Capítulo 3: Sorpresas

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El abrigo no era suficiente para que el frío que Jennifer sentía cesara. El frío estaba por dentro.

La lápida de su padre era sencilla, simplemente gris, con un pequeño mensaje grabado.

«Gary Lawrence. Gran esposo, excelente padre, maravillosa persona.»

Las lágrimas brotaron de los ojos de Jennifer sin siquiera darse cuenta. Sentía un remordimiento grande en el pecho, que poco a poco la consumía. Sentía como si tuviese una estaca en el pecho, que siempre que respiraba y tomaba aire, se iba clavando un poco más, y un poco más, hasta estar completamente atravesada en ella.

Se sentó en el césped con el cuerpo tambaleante y temblando. Acarició la tumba de su padre, como si lo estuviera tocando a él mismo. Reprimió un grito y lloró en silencio. ¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Cómo había interpuesto su carrera a su familia? Había sido estúpida e insensible. Si siquiera hubiese estado presente mientras su padre sufría de la terrible enfermedad del cáncer, si siquiera hubiese dejado de lado su carrera para darse un tiempo para su familia.

Pero no lo hizo.

Y ahí estaban las consecuencias. Pegó la frente a la lápida de su padre y lloró completamente en silencio ahí, parecía muy tranquila e incluso calmada. Pero Jennifer había aprendido a ocultar sus sentimientos, con sus tristezas, sus dolores, con Josh... Pero por dentro, por dentro estaba devastada, destruida, jamás había sentido algo así, nunca.

Se levantó decidida y apretó tan fuerte sus manos hasta que sus nudillos se tornaron blancos por la presión. Su cabello ondeó a causa del viento y ella se abrazó a sí misma, intentando amortiguar su frío. Caminó lentamente, pisando las hojas secas del otoño, crujiendo como huesos de animales muertos en las plantas de sus pies.

Su mirada, perdida y distante. Como si estuviese pero a la vez no estuviese allí. Como si tuviera su cuerpo en la Tierra pero su alma en la Vía Láctea. La sonrisa de su padre rondaba por los rincones más oscuros de su mente, y cada vez que lo recordaba, su pecho se oprimía poco a poco. Lentamente... Y a la vez al instante.

***

-¡Llegué!

Josh dejó su maleta en la entrada del apartamento de su novia. Apretó los labios y sonrió cálidamente.

-¿Claudia? ¿Estás aquí?

-¡Por aquí!

La voz de Claudia sonó por la cocina, mientras preparaba unos deliciosos macarrones, saludó a Josh con la cabeza, antes de ir y plantar un ligero beso en su mejilla.

-¿Cómo has estado?

-Con mucho trabajo... Pero necesitaba verte.

-¿Ah, si?

Él asintió.

-Quería hablarte... Sobre un tema esencial.

-¿Y cuál es ese tema tan importante?

-Bien... Mira... No sé como decirlo, así que simplemente lo diré: Mi agente dijo que no podría viajar más aquí..., ni a ningún otro lugar.

La expresión de Claudia cambió por completo. Su cálida sonrisa se tornó a una seria línea recta.

-¿Qué?

-Es por mi carrera. Sólo me dio dos semanas para estar aquí, luego regresaré a Los Ángeles y permaneceré ahí. Por un largo tiempo, habló sobre..., elevar mi carrera a otro nivel.

-¿Y? ¿Eso que tiene que ver con que no puedas viajar más? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra, Josh? ¿No puedes trabajar y venir a visitarme?

-Claudia...

-¿Es por ella? Claro... Como no me di cuenta antes. Es por Jennifer, ¿o no? Para pasar más tiempo con ella. Niégamelo. Dime que estoy equivocada.

-No hagas un problema de esto...

-¡Niégamelo! O más bien, ten el valor de decirme que no quieres verme más, que quieres cortar la relación. Pero no pongas una excusa tonta como que es por tu trabajo.

-No es así. Nada de lo que dices es cier...

El teléfono de Josh comenzó a sonar en su mano.

Josh titubeó, pero al final contestó, deslizando el dedo por la pantalla.

-¿Sí?-la mirada de Claudia seguía clavado en él, y al escuchar esa frase Josh intentó no parecer exasperado.-¿Qué? Mira, ahora estoy ocupado, pero juro que mañana mismo estoy allá.-Los ojos de Claudia se abrieron como platos y ella frunció el ceño.-Hasta entonces.

La chica frunció los labios esperando una respuesta.

-Mi agente. Mañana tengo que regresar a Los Ángeles. No quiero pelear, ¿si? ¿Podemos comer en paz? Si quieres, cuando venga de nuevo me vuelves a gritar y lo que quieras, ahora me muero de hambre.

Claudia dio un largo suspiro.

-No tengo hambre, come tú.

***

Por un momento, Jennifer pensó que llegando a casa, yendo al estudio de su padre, pensó por una milésima de segundo que lo encontraría sentado en su escritorio con el periódico en las dos manos y sus lentes sobre la nariz. Pero no. Su padre no estaba allí, y jamás volvería a verlo. Nunca.

Tensó la mandíbula y se dirigió a la sala de estar. Mala idea. En el sillón reclinable se encontraban los antiguos lentes de su padre, y en el buró las mentas que siempre tomaba. Jennifer frunció los labios y reprimió las lágrimas apretando los ojos.

Salir de ahí era lo mejor, era lo que necesitaba, pero afuera el viento le traería un mar de recuerdos. Que la verdad, no necesitaba recordar. Así pues, la cama era la mejor opción. Y mientras los recuerdos la abundaban el sueño la inundaba.

La mañana era como una común y normal en Kentucky, el sol colándose por las ventanas y los árboles meneando sus hojas a causa de la brisa. Pero algo era diferente. Y lo sentía dentro de ella. Sus jeans y la blusa de ayer estaban tiradas en el sillón al lado de su cama, lo tomó y en un instante se cambió. Las botas de cintas que solía usar estaban arrinconadas en la maleta, las sacó y sé las puso torpemente. Sin decir buenos días ni desayunar, salió al jardín, sintió como si una voz, algo la llamara ahí.

Todo era igual, ladeó la cabeza confundida y apretó los ojos, se estaba volviendo loca.

-Jen.

La voz de un hombre retumbó en su cabeza. Pero no era la de su padre... Era Josh. Sí, definitivamente estaba demente y loca. Escuchando voces en su cabeza... Estaba perdiendo la cordura.

-¿Vas a ignorarme? ¿Aunque haya dejado todo por venir aquí?

La voz seguía en su cabeza, retumbando como una campana a mitad de la noche. Giró su cabeza, y si, vaya sorpresa que se dio.

We're meant to be. ~Joshifer~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora