El Club de las Lesbianas IV

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Una tarde luminosa y soleada me sonreía, pero mi sonrisa no estaba lista para ese azul cielo.

Mi vista rotaba desde arriba hacia abajo, sin prestarle atención a nada, solamente pensaba en llegar a la reunión del club, quería que eso despejara, al menos un poco, mi tormentosa cabeza.

Al llegar a la oscura reja de la cede toco el timbre, oyendo como resuena en el interior, sin hacer más espero a nuestra mucama sumisa para que viniera a abrir la puerta.

Pero en lugar de eso, y para mí sorpresa, quién se paseaba galantemente para abrirme era Judith, (la líder que se presentó en el capítulo pasado).

—Miren quién decidió aparecer —me dice, sacándome de mi burbuja.

—Así es, olvidé confirmar mi asistencia.
Respondí de manera seca, para que mis labios se esforzaran en aparentar una sonrisa y darle un beso en la mejilla, y así pasar al el patio delantero, que daba a la puerta de entrada a la casa.

Noto como su mirada me recorre me pies a cabeza, pero no estaba de humor para corresponder a eso.

Una vez adentro me recibió el silencio de la sala de estar, con sus lujos y sus muebles rosa carentes de polvo.

—¿Donde están las demás? —pregunto con cierto asombro mientras Judith cerraba la puerta tras de mí —Creí que estaban en reunión.

—Estaban en reunión —dice caminando por la sala— pero se les subió la calentura y subieron todas las presentes a tener una orgía, y se llevaron a la mucama con ellas.

Finaliza tomando asiento en el sofá, con las piernas cruzadas, haciendo que su falda se levante un poco más, mostrando la anchura y el grosor de esos muslos, y aunque no lo había notado, su musculosa blanca denotaba su falta de sostén.

—Si quieres participar aún están ahí —me dice nuevamente.

—No, estoy bien, ¿y tú por qué no has ido?

—No soy muy fan de las orgías, puedo acomodarme bien a los tríos, pero cuando hay más de tres o cuatro personas, no me gusta tanto.

Luego de sus palabras un silencio nos invade, se vuelve incómodo, y muta a tenso muy rápidamente.

—¿Te sientas? —me pregunta rompiendo el hielo que se había formado entre nosotras.

—Claro.
Respondo nuevamente como espabilada, cayendo sentada junto a ella, para volver a dormirme sin darme cuenta.

—Pensé que iba a ser una tarde aburrida —me dice— pero fue una fortuna que hayas venido.

Fue cuando sentí que su cuerpo se acercaba hacia mi, su mano iba por la seda del sofá, encaminándose para tomar la mía.

—Ahora podremos tener nuestra propia reunión.

Logra posar su mano sobre la mía, pero la repelo inmediatamente.

—Perdón —reparo— sólo no estoy de humor.

—Tabi, ¿Estás bien?

Fue cuando la miré, mis labios podían mentir infinitas veces, pero mis gestos no lo hacían, sólo me quedó armarme de valor para mirarla a los ojos y responder a su pregunta.

—No, no lo estoy ...

—¿Te gustaría contarme lo que te pasa?
Suspiro nuevamente, ordenando los sucesos en mi cabeza, como si fuera un rompecabezas

—Te lo contaré ...
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Y ahora realmente comienza el capítulo ...

Sexo En Diferentes VocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora