7.- 2020

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(03/?)

Ya habían pasado aproximadamente diez minutos y aún seguía ahí acostado y pensando en todo lo que había pasado en esa época, hace 71 años... Hace 71 perdió todo, de verdad todo, incluyéndose a sí mismo. Desde que salió de los campos no volvió a ser el mismo, su padre lloraba todas las noches pidiendo que su hijo volviera a sonreír; Sin embargo, el de ojos zorrunos gritaba por las pesadillas que lo seguían atormentando, incluso después de años.

Riki estaba afuera esperando, a ese punto ya no estaba molesto ni incómodo, estaba confundido e intrigado, Sunoo era un chico muy raro.

— ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? —preguntó la docente y se acercó al rubio al notar sus lágrimas.

— No, estoy bien... —respondió limpiándose sus mejillas y sorbiendo su nariz al mismo tiempo en que desviaba su mirada y se encogía de hombros, intentando ocultarse de todos.

— Riki, ¿Puedes llevarlo a la enfermería? —el mencionado asintió con un ligero gruñido.

La enfermera le había dicho que necesitaba descansar un poco ya que eso podría tomarse como un ataque de pánico, así que Sunoo se quedó ahí, tratando de calmarse hasta lograrlo. Tras cinco minutos más, se levantó y tomó su sudadera la cual se había quitado al llegar por la ansiedad que sintió y la necesidad de rasguñar sus heridas, lo cual afortunadamente esa vez pudo controlar gracias a un antidepresivo.

Salió de la habitación y tras él cerró la puerta, haciendo una pequeña reverencia ante Riki quien estaba sentado en una banca que había afuera de la enfermería.

— ¿Te sientes mejor? —preguntó después de ponerse de pie y mirar a Sunoo de abajo hacia arriba, deteniéndose en sus brazos y muñecas.

Los brazos de Sunoo estaban llenos de rasguños que no parecían recientes, eran heridas y cicatrices, pero no sólo eso, alrededor de sus muñecas habían cicatrices simulando una soga, como si lo hubieran mantenido atado mucho tiempo aunque no por una simple soga. No obstante, como ya había dicho; las marcas no parecían recientes, era como si desde pequeño se las hicieran.

— Estoy bien... No tenías porqué acompañarme, puedo arreglarmelas solo. —murmuró desviando su mirada al suelo y encogiéndose de hombros.

— ¿Qué? —ni siquiera lo había escuchado, aquellas cicatrices lo habían entretenido, quizá sólo eran cosas sin importancia, o tal vez algo más grave, cualquier cosa, prefería no preguntar—. Eh... Sí, vámonos.

Riki caminó adelante, a pesar de que parecía no importarle, realmente tenía mucha curiosidad por Sunoo, más por el hecho de que era muy raro, aunque quizás sólo estaba juzgando mal.

El rubio se puso de vuelta su sudadera y después de eso miró una puerta que decía en letras grandes "Biblioteca", la observó unos segundos más antes de regresar su mirada al frente. Siempre le había encantado leer libros, y quizás ese lugar era donde podría pasar desapercibido.

Ambos entraron al aula y se dirigieron a sus asientos después de que la profesora comprobará la situación de Sunoo.

— Continuemos.

Comenzaron a hablar sobre los inicios de la guerra, Sunoo no volvió a participar ya que incluso para él era algo nuevo. Al estar encerrado en ese lugar, no sabía cómo había iniciado todo, sólo sabía los hechos que sucedieron en los campos de homosexuales y huérfanos, fuera de eso, no tenía la mínima idea. No conocía razones del porqué inicio todo así que por primera vez puso atención a lo que fue su pasado.

Dos horas fue lo que duró la clase, en ese poco tiempo pudo saber más acerca de los otros campos de concentración y de los líderes, de Hitler, de la policía militar y otros países.

Chico Raro (Sunki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora