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Steve se iba a quedar a dormir en la casa de Tiffany esa noche

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Steve se iba a quedar a dormir en la casa de Tiffany esa noche. Cuando regresaron del trabajo, estaban pasando el rato en la habitación de Tiffany. Steve estaba apoyado contra la cabecera de su cama mientras jugaba con una nutria de peluche que le había comprado cuando regresó de Canadá. Tiffany también estaba sentada en la cama, rodeada de páginas llenas de traducciones del alfabeto ruso, escritos, un diccionario ruso y una cinta. La estaba reproduciendo una y otra vez, tratando de descifrar la traducción, mientras Steve comenzaba a aburrirse.

—Tiffy, ¿podemos hacer algo?

—Estamos haciendo algo. Estamos traduciendo.

—Estás traduciendo.

—Podrías estar ayudando —Tiffany le entregó el diccionario, pero Steve lo apartó—. ¿Por qué te estresas tanto por esto? Podemos traducir mañana.

—Steve, no creo que los malvados rusos vayan a esperar a que traduzcamos. Cuanto más rápido lo traduzcamos, más rápido encontraremos a los rusos.

—Tienes que dejar de estresarte.

—¡No puedo dejar de estresarme! —Steve se inclinó hacia adelante y le quitó el lápiz de la mano. Tiffany se llevó las manos a la frente.

—¿Qué ocurre?

—¿Y si son ellos?

—¿Quién?

—La... gente. Los que se llevaron a Cory, los que dejaron que... —Steve tomó sus manos y las sostuvo. Últimamente, Tiffany había tenido problemas para decir "Demogorgon". Se había aterrorizado tanto de que fueran a volver. Antes creía que podía controlarlos, pero terminó casi muriendo. Técnicamente, lo hizo, pero volvió a la vida.

—Oye, no van a volver. Once y Cory cerraron la puerta... No pueden atraparte. El hecho de que los rusos secretos se escondan en el centro comercial en el que trabajamos no significa que esos monstruos vayan a regresar. Además, los mataría antes de que te alcancen —Steve flexionó los brazos, y Tiffany le sonrió.

—Aw. Me encantan tus pequeños brazos.

—¿Pequeños brazos? ¿Cómo te atreves? —Steve envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo hacia su regazo. Comenzó a hacerle cosquillas y ella se echó a reír. Steve finalmente se detuvo y la besó.

—¿Ya se te ocurrió el nombre de tu nutria?

—No.

Steve la agarró y habló con una voz aguda y chillona.

—Tiffy. ¿Por qué no me amas? ¡Necesito un nombre!

Ella rió un poco.

—Eh... Harry.

—¿Harry?

—Harry. Como Harrington, pero solo el comienzo. Harry —Steve sonrió y la besó de nuevo.

Roto y Bonito... Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora