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La resonancia de diversos golpes conectando en seco sobre la piel se esparció por todo el lugar. Dentro de una sala de entrenamiento, la heredera de uno de los clanes más importantes de Konohagakure, Hinata Hyuga, enfrentó a su padre, Hiashi Hyuga, en un breve combate de práctica. En la atronadora elegancia de los golpes, los ancianos del clan visualizaron con detenimiento el progreso que la heredera tenía que demostrar.

Sin embargo, los resultados no fueron los esperados.

Hiashi fue bastante fácil, con menos presión a la que sometía a su hija menor, Hanabi, en sus combates de práctica. Aun así, Hinata no pudo seguir el ritmo, permanecía distante en el combate, siendo lo único que impidió la caída de Hinata sobre el tatami fueron los reflejos y flexibilidad naturales que ella poseía; eso no duró mucho.

Con un golpe directo al plexo solar, Hinata cayó sobre el tatami, retorciéndose en el suelo mientras apoyaba sus manos sobre la zona que su padre golpeó con una precisión milimétrica. Ella intentó recuperar el aire que perdió por el golpe.

— Hemos visto suficiente — uno de los ancianos dijo, levantándose de su asiento para pararse enfrente de una jadeante Hinata que empezaba a recomponer la compostura —. Está claro que el compromiso de la joven heredera es insatisfactorio. Hiashi, no podemos permitir una heredera que muestre esta clase de debilidad.

— Lo entiendo, anciano Ririo.

Sin decir otra palabra, los ancianos abandonaron la habitación, los rostros pétreos que no dejaban algún indicio de su estado de ánimo; poco le importó a Hinata, ella sabía que es lo que pensaban de ella. Era un fracaso, su hermana cinco años menor que ella ya era mejor que ella en el Puño suave y si por no fuera poco, su primo, Neji, estaba a años luz en talento y habilidad no solo con el Taijutsu, también en las cualidades Hyuga que los líderes del clan anhelaban en ella.

Hiashi también abandonó la habitación, dejando a una expectante Hinata por la reprimenda que él le daría. Sin embargo, el silencio y el desliz de la puerta fue peor que cualquier cosa que Hiashi pudo haberle dicho a ella.

Fue definitivo, Hinata era un fracaso.

Qué importaba si ella se graduaba en un año de la academia Shinobi, qué importaba si ella ascendía en las filas Shinobi con rapidez, la realidad es que Hinata no fue más que un fracaso para sus ojos. Sin saber que las contenía, Hinata liberó unas silenciosas lágrimas que se desprendieron directo al suelo que miraba con impotencia ¿Acaso importaba? Qué le dirían que pudiera afectar más a la triste heredera.

Nada, absolutamente nada.

Hinata quiso ser fuerte, quiso tener la capacidad de ser fuerte, ver en sus palmas el esfuerzo del entrenamiento, ver en los ojos de los demás el respeto de alguien en quien confiar. No deseaba esto, ya no, ella ya estaba harta y no sabía cómo librarse de esa debilidad que todos vieron en ella. Ella deseó escuchar las reprimendas de su padre, deseó escuchar la admiración de Hanabi, deseó sentir la importancia de mejorar... pero eso no pasará, las fantasías como esa no se hacían realidad sin importar que tanto se esforzara.

O eso pensaba ella.

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