La Niñera I

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Mi vida dio un giro drástico cuando decidí casarme con Yesica. Yo era soltero, de mi casa al trabajo y del trabajo, ocasionalmente a casa, cuándo no volvía directamente me encontraba con alguna chica de turno. Ahora es mi esposa, pero al principio pensé que sería eso, otra de turno.

A diferencia de mi, ella tenía tres hijos, el menor un nene de seis años, luego le seguía una niña de siete años y su hija mayor de dieciséis años. Atravesó un duro divorcio hace dos años, pero ya está lista para seguir con su vida.

Nos mudamos y establecimos juntos, en una casa grande, bonita para tener una familia, todo estaba en orden, pero debido a la carga horaria demandada por nuestros empleos, no podíamos cuidar debidamente de los niños y tuvimos que contratar a una niñera.

Realmente la contrató mi esposa, a mi poco me importan esos niños.

La vi mientras acomodaba mi corbata para irme a trabajar, ella salía de su colegio privado, vestía una camisa celeste, una falda gris, medias largas de color blanco y zapatillas comunes. Me detuve con cara de tonto viendo sus piernas mientras estaba inclinada, de espaldas a mi, dibujando con el niño.

—Ella es Agustina, la niñera de los niños
—Me dice mi esposa— tiene dieciséis años.

—Hola —dice la niña y se acerca a saludarme— soy Agus.

—David —le digo mirándola a los ojos, esas esferas celestes que le daban visión a su carita redonda. Pude verla irse con los niños, se veía tan bien de espaldas, con ese pelo negro y el lacio perfecto que tanto me gustaba.

Así comienza esta historia. Pero no sé confundan, no es una historia de amor, no terminamos enamorándonos y huyendo a buscar una nueva vida. Claro que no, en lugar de eso tenemos sexo y mucho.

Pude cambiar mis horarios en la oficina para estar más tiempo en casa los miércoles, con el fin de acercarme a ella, lo que hago inmediatamente, y de manera muy brusca.

Se encontraba preparando a los niños para llevárselos a las escuela, es cuando la tomo del brazo sin que los niños nos vean.

—¿Tenés algo que hacer después de llevarlos a la escuela?

Ella tiene una pausa de silencio debido a la sorpresa que le dio mi brusquedad.

—Nada señor —responde con las voz temblorosa.

—Muy bien, quiero que vuelvas aquí después de eso ¿está claro?

—Si señor, volveré tan pronto deje a los niños —dijo, con sus labios carnosos.
En el transcurso de 25 minutos la niña volvió.

—Ya estoy aquí señor —me dice con una sonrisa tierna.

La tomo de la mano y la llevo por las escaleras hacia mi cuarto.

—¿A dónde vamos señor? —pregunta algo nerviosa.

—Cállate y sígueme.

La hago entrar a mi habitación, donde duermo con mi esposa. Pude habérmela cogido en cualquier parte, pero me daba morbo que ocurra en este lugar.

—Súbete la falda, quiero ver esas nalgas.

—¿Que está...

Antes de que pueda terminar de hablar, le tapo la boca y la apoyo sobre una mesita de luz.

—No hables. Las órdenes las doy yo y las obedeces —meto mi mano debajo de su falda y comienzo a acariciar su clítoris por encima de su tanga.

—¿Te gusta? —le digo, sin obtener respuesta. Comienzo a acariciarla más rápido y la tomo del cuello— ¿¡Te gusta!?

Sexo En Diferentes VocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora