Gustave sentía una mezcla de fastidio y preocupación cada vez que Adrien le llamaba. No era la primera vez que sucedía, y sabía perfectamente lo que significaba: Adrien estaba herido de nuevo. Eso implicaba que tendría que dejar lo que estaba haciendo para ir a socorrerlo. Aunque, por otra parte, esa misma necesidad de Adrien le daba una extraña satisfacción, como si en el fondo le tranquilizara saber que aún contaba con él, que no lo había dejado de lado con el paso de los años. Adrien, para Gustave, era más que un amigo; lo veía como un hermano menor que, aunque adulto, seguía siendo imprudente en muchas cosas. Y él, como siempre, tenía que ser quien cuidara de él.
Después de acunar a su hijo pequeño hasta que se durmió y de asegurarse de que su esposa descansaba tranquila junto a su hija Léa, Gustave comenzó a prepararse para salir. Se cambió de ropa con rapidez, pero al agacharse para ponerse los tenis, una brisa fría lo estremeció. Su mirada se dirigió automáticamente hacia la ventana, donde notó que empezaba a caer nieve. "Qué raro", pensó. El pronóstico había asegurado que no habría nevadas ese año, especialmente al no haber caído en la segunda semana de diciembre. Cerró la ventana con cuidado y, antes de marcharse, colocó una cobija extra sobre su esposa para asegurarse de que no sintiera frío durante su ausencia. Sacó las botas del armario y se enfundó en dos abrigos, consciente de que los necesitaría.
El trayecto a la casa de Adrien fue más complicado de lo habitual. La nieve ya cubría gran parte de la carretera, y Gustave tuvo que conducir con extrema precaución para evitar accidentes. El silencio en el coche era abrumador, ya que la señal de la radio se había perdido, y todo lo que podía oír era el crujido de la nieve bajo las ruedas. Mientras conducía, su mente no dejaba de divagar. ¿Qué habría hecho Adrien esta vez? Siempre se metía en problemas. Esa imprudencia suya, tan arraigada, hacía que Gustave lo admirara y lo desesperara a partes iguales. "Nunca aprenderá", pensó, con una mezcla de cariño y resignación.
Al llegar a la casa de Adrien, Gustave se armó de valor para enfrentar el frío viento que soplaba con fuerza. Ya tenía lista la llave que Adrien le había entregado hace años, después de que en una ocasión se desmayara por una bala y Gustave se viera obligado a romper una ventana para poder ayudarlo.
Una vez dentro, el calor lo recibió de inmediato, golpeándole el rostro con un confort casi abrumador. Se desabrochó los abrigos y los dejó en el perchero cercano mientras gritaba:
—¡Estoy aquí!
El silencio fue su única respuesta. Ningún ruido, ninguna señal de Adrien. Eso lo inquietó. Normalmente Adrien al menos murmuraba algo, alguna queja típica, pero ahora... nada. Decidió avanzar hacia el salón, acomodándose la mochila al hombro. Dejó la mochila sobre un sillón con la intención de iniciar su búsqueda, aunque no fue necesario. Ahí, en el sofá, encontró a Adrien, profundamente dormido.
El cuadro era sorprendente. Adrien tenía la cabeza apoyada en el brazo de una chica, su mano apretaba firmemente la de ella, como si temiera que se escapara. Gustave se quedó observando, desconcertado. Era extraño verlo dormir tan profundamente. Sabía bien que Adrien tenía problemas para conciliar el sueño, incluso había sido él quien le había recetado unas pastillas para calmar sus pesadillas. Y sin embargo, ahí estaba, en paz. Había en su rostro una tranquilidad que hacía tiempo no veía.
Plagg, la pequeña criatura mágica que Adrien le había presentado en una ocasión, dormía sobre el hombro del chico, acurrucado como un gato en su regazo. La escena, por un instante, le pareció tan tranquila que casi no quiso romper el momento. Gustave se permitió sentarse en el sillón contiguo, observando a su amigo. Era como si, en medio de toda la locura, ese instante fuera sagrado. Y entonces, Adrien abrió los ojos.
Al notar la presencia de Gustave, Adrien se sobresaltó, enderezándose rápidamente.
—Tardaste en llegar —murmuró, tallándose los ojos con la mano derecha.
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La ultima hoja [MLB] - Adrinette
FanfictionUn deseo antes de que caiga la hoja. Un adiós antes que desaparezca. Un secreto que se debe revelar. . Marinette no recuerda como fue que partió del mundo pero si recuerda el amor que dejó atrás; ahora que ha vuelto debe entender todo el cambio que...