9. Con intención la vida tiene más significado.

0 0 0
                                    

Tal como ha prometido, Dax ha estado cada noche encargándose de entrenarme. Ha pasado una semana desde el día que salimos de Francia, y ya estamos caminando por tierras portuguesas.

Henry me vio a la mañana siguiente y preguntó que había pasado, aunque no tuve tiempo de responder cuando él mismo me hizo callar y dijo que ya sabía quien me había hecho eso.

Los golpes ya se ven amarillos, creo que en uno o dos días más terminarán desapareciendo por completo, aunque aún me duele un poco el labio cuando toco la zona afectada. Espero que eso también desaparezca junto con el color.

-¿Tú ya habías venido por aquí?- pregunta Enzo comenzando a caminar a mi lado.

-Mi esposa- miento.

De inmediato me doy cuenta de que no es posible que yo los esté guiando si en realidad jamás he estado aquí antes.

-Era muy especifica con sus historias- completo-. Yo conocía este pueblo, pero llegó a contarme sobre estas tierras mientras estuvimos juntos.

Explicación no pedida culpa asumida.

Soy una bocona. Ya debería callarme.

Enzo no dice nada más, y los otros dos hombres se ven muy concentrados en seguir caminando hacia donde los dirijo. Henry viene junto al capitán, y Dax ha tenido que quedarse en el barco junto a los otros marineros de los que aún desconozco sus nombres.

Así continuamos caminando al menos una hora más, en silencio y de vez en cuando escuchando quejas de parte de mis acompañantes. Aunque cuando por fin llegamos, mis ojos se topan con la pequeña casa que solía ser de mis abuelos paternos. Los conocí muy poco tiempo, murieron cuando yo era una niña, pero agradezco que estuvieran aquí lo suficiente para tener el recuerdo de este lugar.

La casa está descuidada, abandonada supongo, ya que mi padre fue su único hijo y él nunca quiso dejar España. Además mis hermanas una vez que se casaron se quedaron ahí, sólo yo salí de mi lugar de origen, pero Thomas era Francés, así que ahí fue donde terminamos.

-Ahí están- señalo el suelo y me quedo quieta en mi lugar.

Desde aquí puedo ver un montón de manchas negras en la tierra. Algunas mas brillantes que otras, pero todas pareciendo simples rocas.

El capitán se posa a mi lado al igual que Henry; ambos observan el suelo con interés, pero el muchacho niega.

-Son obsidianas negras, buscamos rojas.

-Si quieres que todo te llegue en la palma de la mano me temo que no conoces el mundo real- me giro a verlo y noto como tensa su mandíbula -. También las hay rojas, tienes que buscar.

-Tendremos- me corrige y posa su mano en mis hombros arrastrándome con él hacia el sitio donde se encuentran las obsidianas.

Empezamos a caminar entre ellas, y escucho los pasos de Enzo y Henry detrás de nosotros.

Sacudo mi cuerpo intentando liberarme de su agarre, y me separo un par de pasos para continuar yo misma.

-¡Aquí está!- Escucho hablar al capitán.

Bueno, creo que en su mundo si se consiguen las cosas sin esfuerzo.

Giro mi rostro y me encuentro con él agachado e intentando hacer un hoyo en la tierra para sacar la obsidiana.

-¡No, así no!- Grito horrorizada por lo que hace.

Se detiene de golpe y alza ambas manos como si creyera que va a explotar si continúa.

Se ve tan... manipulable estando ahí. Como si en verdad me admitiera que no sabe lo que hace, así que está dispuesto a recibir mis ordenes.

-¿Por qué no?- Pregunta Enzo.

Cuarto crecienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora