El sol saludaba desde el horizonte a los transeúntes en la calle. Era otra fría mañana de invierno, cuya brisa mañanera helaba la piel de aquellos con quienes se topase.Desde una ventana de un tercer piso, un joven de apariencia aniñada y revoltosos mechones verdes observaba a la nada, sumergido en su memoria. Podía encontrarse al lado de una caótico escena, ya muy cotidiana, pero eso no parecía afectarle. Tampoco mostraba interés en que estuvieran en medio de una charla sobre el futuro, dictada por su tutor de aula. El muchacho solo permanecía hundido en sus pensamientos, hundido en los viejos recuerdos, hundido en el transcurso de su vida hasta el día de hoy.
Todo comenzó con su nacimiento que, aun si su madre lo negara, fue el inicio de todos los problemas económicos de la familia. Después de todo, las deudas al banco y el hospital que poseían se deben a él. Deudas que, por suerte, ya acabaron de pagar. Sin embargo, jamás regresará lo ya perdido. Ya que ellas, y solo ellas, son la causa por la que su padre se vio obligado a viajar al extranjero en busca de un mayor salario. Quien pensaría que, una vez pagada la mitad de la deuda, su primogénito desaparecería por las frías calles de Nueva York. Nunca supieron si huyó o murió. Pero ellos sabían, hasta jurarlo podían, que jamás serían capaces de volver a decirle 'Bienvenido de vuelta a casa'. Estaban seguros de ello tanto madre como hijo. Se los decía su corazón. Y aun así, seguía viviendo en ellos la esperanza de encontrarse una vez más.
A causa de esto, su madre, Inko Midoriya, entró en una gran depresión en la cual, muy a su pesar, continúa sumergida hasta el día de hoy. No obstante, no tuvo tiempo ni de llorar por él. Si no ganaban más dinero pronto les embargarían la casa, ¡lo perderían todo! Por eso no tenía más de 3 años cuando era dejado en casa solo. Ni una niñera mal pagada podían permitirse.
Con el paso de los meses, las horas de trabajo aumentaban, hasta que superaron las 12 h diarias. Necesitaban tanto el dinero que Inko ni siquiera podía tomarse algún día de descanso o vacaciones. Era una secretaria sobreexplotada más entre miles. Pero siempre se aseguró de que nunca faltase comida en la mesa. Y el hecho de tener una amiga que estuviese más que dispuesta y encantada de cuidar de su hijo junto al suyo, era de gran ayuda. Le debían mucho a la familia Bakugo por esto mismo. Pues, a pesar de nunca aceptar su dinero, siempre estuvieron ahí para ellos.
Sin embargo, lo peor fue cuando, a sus 4 años, fue diagnosticado como quirkless. La preocupación por su niño y la vida que le tocaría vivir la hundieron aún más en ese pozo depresivo y lleno de ansiedad en el que se encontraba, culpándose a sí misma por los rotos sueños de su pequeño. Y es que, como no hacerlo. Si un quirk en sí mismo ya puede ser un estigma, no tenerlo era una maldición, una condena, una declaración de odio del universo. A esto súmale el alarmantemente bajo sistema inmunológico del peliverde y ya tenemos la receta completa.
La demacrada mujer era una gran bola de preocupación. A sus ojos, Izuku no era muy distinto a un frágil muñeco de cristal que, con un ligero soplido, podría caerse y quebrarse en mil pedazos imposibles de unir una vez más. Un muñeco demasiado preciado para ella como para permitirse verlo herido. Y el sueño de ese muñequito no era otro que volverse un héroe, el trabajo más peligroso de todos. Mismo que, sin un quirk, es inalcanzable. Vaya jugarreta del destino.
Así, la pobre mujer pasó de ser una joven sana y feliz junto a su familia, a una señora ancha y dócil a la que se notaba cuán mal le trataron los últimos 14 años.
Afortunadamente, a esta historia todavía le quedan momentos felices que dar. Como el día en que hizo su primer amigo. Un día que, por más que pasasen los años, no olvidaría. Daba igual cuan maltratada estuviera su mente en el futuro.
Puede ser que ya conociera a Katsuki Bakugo desde el momento en que nació, pero nunca fueron realmente amigos hasta esa tarde.
El pequeño peliverde siempre había sido objeto de burlas incluso antes de llegar a los 4 años de edad, cuando se manifestaba el quirk. Fue una tarde de verano especialmente calurosa el día en que cierto pelicenizo de la familia Bakugo se paró entre el pecoso peliverde y sus atacantes, confrontando a los abusones. Luchó con uñas y dientes contra esos engreídos de solo 2 años mayores que ellos, y ganó. Ese día, Katsuki ganó un amigo de verdad, un admirador y un nuevo apodo. 'Kachan' sería un tesoro del que el pelicenizo jamás se desharía. Aunque cualquiera creería lo contrario al ver su iracunda reacción ante la pronunciación del mismo. El propio peliverde admitía que, a sus cinco años, por dicha reacción, estaba aterrado de que su querido salvador, y mejor amigo, lo abandonará al ser consciente de su falta de quirk. Tan solo el pelicenizo de iris carmesís conocía la razón tras su accionar, pues la verdad sea dicha y es que nadie más a parte de cierto lindo peliverde posee el derecho de dirigirse a él por ese nombre. Absolutamente nadie más.
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Segundas Oportunidades
Random«¿Por qué los villanos son tratados como seres inhumanos? ¿Acaso no son personas al igual que nosotros? Entonces, ¿por qué?» BNHA- Izuku quirkless au Advertencia Yaoi (si no te gusta este género, le sugiero amablemente que no haga comentarios despe...