Capitulo 4

29 3 9
                                    

Marinette tenía la sensación de estar cayendo en un vacío interminable, una y otra vez. El frío de la nada le calaba los huesos, y su mente se agitaba con la incertidumbre de no saber si finalmente chocaría contra algo o si ese abismo nunca tendría fin. En algún punto, se sintió agotada, incapaz de seguir luchando contra lo inevitable. "Quizás era mejor rendirse", pensó. "¿Para qué resistirse a lo que parece ineludible", con ese último pensamiento se entregó a la oscuridad, al vacío que la envolvía, y solo entonces, cuando dejó de resistir, escuchó algo.

Era una voz. Lejana, distorsionada, como un eco que rebotaba en las paredes de su mente. No entendía lo que decía, pero su cuerpo reaccionaba, tembloroso. Poco a poco, fue comprendiendo, más con su ser que con su razón, que había llegado el momento de despertar.

Con gran esfuerzo, abrió los ojos. Al principio, solo distinguió manchas difusas de luz; le costaba acostumbrarse a la claridad que inundaba la habitación. Entreabrió los párpados con cautela, su mirada se posó en un techo alto, decorado con pequeños detalles dorados.

—¿Ahora dónde estoy? —se pregunto con ligero miedo para si msima

Su cuarto no tenía nada que se pareciera a aquello. La confusión se hizo más fuerte y un nudo de incertidumbre comenzó a formarse en su pecho.

Incorporándose lentamente, sintió un dolor punzante en todo su cuerpo, especialmente en la cabeza, que le daba vueltas como si estuviera en una montaña rusa de la que no podía bajar. Cerró los ojos un instante, esperando que el malestar disminuyera. Cuando los abrió de nuevo, su vista ya se había habituado un poco más a la luz.

Sentía frío. Instintivamente frotó sus manos para calentarse, pero algo en su mano derecha se jaló con ella. Miró hacia abajo y notó, con una mezcla de sorpresa y desagrado, una pequeña manguera conectada al dorso de su mano, que llevaba a una botella de líquido transparente colgando de un soporte junto a la cama. Su estómago se revolvió ante la idea de estar conectada a algo que le inyectaba sustancias en el cuerpo. "No quiero ver sangre. No ahora" Sus pensamientos eran firmes, casi una súplica.

Salió con cuidado de entre las sábanas, sintiendo el contacto frío del suelo bajo sus pies desnudos, y se sentó en la orilla de la cama. Aún mareada, decidió esperar un momento antes de intentar ponerse en pie. Sus ojos recorrieron el cuarto, que le parecía enorme, mucho más grande que su propia habitación. La cama era el doble de grande y, aunque parecía cómoda, no le transmitía la sensación de seguridad que tanto necesitaba en ese momento. Todo en aquel lugar le resultaba extraño, como si estuviera dentro de una fotografía antigua, una que solo se podría ver en libros de historia o en sitios web sobre mansiones de época.

Marinette frunció el ceño, desconcertada preguntandose ¿Quién viviria ahi?. La idea de que hubiera estado en algún hospital moderno habría sido más lógica, pero nada en aquel cuarto indicaba que estuviera en un lugar así. Todo era demasiado opulento, demasiado ajeno.

Quiso observar más de cerca los detalles del cuarto, pero la luz era tenue, apenas filtrándose a través de las cortinas parcialmente cerradas. "¿Por qué alguien habría cerrado las cortinas así?" penso mientras su instinto la llevaba a levantarse de la cama. Agarró la pequeña botella con cuidado, asegurándose de no tropezar con el tubo que la conectaba a su mano.

Caminó lentamente, cada paso le costaba esfuerzo; su mente aún daba vueltas, y el mareo apenas cedía. Cuando llegó junto a la ventana, jaló la cortina de un tirón, permitiendo que la luz inundara la habitación. La claridad la cegó por un instante, haciéndola retroceder un paso.

Tanteó el cristal empañado con su mano derecha, limpiando una pequeña porción con la palma. Cuando por fin pudo ver a través de la ventana, quedó sorprendida. Aquella vista era hermosa, estaba  maravillada por el paisaje. Todo el patio estaba cubierto de nieve, y el atardecer teñía el cielo con tonos rosados y anaranjados que hacían que todo pareciera sacado de un sueño. Sin embargo, aquella sensación de irrealidad no trajo paz a su corazón, sino un profundo malestar.

La ultima hoja [MLB] - Adrinette Donde viven las historias. Descúbrelo ahora