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Hawkins, 1978

Habían pasado semanas desde que Maeve se había concentrado tanto en buscar maneras de hacer algo respecto, pero ninguna idea le parecía lo suficientemente buena como para ponerla en marcha y poco a poco se iba dando por vencida, pero ver día tras día a sus niños ser duramente entrenados le partía el corazón, tenia que haber una forma, se había convertido en su obsesión y la única persona que la mantenía cuerda era el.

-Maeve.-La llamó sentándose a su lado en la sala de descanso de los pequeños.

No dijo nada, solo miraba el suelo como si eso le pudiera dar una idea, pero era un simple color blanquecino que le provocaba ganas de llorar, finalmente regresó a la realidad con un espasmo provocado al sentir el cálido tacto del rubio sentado a su costado el cual la tenía sujeta de la mano.

-Peter...-Saludó con desanimo mientras le daba una suave caricia con su pulgar.

-Te dije que no te estresaras con eso, últimamente te vez más cansada que de costumbre... ¿Haz dejado de dormir?

Ella asintió mostrándole una ligera sonrisa de inocencia.

-No es mi culpa, sobre pienso las cosas y el insomnio me ataca.-Se excusó.

-Quiero que dejes de pensar en eso, no te hace bien, si te enfermas no podrás venir aquí y créeme trabajar sería agotador si no te viera pelear con las doctoras, haces que mis días no sean tan tristes.

-¿Dices que me extrañarías si me fuera?-De nuevo una sonrisa se asomó en su rostro.

Peter aclaró su garganta ocultando un poco la vergüenza que sentía al estar cerca de ella, y peor aun cuando decía cosas sin meditarlas antes, pero por alguna razón no podía, estar con Maeve lo hacía actuar de formas que al menos el no podía explicar pues nunca antes le habían pasado.

-Solo digo que es bueno tenerte aquí, por Eleven y los demás, realmente te quieren.-Involuntariamente le dio un suave apretón en su mano pues ninguno se había soltado durante su charla.

-¿Qué hay de ti? Peter.-Lo observó manteniendo esa sonrisa risueña y bromista, solo ella podría cambiar de ánimos en solo unos segundos.

-Yo...

Ambos se levantaron de golpe al escuchar la puerta abrirse al mismo tiempo que los niños se formaban para recibir al hombre de traje.

-Buenos días, papá.

Peter y Maeve se soltaron empezando a caminar hacia el saludándolo en silencio, ninguno se sentía cómodo en su presencia al parecer.

-Doctora Maeve, lleve a Eleven a la sala del tanque.-Ordenó.

Ella asintió y sujeto la mano de la menor quien se veía feliz, a pesar de todo ella siempre mantenía su sonrisa, el moderador intentó seguirlas pero Brenner hizo un ademán con la mano deteniéndolo.

-Quédate Peter... Tengo que hablar contigo.

Maeve volteó a verlo preocupada recibiendo así una mirada de paz por parte del rubio, no sabía que querría discutir con el pero no le daba buena espina, sin más se marchó.

-Los demás pueden seguir descansando, al medio día van a entrenar.-El de traje habló para los pequeños antes de volverse al ojiazul.-Sígueme.

-¿Qué sucede? Papá.-Empezó a seguirle el paso curioso.

-Te he observado, no solo a ti, a la Doctora Maeve también.-Empezó hablar.-Son bastante cercanos, ¿No es así?

-Si papá.-Asintió.

-Sabes que tienes prohibido relacionarte de cualquier manera con otras personas.-Su tono de voz era pacífico tanto que a Peter me fastidió su hipocresía.

-Conozco bien las reglas, las hiciste para mi.

-Solo te digo lo que es mejor para ti.

-¿Aislarme de las personas es lo mejor para mi?

-Sabes que si, no eres normal Peter, tarde o temprano ella lo sabrá, y no creas que la dejare impune de así serlo.

Peter tomó aire reprimiendo sus emociones, si tan solo tuviera la potestad sobre sus poderes ya habría acabado con el.

-Maeve es una mujer libre que tiene la capacidad de irse cuando quiera, mientras que tu nunca vas a salir de aquí.-Aclaró el mayor.-Nunca.

El silencio dominó el lugar pero sus miradas decían lo suficiente, Brenner suspiró antes de darle un suave golpe en el hombro a su contrario.

-Piensa bien las cosas, Peter, no quisiera tener que deshacerme de ella.

Y se fue dejándolo lleno de ira, Maeve ya era parte de el, no permitiría que nadie siquiera pensara en lastimarla o alejarla, necesitaba verla, necesitaba aclarar que era aquel extraño sentir que no lo dejaba descansar. Pero Maeve no apareció en las siguientes horas, Peter la buscó entre los pasillos y salas pero en ninguna estaba presente, finalmente optó por su lugar de confianza.

Abrió la puerta notando así las viejas tuberías humear y haciendo ruidos, ni siquiera supo porque ese lugar ahora era especial para el, quizás por las veces que se reunieron a charlar, reír y disfrutar de un momento a solas.

-¿Maeve?-Habló extrañado al verla en el suelo abrazando sus piernas.

Su bata estaba a un lado junto a sus tacones dejando ver así que se los había quitado en un impulso de rabia, sin demora se acercó para acuclillarse frente a ella.

-Este lugar es el mismo infierno.-Murmuró.-La obligaron a entrar a ese horrible tanque, estaba asustada, me miró a los ojos pidiéndome ayuda pero no puede-

-Tranquila.-Sujetó su rostro con una mano levantándole así la cara.

-Henry, quiero irme de aquí, se lo dire todo a los policías...

-No puedes hacer eso.

-¿Por qué no?

-Porque no sabes que podría pasar después, con los niños o...

-Contigo.-Contestó.

Maeve limpio su rostro con su ligero maquillaje derramado, se repetía a si misma que tenía que seguir manteniéndose fuerte por ellos, por primera vez se atrevió a acercarse más a Peter rodeando su cuello con sus manos tomándolo así en un abrazo, el no se negó pues en el fondo también necesitaba que ella le mostrara afecto, se sentía bien.

-Prométeme que estarás conmigo cuando salgas de aquí.-Maeve murmuro sin querer soltarlo.-Promete que llegará el día en que todos puedan ser felices.

-No puedo prometerte algo que es incierto... Pero puedo prometerte que ya me haces feliz, incluso estando en este lugar, en toda mi vida nunca me había sentido tan bien hasta que llegaste tu.

Ella sonrió, era todo lo que necesitaba escuchar.

𝐌𝐚𝐧𝐢𝐚𝐜 |Peter Ballard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora