Prólogo.

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A veces me preguntaba: ¿qué es una mujer sin miedo?

«Una asesina» responde una voz en mi interior.

Observo mis manos, y aunque no están manchadas de sangre casi llego a imaginármela. Por un segundo toda imagen parece borrosa, pero me obligo a mantener mi cabeza cuerda para no quebrarme. Al levantar la mirada otra vez, me encuentro con el cuerpo sin vida de Thomas tendido a los pies de nuestra cama.

-Esta bien, Adelaide. Así ya no le tienes miedo- me digo a mi misma en voz baja-. Estás bien ahora.

Me doy media vuelta y me encuentro con el desastre que causé en mi pequeña cocina.

Todo el suelo está lleno de vidrios rotos, y mi mente se remonta a la pelea que acabo de tener.

En algún momento pensé que sería buena idea envenenarlo. Creí que así podría deshacerme de él y sin levantar sospechas. Sólo tenía que revolver las hierbas necesarias para mantenerlo débil, y de vez en cuando agregar unos pétalo de lirio matarlo lentamente.

Manteniendolo moribundo conseguí que dejara de golpearme.

Pero todo plan tiene una falla, y por alguna razón, no pensé bien el tiempo que hacía mi esposo de camino al trabajo a la casa, y mis rituales... no tuve que estar preparado el te de esa estúpida flor siendo tan tarde.

Si hubiera continuado mi plan siendo mas precavida, Thomas no me hubiera gritado bruja antes de entrar a la casa, no hubiera roto mis frascos con hierbas, ni hubiera intentado salir corriendo a contárselo al pueblo para pedirles que me quemen en la hoguera.

Pero ahora que no hay forma de decir que ha sido intoxicación accidental... ¿a quién recurro yo?

Miro a mi alrededor analizando cada parte de la casa en busca de algo. Hasta que mis ojos recaen en la puerta abierta, desde aquí veo el fuego que encendí para hacer mi ritual de cada tarde.

Antes le he pedido al fuego que se lleve mis pesares, y éste me ayudó preparar el te que mantuvo débil a quién me golpeaba a diario.

Tal vez me pueda ayudar a llevarse algo más. Entre más rápido mejor, antes de que alguien pase por nuestras tierras y se de cuenta de que algo resulta sospechoso.

Me acerco al cuerpo sin vida de quien solía ser mi esposo, y comienzo a despojarlo de su ropa. El peso me hace tener dificultades, pero con algo de esfuerzo lo logro.

Inhalo profundo una ultima vez intentando deshacerme de los nervios, y comienzo a caminar por encima de los vidrios rotos hasta llegar a la mesa donde Thomas tenía sus botellas de vino.

Odio esos vinos, siempre que los tomaba se ponía más agresivo al tocarme.

Destapo las botellas arrojando el corcho al suelo, y comienzo a tirar el liquido por todo el suelo hasta que termino con ellas.

Al acabarse, también tiro las botellas al suelo sin importarme que terminen haciendo más desastre, dentro de poco no importará nada de lo que exista dentro de este lugar.

Salgo de la casa a paso apresurado, pero mi primer instinto es voltear a ver a todos lados intentando asegurarme de que nadie me vea.

Dicen que asesinar es un pecado, pero ha habido tantas guerras en donde asesinan en nombre de Dios que me hace pensar en lo hipócritas que llegan a ser.Yo no pienso adjudicar mi crimen a alguien más. Tal vez ellos no tengan la fortaleza para cargar con esas vidas que han arrebatado, pero yo sí. Tal vez por eso dicen que las brujas somos las malas de las historias.

Cuarto crecienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora