Capítulo 3

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En serio, ¡¿cómo mierda se te ocurrió hacer tal tontería?! — pronunció furídico, aun si lo que verdaderamente sentía era preocupación. — ¡PUDISTE HABER MUERTO, POR LA PUTA MADRE! ¿¡En qué estabas pensando!?

Izuku miró al carmín en los ojos contrarios. Nada más Kachan estuvo libre del viscoso agarre del villano, saltó a sus brazos. Al instante de rozarlo, su cuerpo ya era rodeado por el del pelicenizo, aferrándose el uno al otro con desespero. Hacía solo unas horas, creían estar a punto de perderse mutuamente. Ahora se encontraban de camino a sus casas, con el paso pesado y las caras largas. El sermón del más alto continuaba desde el momento en que habían confirmado el estado de ambos. Aunque al peliverde le hacía gracia como Kachan lo defendió a la vez que les cantaba las cuarenta a los héroes en la escena. O como espantó a los medios de comunicación a gritos.

¡¿ME ESTÁS ESCUCHANDO MALDITO BASTARDO?!

Ese último grito lo había sacado de su mente. Por un segundo se había perdido entre los recuerdos de lo sucedido hacía tan solo un par de horas. Habían dejado de moverse. Kachan estaba posicionado en frente suya, bloqueándole el paso. Alzó la cabeza, desconociendo cuando fue que la había bajado. Lo primero que vieron sus ojos fueron esos hermosos iris carmín iluminados por el cálido atardecer. Los mismos que brillaban en preocupación y reproche.

Aprovechó la cercanía entre sus rostros para besar con dulzura la nariz de su gruñona pareja. Sabía que eso le calmaría. Después de todo, era su novio y amigo de la infancia. Conocía a la perfección como tratar con el enfurruñado y berrinchudo joven.

El shock en el pelicenizo podía apreciarse a kilómetros de distancia. Pronto se reincorporó, aunque el tinte rosa perduraba en sus mejillas. Como predijo, ya se encontraba más calmado. Lo que no esperaba era ser abrazado contra el pecho contrario por el más alto, aferrándose con fuerza a su cuerpo y apoyando la barbilla sobre esos rizos verdes. Su lado sobreprotector había salido a escena desde lo ocurrido y no era extraño a ese accionar. Pero el peliverde debía admitir que lo tomo por sorpresa esta vez.

¿Cómo es que siempre te sales con la tuya?

Jeje, eso es porque conozco los puntos débiles de Kachan. — dijo con orgullo en su voz.

Hmp. — desvió la mirada hacia el lado contrario y puso morritos.— Eres demasiado imprudente. ¿Cuando empezarás a pensar en tí y no solo en los demás?

Tranquilo Kachan, estoy bien, de verdad. — le sonrió dulcemente

PUDISTE HABER MUERTO. — entonó alzando la voz y separándose bruscamente con la cabeza gacha. El silencio hizo su aparición; mas, en poco tiempo, una quebradiza voz lo sustituyó. — No quiero perderte.

Por segunda vez en lo que llevaba de vida, había sido testigo de como la tristeza lograba propasar todos los aranceles y muros que constituían la gruesa máscara del pelicenizo. Algo muy raro de ver en verdad. Tanto como ver el cometa Halley dos veces en una vida. Y es que Katsuki se preocupaba casi tanto como Inko cuando se trataba del peliverde. Aunque no solía mostrar afecto en público como su madre. No por nada especial, simplemente era de los que prefería que únicamente su pareja fuera quien lo viera de esa forma. Pero si Izuku se lo pedía, lo haría sin mucho problema.

Su cuerpo temblaba. Apretaba sus puño con fiereza. Podía ver perfectamente como la circulación de la sangre era cortada en la palidez de sus nudillos. Estaba seguro que se esforzaba en grande para mantener las lágrimas dentro. También de que en esos momentos se estaría atravesando el labio inferior con los dientes por frustración. Verlo así derrumbaba la ensayada máscara aferrada al pecoso como un roble a la tierra.

Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora