Capítulo 4

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Sentía que me faltaba el aire, que mis piernas temblaban, en cualquier minuto caía al suelo como un trapo. Y es que así me siento. Un trapo usado, viejo y roto.

A pesar del tiempo que pasamos distanciados, es de público conocimiento que nunca pude estar con nadie más. Pero no porque su traición me haya dejado secuelas. Soy una mujer segura de mi misma y se lo que valgo. Pero eso no quiere decir que haya podido reemplazarlo como él lo hizo conmigo.

Creo que es por eso que jamás pude dejarlo atrás. Al final del día, las personas quieren a aquellas que más les hace daño. Por más que haya una buena persona que esté dando todo de sí mismo para llamar su atención.

Tuve un casi amorío pero jamás pude entregarme a nadie más que él. Era un novio de manita sudada, ahora es uno de mis mejores amigos, aunque se que siente cosas fuertes por mi. Pero, no soy de las personas que sacan un clavo con otro clavo por lo que siempre dejé mis intenciones claras.

Ahora está muy claro que para él sólo fue un amor de secundaria, total era predecible en su momento que los hijos de las parejas amigas se hagan novios. Y eso nos pasó, pero ahora cada uno está en un lugar distinto.

-¿Un compromiso?- Alma estaba muy sorprendida.

-¿Quién querría casarse contigo?- era evidente que los gemelos no lo querían.

-Basta, chicos- mamá estaba tratando de apaciguar la situación. Algo que estaba muy lejos de suceder.

Su risa burlona no tarda en aparecer. Sigo dada vuelta pero puedo imaginarme cada movimiento que hace.

Mis ojos están desorbitados, mi respiración es irregular, todo en mi grita nervios. Pero logro esconder tal reacción al instante y me hablo internamente para calmarme.

Mi proceso de calma venía bien hasta que, de repente, siento su respiración en mi nuca. Su olor característico me invade y no puedo evitar ponerme nerviosa, otra vez.

-¿Tú no me vas a preguntar con quién me caso?- su voz seductora retumba en mi cabeza.

-Roma, aléjate de ella. Prometiste ir con cuidado- Blake que se encontraba en una esquina, ahora se encuentra a mi costado enfrentándolo.

-¿Cómo? ¿Sabías que él iba a estar aquí?- Jess está desconcertada.

-Jess no es el momento- papá la agarra antes que siga preguntando. -Dejemos que Roma hable con tu hermana-.

-Se los agrade...-

-No- decido darme vuelta y enfrentarlo pero creo que fue un gran error. Los ojos que por última vez vi hace unos años, ahora me miran fijamente con su avellana característico. -No tengo nada de que hablar contigo, te dije hace años que no vuelvas a dirigirme la palabra y, ahora, te lo vuelvo a repetir- miro todo su rostro e intento convencerme que lo odio y que es lo peor que pudo haberme pasado.

-No vuelvas a acercarte a mi, jamás- sus ojos demuestran un aire de tristeza pero no me quedo tanto tiempo analizándolo. Necesito tomar aire así que me dispongo a salir.

-No puedes pasar la vida ignorándome. Menos si vamos a pasarla juntos- paré en seco y sentí movimiento detrás de mi.

Al darme vuelta, todos estaban parados observándome y analizando cada uno de mis movimientos.

-¿Qué mierda dijiste?- esto es una broma. Y una de muy mal gusto.

Comienza a acercarse de a poco, pasando por medio de mis hermanos quienes nos miraban expectantes.

-Lo que escuchaste, querida Fifi- no había rastro de la tristeza que capté en sus ojos hace un momento. Sus ojos solo demuestran pura gracia, haciéndome sentir completamente furiosa. Quería saltarle y arrancarle cada uno de sus pelos castaños y enterrarlo bajo ocho capas de tierra.

Miro a mis padres buscando una respuesta, pero evaden mis ojos bajando la vista al suelo. Busco la mirada de Blake y lo encuentro mirándome con pena.

-Tú sabias todo. Lo supiste desde el primer momento- empiezo a acercarme furiosa hacia Blake para recriminarle. -Todo lo que pasé, te lo conté esperando encontrar apoyo de tu parte- puede que lo esté lastimando pero nada me importa en estos momentos. -Siempre lo supiste. Incluso tuviste la valentía de decirme y denigrarme por querer alejarme de esa asquerosa persona- mi mirada pasó a Roma pero seguía el mismo sentimiento de furia.

-Áffie, escucha- no podía permitirme estar un segundo más ahí.

Me di la vuelta decidida a irme de este lugar. Empecé a caminar apurada, mientras la gente que mi familia había tratado de mantenerme alejada, empieza a felicitarme. Me paran para decirme que ojalá tenga una vida muy linda y un montón de estupideces que en este momento no puedo comprender.

Logro esquivarlos y salgo apurada cuando me encuentro los flashes de las cámaras sobre mi. Todo esto me trae recuerdos y solo provoca que mi corazón se estruje un poco más.

-¡África! ¡África! ¿A qué se debe esta gran fiesta?- no iba a poder librarme de ellos fácilmente. Son periodistas, están jugosos de noticias. Y en este momento, soy su bufón.

Mientras pensaba que contestarles siento la puerta detrás de mi siendo abierta de par en par con un gran estruendo.

-No abrumen a mi prometida, la van a espantar y no nos hemos casado todavía- la voz de Roma se hace partícipe y todas las voces desaparecen. Se han quedado boquiabiertos. Y no es para menos. Con la noticia que ha dado Roma.

Me doy vuelta a verlo sin poder creer que me acaba de apresar a él sin preguntarme.

-Ahora si me disculpan, tengo que acompañarla a tomar aire- me agarra de la mano y yo no puedo hacer nada más que ver nuestras manos unidas. Empieza a caminar, tirándome un poquito para seguirla el paso, y lograr salir del montón de gente que hay.

Llegamos a su auto y me abre la puerta. Me da un pequeño empujoncito para que entre. Me siento, cierra la puerta y da la vuelta para entrar por su lado.

-Ponte el cinturón, África- lo veo sin poder procesar la información. Tengo muchas cosas en la cabeza por lo que me impide pensar en algo más. Cuando ve que no reacciono y sigo mirándolo, se acerca a mi, tanto que pienso que me va a besar pero sigo sin poder captar señales de mi cuerpo.

Se que mi cabeza esta tratando de funcionar pero me es imposible. Cuando quise reaccionar y alejarme de él. Su cara estaba tan cerca de mí que podía oler todo de él. Su respiración choca contra mis labios que estaban completamente secos por la ansiedad que siento. Y cuando creí que se iba a acercar más, siento el ruido del cinturón y se aleja de mi. Lo que hace que sienta aire en mis pulmones, había estado sin respirar en todo momento.

-Iremos a hablar a mi departamento, más tranquilos- no puedo ni asentir de lo abrumada que estoy. Mi cabeza está por explotar.

-Quiero ir a mi casa- logro decir después de haber salido del estacionamiento.

-No, África. Ya no tenemos dieciocho años, se madura y enfrenta las cosas- de repente se quitó todo rastro de bloqueo en mi y nacieron las ganas de saltar del auto.

-¿Quién te crees que eres para decirme todo eso? Si mal no recuerdo, el infantil, el que no pudo afrontar una relación, eras tú- no podía permitir que se digne a insultarme diciéndome inmadura.

-Teníamos dieciocho años, África. Vamos a hablar como las personas adultas que somos. Así que deja de quejarte y prepárate para la charla que vamos a tener- me quedé callada porque tiene razón. Era algo que iba a tener que afrontar si o si. En sus labios, empiezo a ver como se asoma una sonrisa socarrona.

Doy vuelta los ojos y me dispongo a pensar en todos los escenarios que pueden pasar en mi cabeza, mirando por la ventana el camino.

El Caso MirtogluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora