4. Noche de Chicas

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Robin entró a su habitación como un torbellino, se despojó del chaleco verde que usaba como uniforme en el videoclub mientras se miraba al espejo tratando de peinar su cabello revuelto imaginando en que usar aquella noche.

Nunca había estado en una fiesta, no sabía que usar, decir o hacer al llegar a la casa de un completo desconocido que ni siquiera la había invitado.

Sus manos comenzaron a sudar cuando se quedó parada frente al armario, su ropa ni siquiera estaba hecha para una fiesta de adolescentes.

—Robin, cariño ¿Qué haces? —preguntó su madre al ver como sacaba diferentes prendas de ropa para tirarlas en algún lugar de la habitación.

—Hola mamá, oh esto es —observó a su alrededor el desorden en el suelo—. Me han invitado a una fiesta. ¿Puedo ir? —preguntó con una sonrisa brillante.

—¿Quién te ha invitado? ¿Los chicos de la banda? —Robin negó con su cabeza—. ¿Steve? —volvió a negar generando una mirada de confusión en su madre.

—No, Nancy —sonrió la rubia sin poder creer que iba a compartir un momento con la morena—. Nancy Wheeler —dijo el nombre completo sintiendo sus mejillas arder y volteó al armario.

—Oh, la hija de Karen y Ted —agregó su madre mientras levantaba las prendas de ropa—. ¿No sabía que eran amigas?

—No lo somos, bueno aun no. Es complicado.

—Entiendo, claro que puedes ir. Pero debes volver temprano, hoy tengo turno por la noche en el hospital.

—¿Otra vez?

—Si cariño, debo hacer horas extras si quieres ir a la universidad.

—Vale, prometo volver temprano.

—Deberías usar ese vestido que te compré para tu último cumpleaños.

—Claro, lo pensaré —dijo no muy convencida.

—Tranquila, todo irá bien —dijo abrazando a su hija que parecía nerviosa—. Solo trata de disfrutar y no divagar tanto.

—Lo sé, lo sé. Gracias mamá —agradeció recibiendo un beso en la frente.

Robin fue la primera en llegar al videoclub, mientras acomodaba su vestido, los consejos de su madre eran buenos excepto en la ropa.

Se sentía un tanto incómoda sin sus camisas y pantalones anchos, pero quería generar una buena primera impresión y no quería decepcionar a Nancy, quería demostrarle que aquello era importante.

—Hey Robin —saludó la morena que llevaba un bello vestido lila, con el largo pasando sus rodillas, su cabello estaba recogido pero su flequillo estaba presente y peinado a la perfección—. Te ves muy bien —agregó ante el mutismo de la rubia.

Robin no pudo evitar sonreír ante aquella afirmación de Nancy sobre su apariencia quiso responder lo mismo, pero le estaba costando encontrar las palabras correctas.

Decirle: "Tú eres hermosa" no se oía como algo amistoso, su enamoramiento se estaba interponiendo con fuerza, quería decir mucho más de lo que podía, pero era imposible.

No quería asustar a Nancy, en el fondo sabía que aquel amor era imposible, y si solo podía estar cerca de ella como amiga no perdería la oportunidad.

—Gracias. Lindo vestido —dijo tratando de calmar su corazón enamorado.

—El tuyo también.

—¿Eso crees? Mi madre me lo compró para mi cumpleaños, aunque no soy de usar este tipo de ropa. Pero ya sabes no puedes despreciar un regalo, menos de tu propia madre —explico viendo la mirada divertida de la morena—. Lo siento cuando estoy nerviosa no dejo de hablar y divagar, mi madre me lo dice todo el tiempo pero parece que no lo puedo controlar, y ahora me estás mirando como si fuera un bicho raro y creeme lo soy, a veces —nuevamente su verborrea la estaba dejando en ridículo—. Tal vez lo mejor es que me calle y vuelva a mi casa.

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