..." Sus ojos marrones encuentran los míos y me mira a la cara con un movimiento lento e incrédulo de la cabeza.
Lo analizo lentamente. Ojos marrones y taimados con una boca torcida en una de las sonrisas traviesas que tanto recuerdo. Hombros amplios y brazos firmes, su camisa negra abraza todos los lugares correctos. Ya no se ve cómo el niño molesto con el que me crié. Es todo un hombre, uno muy guapo añado mentalmente.
"Si ya terminaste de comerme con los ojos me gustaría cargar tu equipaje y llevarte a casa," me mira con una de sus sonrisas burlonas.
Ignoro su comentario y le paso la maleta. Él la toma y la coloca en el baúl del vehículo. Me dirijo al asiento pasajero y antes de poder posar mi mano sobre la puerta Maximiliano aparece y me la abre.
Asiento con la cabeza, diciéndole gracias y sentándome en el lujoso interior del coche. Maxi cierra la puerta detrás de mí y se dirige al asiento conductor.
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El camino a mi penthouse estuvo lleno de risas mientras Maximiliano me dió un resumen de su vida desde la ultima vez que lo vi hace diez años. Disfrute tanto mi tiempo con Maxi que casi se me olvida la razón por la que me encuentro de vuelta en esta ciudad. Mi padre no está, y eso lo noto desde que entro al espacio que compré con él. El amplio espacio se siente vacío sin su presencia cantando como un loco en la cocina cuando entraba al llegar de la escuela.
Tiro mi maleta el el sofá de la sala principal adentrándome en el pasillo lleno de los recuerdos colgados de mi padre conmigo y mis amigos. Se me nubla la vista al pensar que nunca lo volveré a ver frente a mí. Todos los momentos que estuvo a mi lado fueron los únicos donde me podía relajar y permitirme ser yo, sin barrera ni miedo, solo yo.
Respiro hondo y empujo la tristeza hacia donde no me afecte, tragándome los llantos para no ahogarme en ellos. Mi padre me enseño a ser fuerte, tengo que enseñarle que no desperdició su tiempo.
Saco mi celular y marco el número de mi mejor amiga. "Jessica, llegué a la ciudad."
Oigo un chillido y me alejo el celular del oido para que no me rompa un tímpano. "Al fin! Y llegaste justo a tiempo para la gala."
Mis oídos se centran en lo ultimo que dijo. "¡Qué gala?"
"La está tirando un policía que desmanteló un negocio de drogas," me informa.
"¿Quién fue el acusado?"
"Kenneth Perez."
El aire se me torna liviano.
"¿Cómo se llama el policía?" Indago.
"Ehhh, creo que Alex," murmura, "deja que yo te lo investigo," me promete.
Aprieto un puño con la realización. "No es necesario Jess," le digo.
¿No que era un fugitivo?
Hay una pausa del otro lado de la linea. "¿Qué piensas hacer Elizabeth? Te conozco y se que algo tienes maquinado."
La ira me carcome por dentro.
"Vamos para una gala mañana."
Ella grita emocionada y continua prometiéndome encontrar los mejores vestidos de la ciudad para nosotras.
Cuelgo el celular después de despedirme y me dirijo a la cama.
Mañana será un largo día y necesito verme bien ante las cámaras. Por fin tendré la oportunidad de conocer mi enemigo y eso la gala es algo que no me puedo perder.
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FRAGMENTADOS: Venganza que consume
Tiểu Thuyết ChungAlex se despertó siendo el fugitivo número uno del país. Y enemigo social aún más grande tras ser acusado de la muerte de el jefe de una de las familias más poderosas de Nueva York. Él está seguro que la familia Rossi mandará a alguien para deshacer...